Ser estudiante y poder trabajar es una opción legal con apenas un lustro en Cuba; tras ella se esconden, sin embargo, desinformación y actitudes paternalistas por parte de familiares, madres y padres.
Karen Matos, futura ingeniera civil de 21 años, asegura que lo más difícil de ser una estudiante que trabaja es que ahora apenas ve a su novio los fines de semana.
Para esta muchacha, que cursa su tercer año en la universidad tecnológica capitalina, la decisión de comenzar a trabajar en una cafetería privada, sin haber terminado la carrera, tuvo que ver con la posibilidad de tener ingresos propios.
«Todo es extremadamente caro y, aunque mis padres trabajan y además garantizan ingresos extras para mantener la casa, no puedo pedirles 50 o 100 pesos todos los fines de semana para entrar a una discoteca o un centro recreativo», comenta.
Matos confesó a SEMlac que ni siquiera pensó en buscar empleo en el sector estatal.
«Una amiga de mi mamá acababa de poner una cafetería restaurante por cuenta propia y me decidí de un día para otro. Me pagan 100 pesos por cuatro horas de trabajo como camarera y, como entre semana no hay mucho movimiento, hasta aprovecho para estudiar», detalló.
Sin embargo, su novio aún no comprende su decisión.
«Él quiere verme todos los días a toda hora y se pone celoso de clientes que ni conoce. Va a ser duro, pero si no se acostumbra vamos a perder una relación de dos años, pues me gusta trabajar y no lo voy a dejar. Pero además, si ahora se pone así, ¿qué me queda para cuando tenga un trabajo de mi especialidad?», se lamentó la joven.
La oportunidad del empleo estudiantil quedó abierta en Cuba en junio de 2009, cuando el Consejo de Estado puso en vigor el Decreto-Ley 268, que flexibilizó el régimen laboral en el país y legalizó el contrato de trabajo adicional.
La medida facilita que los estudiantes con 17 o más años de edad, sin vínculo laboral o matriculados en cursos regulares de los niveles medio superior y superior, puedan incorporarse mediante contrato por tiempo determinado al trabajo, a tiempo parcial, y recibir el salario que les corresponde, sin afectar o limitar su rendimiento docente.
Cinco años después, las estadísticas confirman que la opción es poco conocida y mal valorada, sobre todo por muchos padres, y cuando muchachas y muchachos se deciden, entonces acuden, mayoritariamente, al sector no estatal de la economía.
Datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) indicaban al cierre de diciembre de 2013 que más de 98.000 personas ejercían el llamado pluriempleo, lo mismo en el sector estatal que en el del trabajo por cuenta propia; o compartiendo funciones entre ambos.
En el caso de los estudiantes, las estadísticas oficiales solo registraron 105 empleados en el sector estatal, lo que representa 0,6 por ciento del total del pluriempleo en ese sector.
En cambio, entre los 133.278 jóvenes registrados como trabajadores por cuenta propia al cierre de 2013, 1.074 declararon ser estudiantes.
No obstante, una investigación periodística publicada el pasado mes de abril por el diario Juventud Rebelde advierte que los datos resultan «inciertos», pues muchas de las inscripciones requeridas en la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) «ni siquiera se efectúan», apunta el matutino.
Un sondeo citado por Juventud Rebelde indica que las ofertas estatales generalmente se concentran en empleos de «custodios o personal de servicio, aunque algunos ejercen como docentes, impartiendo las asignaturas de Español, Historia, Cultura Política e Inglés».
El diario identificó, además, que la tendencia a emplearse se concentra en estudiantes universitarios, básicamente de las carreras de Ciencias Sociales y Humanísticas, lo que puede deberse a facilidades en los planes de estudio y de horarios de esas especialidades.
Según Matos, su mejor amiga, estudiante de Psicología, estuvo buscando alguna opción laboral en hospitales para estar cerca de su perfil, pero las gestiones se dilataron tanto que se aburrió de esperar y ahora comparte su turno como camarera.
«Con los cuentapropistas es más fácil, solo hay que apuntarse en la ONAT y pagar los impuestos», aseveró Matos.
Tu deber es estudiar
Talhía Estupiñán, estudiante de segundo año de Ciencias de la Información, estuvo trabajando en una dulcería particular durante seis meses, a espaldas de sus padres, «porque ellos dicen que mi deber es estudiar y nada más».
«Como tenía clases por las tardes, trabajaba por las mañanas. Ellos salen temprano de la casa y no había problemas. Pero tuve que dejarlo cuando me cambiaron las clases para la mañana, pues entonces llegaba demasiado tarde a la casa y empezaron a hacer preguntas», explicó a SEMlac.
Ahora Estupiñán espera a que se abra una anunciada variante de pluriempleo en su propia Facultad de Comunicación, en la Universidad de La Habana, en tareas vinculadas a la Biblioteca, cercanas a su profesión.
Para María Josefa Luis y Luis Gómez, especialistas del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), «existen debilidades en la etapa educacional con negativas implicaciones para el proceso de socialización laboral».
Entre otros, citan problemas de formación vocacional, pero también «paternalismo escolar y familiar», según describen en el artículo «Nuevas condiciones juveniles y trayectorias de vida en Cuba: una aproximación al tema», publicado en 2009 en la revista chilena Ultima década.
La aceptación familiar del empleo estudiantil cambia en cada caso específico. Pero expertos coinciden en que en la mayoría de los hogares cubanos se «exige mayor dedicación al estudio a sus hijos y no se estimula el amor por el trabajo», concluyó con SEMlac María Isabel Domínguez, investigadora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente