La división sexual del trabajo por cuenta propia en Cuba motiva una investigación en curso para caracterizar el emprendimiento de las mujeres en el municipio capitalino Habana Vieja, uno de los más hacinados y con mayor índice de desigualdad económica de la capital cubana.
Acercamientos preliminares al tema por especialistas del grupo Psicogen (Psicología y Género) de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, advierten que, como tendencia, hombres y mujeres eligen actividades asociadas a roles tradicionales de género.
Sin embargo, se aprecian algunas transgresiones, pues en el municipio aparecen registradas al menos una mujer albañil, varias carretilleras y barberas y un hombre con la licencia de «bordadora tejedora».
En la pesquisa, aún en proceso, participan ocho especialistas en psicología, mayormente profesoras, con apoyo de un comité de género del gobierno municipal que solicitó investigar estas dinámicas.
El equipo se encuentra en la primera fase de análisis estadístico y elaboración de los instrumentos para el estudio de casos, entrevistas en profundidad y observación.
Finalmente, pretenden conformar una estrategia de intervención para la sensibilización en género y el empoderamiento de las cuentapropistas locales.
Según el Censo de 2012, La Habana Vieja es un municipio con mayoría femenina, pues de las 87.771 personas que lo habitan, 45.712 son mujeres.
Al tratarse de un territorio con incidencia del turismo, la mayor cantidad de licencias por cuenta propia corresponde a la renta de habitaciones.
La psicóloga Dalia Virgilí describió a SEMlac otras características del contexto, como la existencia de un buen número de mujeres desempleadas, lo que le hace pensar que muchas de ellas están asistiendo al sector cuentapropista sin estar legalizadas.
«En el país las mujeres están saliendo de los empleos estatales, pero no están recolocándose legalmente en el sector por cuenta propia. Muchas se ubican en trabajos que no están legitimados y eso las pone en una condición de riesgo», recalcó.
En su opinión, es necesario que las mujeres accedan a contratos formales que garanticen derechos mínimos y las protejan de situaciones como el acoso sexual, la violencia de empleadores y condiciones deshumanizadas de trabajo.
«El autoempleo reproduce con fuerza inequidades que ya existían en otros sectores, como el fenómeno de que las mujeres trabajen en negocios familiares como ayudantes, sin garantías legales ni acceso individual al dinero», consideró.
Por otra parte, aún no están suficientemente regulados los derechos laborales en este sector, pues no se ha puesto en vigor el nuevo Código de Trabajo que contempla estas modalidades de empleo.
«Lo peor es que las mujeres se sienten satisfechas porque cobran más que en un puesto estatal y la familia prospera», reflexionó la profesora universitaria.
A su colega Laura Sánchez le preocupa el incremento de la brecha laboral entre hombres y mujeres.»Ellas tienen distinto punto de partida para emprender un negocio porque, tradicionalmente, los hombres han manejado los activos fijos», explicó a SEMlac.
En Habana Vieja, son más las mujeres contratadas que las titulares. Por otra parte, muchas de las supuestas dueñas solo prestan sus nombres para representar legalmente un emprendimiento que manejan esposos o familiares cercanos, tesis que pretenden confirmar las especialistas cuando concluyan el estudio.
A juicio de Sánchez, muchos de estos negocios sobrecargan a las mujeres porque se realizan en el espacio doméstico y no existe una línea clara entre el trabajo remunerado y las responsabilidades del cuidado familiar.
La observación apunta también hacia condiciones discriminatorias al contratarlas, sobre todo en el área de los servicios, donde priman jóvenes «bonitas» de cara al público, mientras las de edad mediana realizan actividades invisibles, como el aseo de locales y la confección de alimentos.
Otro aspecto discriminatorio apuntado por la especialista en género y tercera edad es el sexismo expreso del listado de 201 actividades permitidas para el ejercicio del cuentapropismo.
En su mayoría, estos oficios se nombran en masculino, a excepción de peluquera, bordadora tejedora, manicura y modista, lo cual remarca actividades históricamente asociadas a la población femenina.
La investigación indaga también por los distintos grados de empoderamiento de las cuentapropistas, las posibles inequidades y las vías para superarlas.
Al cierre de 2013, eran mujeres el 26 por ciento de las más de 444.000 personas que ejercían el trabajo por cuenta propia en Cuba, según datos ofrecidos por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social al parlamento cubano, el pasado diciembre.