La vida dio un giro completo para Georgina Gibert González, una ganadera cubana que lleva una década trabajando en el campo y los últimos cinco años al frente de la vaquería El Jigüey, en Esmeralda, Camagüey, una de las mayores zonas ganaderas en el centro del país.
El cambio para bien llegó a cuenta de un proyecto que, bajo el nombre de Fortalecimiento de la cadena de valor de la leche (Focal), buscó restablecer los eslabones que median desde la producción lechera en fincas y cooperativas, hasta su comercialización, pasando por el acopio, los centros de enfriamiento, las pruebas de calidad y la industria.
«Antes la leche se llevaba hasta el municipio, a más de 20 kilómetros; la acopiaba un carro de la industria y no teníamos control del procedimiento ni de qué sucedía en el camino», relata Gibert González a SEMlac.
«Siempre estábamos disgustados porque después nos decían que la leche no pasaba la prueba de calidad y no la aceptaban. Te enterabas a los dos o tres días, cuando ya no tenías cómo resolver ese problema, ni cómo comprobarlo tampoco. Al final, esas pérdidas las teníamos que pagar de nuestro salario», recuerda.
Financiado por la Unión Europea, CARE Francia, Oikos de Portugal y el Ministerio cubano de la Industria Alimenticia, Focal tuvo como contrapartes a la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) y la Sociedad Meteorológica de Cuba (Sometcuba), e involucró a otras entidades de la agricultura y la industria alimenticia cubanas.
De manera simultánea trabajó entre 2011 y marzo de 2014 en las provincias centrales de Camagüey (Esmeralda y Jimaguayú) y Sancti Spíritus (La Sierpe y el municipio Sancti Spíritus), con la idea de mejorar la disponibilidad y calidad de la leche en un proceso que demandó inversiones, pero también la integración a ciclo cerrado de la cadena productiva.
Donde este proyecto se puso en práctica, se incrementaron los volúmenes de producción lechera, se redujo la leche ácida del 15 por ciento a menos del dos por ciento y se amplió la gama de productos finales, pues además de leche fluida, empezó a elaborarse localmente queso, yogurt y crema para la industria, informó Robier Hernández, co-director de Focal por la ACPA.
En la actualidad, a partir de los resultados de Focal, las autoridades cubanas de la agricultura conducen un programa para crear 971 puntos de acopio y enfriamiento de leche en el país.
«Siempre se buscó calidad, no cantidad; nos fueron entrenando y preparando para entender que con la calidad mejoraban los resultados y también los ingresos; ganábamos mejor salario», precisa Gibert González a SEMlac.
El proceso abarcó desde la alimentación del ganado y el manejo del ordeño, hasta el enfriamiento y conservación de la leche, su acopio y procesamiento.
«Eso llevó también a reordenar el trabajo interno de la vaquería. Ahora los ordeñadores viven allí, se levantan a ordeñar a las tres de la madrugada y a las seis de la mañana llevamos directo la leche al punto de frío, a pocos metros, comprobamos la calidad y siempre está buena. Como resultado entregamos más leche y de mejor calidad», describe la ganadera.
Otro tanto sucedió con la alimentación del ganado, mejorada con un sistema de regadío para dos hectáreas, una de cultivos varios y otra de forrajes, con 18 variedades. «Hemos ido incrementado las áreas para sembrar, aprendimos también sobre el tipo y variedad de forraje más adecuado», detalla.
A nivel de la cadena se completaron los puntos de enfriamiento y conservación de la leche, se reordenaron las rutas de recogida, mejoraron tecnológicamente dos camiones isotérmicos en cada provincia para el traslado hacia la industria, se montaron mini-plantas y se capacitó a los actores de diferentes niveles en asuntos productivos y de género.
El proyecto incorporó, además, una estrategia de adaptación a las condiciones locales de variabilidad climática y transfirió buenas prácticas relacionadas con la equidad de género y la aplicación de tecnologías amigables con el medio ambiente.
Otro paso fue la creación de una infraestructura para el procesamiento local, con dos mini industrias, una de ellas en el municipio Esmeralda.
«No solo era factible, sino necesaria. Si se pierde el 15 por ciento de la leche y hay que traer el queso o el yogurt desde casi 100 kilómetros de distancia, ¿cómo no hacerlos allí mismo?», argumenta a SEMlac Yamilé Pacheco Queipo, especialista en Inversiones de la empresa provincial de productos lácteos de Camagüey.
Esa lógica la ubicó mejor en el valor de la cadena productiva: no tenía sentido la mini industria si no había leche, no habría leche sin ganado y forraje. «Me empecé a involucrar y aprender de todo: desde el pasto hasta la comercialización, y eso me llevó a una identificación muy fuerte con todo el proceso».
Mejorar el acceso de las mujeres al empleo y reconocer su contribución a la producción fue otra de las líneas de acción que se intencionaron.
«No es un secreto que prima el machismo en el sector ganadero. Identificamos brechas e inequidades de género porque las mujeres no estaban en los puestos de acceso a los recursos ni en los niveles de dirección», expone Pacheco como ejemplos.
El propio rediseño de la ruta de acopio de la leche dio la posibilidad de proyectar puestos de trabajo para incorporar a las mujeres en diferentes labores en los centros de enfriamiento de la leche o en la realización de pruebas de calidad.
En otros casos se reconoció y retribuyó formalmente el trabajo que hacen. «En Jimaguayú algunas apoyaban a sus esposos en labores de las vaquerías y eso no era remunerado», precisa Evelyn Márquez Álvarez, profesora de la Cátedra de Género de la Universidad de Camagüey y especialista vinculada a Focal.
«Allí había más de tres mujeres que, por cosas de la vida y por la migración de la población, que se da muchísimo, ordeñaban junto a sus esposos 10 o 12 vacas y no recibían pago por eso. A ellas las incorporamos a las cooperativas», agregó Márquez a SEMlac.
Para la experta, remunerarlas no solo significa un acto de justicia al designar un pago por su trabajo, sino que les permite aportar directamente a la economía familiar y tomar decisiones en el hogar.
En el caso particular de la mini industria de Esmeralda, se crearon puestos de trabajo con prioridad para las mujeres y se trabajó en función de desmontar algunos mitos que ayudan a desestimar la participación femenina en la industria a partir de las diferencias biológicas entre ellas y los hombres.
Pero lo más importante fue trabajar para empezar a cambiar la mentalidad y el modo de conducirse en la vida a partir de un mayor conocimiento del enfoque de género, al decir de la profesora.
«La idea es que mujeres y hombres tengan la capacidad y la posibilidad de contribuir por igual a un objetivo común, en este caso la producción y fortalecimiento de la cadena lechera; entender que tienen los mismos derechos y deben tener la misma igualdad de oportunidades», agregó a SEMlac.