Empleo estatal femenino, la incertidumbre de los cambios

Estabilidad, constancia y seguridad, al margen del monto de los ingresos, parecen estar entre las razones más coincidentes expresadas por mujeres de diversos sectores laborales para explicar por qué no abandonan el empleo estatal en Cuba.

Maricela Hernández Hernández, ingeniera civil de carrera y directora de una brigada de la construcción desde hace varios años, lo confirmó a este servicio.

“Muchas veces me han preguntado por qué no me voy a trabajar por cuenta propia, pero dejar los espacios institucionalizados genera temor. Es verdad que ganaría mucho más dinero en el sector privado, pero también creo que sería difícil acceder a medios imprescindibles para hacer bien mi trabajo”, explicó a SEMlac.

“¿Quién le alquila una grúa o un mortero a un particular? ¿Cómo garantizar tener siempre demanda, trabajo? Me gusta la construcción, la relación que tengo con el resto de la brigada y, sobre todo, la constancia que garantiza trabajar para el Estado: siempre hay demanda y eso no ocurre en las cooperativas de la construcción que conozco”, agregó Hernández.

Con ella coinciden otras cuatro mujeres que comparten los avatares de la faena diaria dedicada a levantar viviendas.

“Me parece que el empleo por cuenta propia ha venido a debilitar al empleo estatal y lo ideal sería que tuviéramos las mismas condiciones y los mismos niveles de salarios que quienes trabajan por cuenta propia, y no tener que escoger entre una y otra opción”, explicó.

Hernández se tituló como Ingeniera Civil en 1999, un año después ya era jefa técnica de una brigada y desde 2013 dirige la número tres de Obras Varias, de la Empresa Constructora Integral de la provincia de Artemisa, a cerca de un centenar de kilómetros de La Habana.

Actualmente, su equipo construye edificios de vivienda en el municipio de la Lisa, en la capital de la isla, y ella recorre diariamente los kilómetros que separan a su hogar de su lugar de trabajo.

“En 2013 nos pidieron que viniéramos a hacer viviendas a La Habana. Estamos trabajando en siete edificios que sumarán unos 89 apartamentos, más todo el entorno: aceras, calles, etcétera. Nos va muy bien, los vecinos nos respetan porque no dejamos obras inconclusas y no hacemos chapucerías”, explicó Hernández.
Para ella no ha sido un problema haber elegido una profesión calificada a menudo como “muy masculina”.
“Me gusta trabajar en la construcción y la plomería, por ejemplo, me encanta. Nunca he tenido problemas en la casa a causa de la profesión. Mi hermana también es Ingeniera Civil. Creo que no fue algo en lo que tuve que pensar cuando me decidí por esa carrera”, aseveró.

 

Empleo estatal femenino: bombillos rojos

Hernández y su hermana son parte de las más de 33.000 mujeres que laboran en el sector de la construcción en Cuba, según datos del Anuario Estadístico de Cuba, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), cuya última edición fue publicada en 2013.

La participación de las mujeres en este sector creció desde 15,6 por ciento en 2005, hasta 17,3 por ciento en 2010. Sin embargo, en 2013 ya había caído hasta 13,5 por ciento.

Las cifras respaldan la percepción de Hernández de que la presencia de mujeres en la construcción se ha “naturalizado” al paso de los años.

Si cuando ella estudió Ingeniería Civil en su aula había solo tres mujeres, ahora el equipo técnico de su brigada está integrado casi totalmente por ingenieras, arquitectas y técnicas.

“Las mujeres a menudo están más preparadas, pero también han ido demostrando que no tienen miedo a trabajar, son más exigentes y más constantes. Les duelen más las cosas mal hechas”, confesó Hernández a SEMlac.

Lamentablemente, aunque los números evidencian que las mujeres crecieron durante algunos años en un sector típicamente masculino como la construcción, también confirman una preocupación reiterada de manera insistente por especialistas de diversos perfiles de las ciencias sociales y económicas.

La aplicación desde 2010 de una nueva política económica, que busca mayor eficiencia y productividad e incluye la reducción del empleo estatal, está impactando particularmente a las mujeres.

“Habría que evitar varios riesgos a la hora de reducir las plantillas: las plazas de profesionales y técnicos deben tener pocas afectaciones y en ellas la mayoría de las personas empleadas son mujeres, pero en el caso de otras categorías como las administrativas y de servicios, la mayoría están cubiertas por mujeres y sí serán objeto de reducciones sensibles”, alertó a SEMlac la doctora Marta Núñez, socióloga e investigadora de la Universidad de La Habana

Actualmente las cubanas representan 48 por ciento de quienes laboran en el sector estatal, 66 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país y 80 por ciento de la fuerza técnica y profesional de los ocupados en la economía, según datos publicados por el oficial diario Granma en agosto de 2015.

Pero las anunciadas afectaciones ya están ocurriendo. Según los datos de la ONEI, la tasa de desocupación de las mujeres cubanas ha crecido desde dos por ciento en 2008, hasta 3,5 por ciento en 2013, cuando existían 67.600 desocupadas.

Entre 2010 y 2013 salieron del empleo estatal casi 62.000 mujeres, mientras los hombres disminuyeron solo en 4.000, confirmó, por su parte, la economista y especialista en indicadores de género Teresa Lara en su artículo “Equidad de género en el sistema empresarial cubano”, publicado en 2015 en la revista Nueva empresa, de la Empresa de Gestión del Conocimiento y la Tecnología (Gecyt).

Efectivamente, en 2011 y 2013 los mayores decrecimientos de las empleadas estuvieron en el sector de los servicios comunales, sociales y personales y la industria manufacturera respectivamente, confirman las estadísticas de la ONEI.

“Aunque las cubanas se erigen como la principal fuerza técnica y profesional del país, también resultan las más envejecidas y alrededor de 60 por ciento de ellas se desempeña en el sector de los servicios sociales, personales y comunales, donde se concentran los salarios más bajos”, reveló, en tanto, la economista y demógrafa Taylí López Tutusaus.

En su investigación “Inserción de la mujer cubana en el mercado laboral a inicios del siglo XXI”, publicado en 2014 por el Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana, López aseveró, además, que aunque en la mujer se acumula “el principal reservorio de recursos laborales disponibles, con altos niveles educacionales y de calificación”, también tiene la peor situación para acceder al empleo.

Se inserta básicamente en el sector terciario, “está afectada por la insuficiente infraestructura de apoyo al hogar y salarios insuficientes que no se corresponden con los precios existentes en el mercado”, señaló López.

Además, es la protagonista del proceso de envejecimiento de la población cubana en sus dos derroteros fundamentales: ellas conforman la mayoría de la población envejecida, pero también constituyen las personas que asumen, por lo general, las labores de cuidado, lo cual las pone en franca desventaja a la hora de acceder al empleo.

La situación se agrava con la sobrecarga doméstica, un peso adquirido por obra y gracia de una marcada herencia patriarcal vigente aún en la isla y que constituye uno de los mayores retos a atender en la actualidad, según comentó a SEMlac la doctora Norma Vasallo, presidenta de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana.

Por solo poner un ejemplo, una encuesta de la ONEI acerca del uso del tiempo realizada en 1996 concluyó que las trabajadoras cubanas invertían como promedio algo más de 34 horas a la semana al trabajo del hogar, mientras que la participación del hombre era de alrededor de 12 horas y, fundamentalmente, en labores de apoyo. Esa realidad no ha cambiado.

Para Núñez, el peso de la segunda jornada seguirá siendo sostenido por hombros femeninos que, de mantenerse en el sector estatal, probablemente deban acudir al pluriempleo para aumentar los ingresos, explica en la introducción de su libro Yo sola me represento, publicado en 2011.

La economista Taylí López, por su parte, insiste en que el estudio del mercado laboral, sobre todo en momentos de cambios como los que vive el país actualmente, “requiere de un tratamiento diferenciado para hombres y mujeres”, sin perder de vista las coyunturas heterogéneas, pero bien particulares, que signan a la isla.

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