Cambios económicos afectan diferente a mujeres y hombres

Los cambios económicos implementados en Cuba, en especial la reapertura y ampliación del trabajo por cuenta propia, inciden distinto en mujeres que en hombres, demostró una reciente investigación de la socióloga cubana Marta Núñez.

El análisis, realizado por una de las pioneras de los estudios de género en Cuba, comparó la realidad de 55 mujeres y hombres dedicados al trabajo por cuenta propia en la venta o elaboración de alimentos, venta de ropa y bisutería y alquiler de vivienda, en dos barrios de los municipios capitalinos Playa y Centro Habana.

Según explicó a SEMlac la investigadora, eligió estos oficios por ser de los más representativos en la actividad no estatal en el país, y a la vez por tener una presencia significativa de mujeres.

El estudio, titulado «La cara de género del nuevo modelo económico y social cubano», encontró como primer sesgo discriminatorio la poca cantidad de mujeres incorporadas a esta modalidad laboral. A fines de 2013, ellas eran el 26 por ciento de las casi 445.000 personas acreditadas en el trabajo por cuenta propia en el país.

Para Núñez, una de las causas principales de esta tendencia radica en que de las 201 actividades aprobadas para el autoempleo en Cuba, la mayoría requiere una calificación media, de obreros y de servicios.

«Si ellas son mayoría entre el sector profesional y técnico ocupado del país, entonces el cuentapropismo está diseñado para los hombres», opinó la investigadora.

Ello supone una desventaja económica, si se tiene en cuenta la creciente importancia del sector privado en el país, que llega a superar entre tres, seis, 10 o 12 veces los ingresos mensuales del salario medio estatal, según estudios referenciados por la Doctora en Sociología.

«Cuando se aumente la lista de actividades permitidas con roles de especialidad profesional, veremos que las mujeres irrumpirán en el cuentapropismo y a la vez se eliminarán empleos estatales donde están subutilizadas profesionales y técnicas», sugirió.

La habilidad para administrar negocios es efectiva entre las mujeres observadas por Núñez, que en ningún caso entregaron la licencia, como sí sucedió con varios hombres.

«Los vendedores de alimentos empezaban con una amplia gama de productos porque no hicieron estudio de mercado, pero las mujeres en ese mismo oficio vendían cosas pequeñas, como café, y fueron sumando poco a poco nuevas ofertas», detalló.

Cuando los negocios requirieron capital inicial, provino en ambos grupos de ahorros personales o préstamos familiares, sobre todo de cooperantes cubanos en el exterior.

En el caso de las ocho arrendatarias de viviendas, no ponían reparos en lidiar con el pago de impuestos, la contabilidad, los registros de inmigración, gestionar los empleados, entre otras tareas que no son «típicamente femeninas».

La investigadora encontró la permanencia de la segunda jornada laboral como una fuente de discriminación en todas las entrevistadas.

«El hecho de que la mujer gane más dinero hace que busque personas que la ayuden en la casa o a cuidar ancianos, pero sigue llevando la carga principal de las labores domésticas y el cuidado familiar», indicó.

Los ingresos son utilizados para impuestos, pagar a los empleados, ampliar el negocio, arreglar las casas, vestirse y comer. Solo una buscaba invertir en la compra de un carro.
El estudio también percibió la capacidad de las mujeres dueñas de negocios para realizar varias tareas. «Cuando al hombre le faltaba un trabajador en un puesto de alimentos, se armaba un caos; mientras ellas asumían la actividad sin reparos», explicó.

Para Núñez, esta capacidad para tomar decisiones y emprender nuevos oficios se relaciona con cambios en la ideología de género en la sociedad cubana.

«Las mujeres han cambiado de entes pasivos a proveedoras, con niveles educacionales más altos, lo que les deja el espacio para desmontar los supuestos patriarcales», afirmó la investigadora.

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