Bolsas ecológicas, la apuesta de Amaya

Amaya Torres Casañas no podría explicar si fue su atracción por la naturaleza –que la marcó desde niña– o su pasión por el diseño lo que la impulsó, en medio de la pandemia, a emprender un nuevo camino.
Quizá fueron las dos opciones, que se fundieron en una sola idea cuando vio las imágenes de la vida salvaje regresando a las ciudades desiertas, debido al confinamiento que impuso la Covid-19.

Nació entonces jBAG, un proyecto local responsable con el medio ambiente y enfocado en la confección de bolsas hechas a mano, a partir de textiles crudos recuperados o nuevos, pero que también ofrece una segunda vida al papel, mediante el reciclado.
Están pensadas para diversos fines: sea para llevarlas como mochilas, carteras de paseo, bolsas de playa o de regalo. Su denominador común es su valor estético y artesanal.
En cada una de ellas va, además, el deseo de Torres Casañas de contribuir a preservar la casa común de todos los seres humanos.
Quizá por ello en el perfil de Facebook del proyecto hay mensajes como «no existe un planeta B», que remite a la necesidad de ser parte activa y ayudar al cambio de consumo y la protección ambiental, a veces con una acción tan sencilla como sustituir las bolsas de plástico o de distintos materiales sintéticos por otros.
«jBAG es parte de un proyecto más grande, «La jirafa ecológica cubana», creado para desarrollar el potencial de materiales locales alternativos, biodegradables, recuperados o reciclados», explica a SEMlac su creadora, diseñadora de profesión.jBAG es parte de un proyecto más grande: "La jirafa ecológica cubana", creado para desarrollar el potencial de materiales locales alternativos, biodegradables, recuperados o reciclados.
Desde esta línea ecológica, la idea es desarrollar productos locales textiles o hechos con materiales naturales y alternativos, que van desde las bolsas que ya fabrica, hasta vestuario en general, como chaquetas hechas con jeans reutilizados.
Incluso ha pensado en mascarillas personalizadas, porque eso «es algo que se ha vuelto parte de la nueva sociedad y, poco a poco, debemos integrarlas a nuestra personalidad».
Amaya también pretende rescatar tradiciones artesanales desarrolladas por mujeres en otras partes del mundo y adaptarlas al contexto cubano, pues si de algo están llenas sus piezas es de cubanía.
De ese espíritu rebosan sus diseños en lienzo crudo, combinados con soga de henequén o cordón de algodón blanco, en los que alterna pinturas decorativas también hechas a mano, como girasoles, y otros motivos naturales.
Es una manera de hacer especial el producto, pero igualmente Torres Casañas espera que ayude a despertar la fibra sensible de quien las vea.
Así se suma a otras mujeres que, al escoger la ruta del emprendimiento, encuentran en la protección del entorno un espacio donde hacer confluir sus inquietudes sociales y profesionales, con sus necesidades materiales.
Enfrentarse a trabas, obstáculos y estereotipos tal pareciera estar lejos de la realidad citadina de Amaya TorresCasañas, pero no es así. «En ningún lugar emprender es algo fácil», precisa, al referirse a la coyuntura en la cual surgió jBAG.
«Inicialmente debes hacer un esfuerzo mayor en el trabajo, pues tienes que integrar a tu vida todas las nuevas tareas que conlleva sacar algo adelante, sin desplazar al resto de las responsabilidades habituales», dijo.
En su caso, representó robarle tiempo al sueño para poder equilibrar todo, mientras el proyecto iba ganando espacio, hasta convertirse en el centro de su actividad laboral.
Sin embargo, reconoce que la atención a su familia e hijos pequeños complejizó el proceso. «Quien quiere puede», apunta. «No hay imposibles para quien sueña y se dispone a conseguir un objetivo, pero también tiene un costo», asegura.
Aunque ha encontrado no pocos obstáculos, también ha recibido mucho apoyo de su familia y una buena acogida entre mujeres emprendedoras con propuestas muy diferentes.
Para Amaya Torres Casañas, Cuba vive un momento de cambio que genera mucha incertidumbre y crea angustias, a partir de las dificultades para acceder a los insumos necesarios para sus producciones.
No obstante, a nivel social, su proyecto ha recibido una buena acogida del público, ávido de un producto diferente, refiere.
Seguir creando soluciones únicas, con las que aspira a disminuir el empleo de bolsas de plástico u otros materiales sintéticos, es uno de los deseos de la joven. «Soy diseñadora industrial, por lo que las jBAG son, además de mi pasión, el reflejo de mi manera de ver el mundo, donde la forma toma el control y existe en función del uso», asegura.

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