El incremento del autoempleo en el sector no estatal cubano abre nuevas opciones y perspectivas económicas para muchas personas, pero también podría elevar la inseguridad del empleo, en particular de las mujeres, advierten especialistas.
Extensas jornadas de trabajo, irregulares o ausentes horarios para almuerzos y descansos, arreglos laborales que no consideran vacaciones ni compensación alguna cuando el negocio cierra temporalmente son algunas de las adversidades que suelen aparecer en el sector privado de trabajo.
«Se ha logrado mucho en Cuba en materia de protección a la mujer trabajadora, pero creo que se abre una brecha hoy en el sector no estatal», suscribió a SEMlac, en un mensaje de correo electrónico, una de las personas que intercambió criterios en la lista de discusión sobre el tema, promovida en julio por el servicio informativo Mujeres emprendedoras.
La comentarista agregaba varias preguntas a su mensaje: ¿cómo queda una cuentapropista si está embarazada y necesita su tiempo de descanso por este concepto? ¿No serán sustituidas de sus puestos en caso de que trabaje para un particular? ¿Se acumulan vacaciones? ¿Si cesas en un empleo (particular), qué protección tiene el trabajador o trabajadora en esta circunstancia?
«Son varias las preguntas que me hago al respecto. Quizás algunas de ellas tienen ya respuestas, pero la mayor parte de la población las desconoce», aclaraba.
En 2010 la economía cubana inició un proceso de cambios, entre ellos el desarrollo del sector no estatal, con la ampliación de la lista de actividades permitidas a más de 200.
Ello abrió nuevas opciones de autoempleo y contratación para todas las personas, incluidas las mujeres, cuya participación en esta modalidad laboral se ha incrementado.
Hasta mayo de 2015, ellas sumaban el 30,6 por ciento de las 504.613 personas registradas como trabajadoras por cuenta propia, de acuerdo con informaciones emitidas en junio por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
No obstante, su participación en el empleo no estatal sigue siendo minoritaria respecto a los hombres, se concentra en áreas de menor remuneración, manejo de recursos y toma de decisiones.
Si bien algunas destacan como emprendedoras al frente de negocios propios, predominan como trabajadoras contratadas, administradoras o en oficios tradicionalmente femeninos como los de peluqueras, comercializadoras de alimentos, encargadas de la limpieza o cuidadoras.
A juicio de la economista Teresa Lara, se trata de un espacio laboral muy necesario, posible de cubrir hoy en mejores condiciones por las cubanas, que cuentan con una alta calificación técnica y profesional.
«Pero la lista de trabajos por cuenta propia sigue teniendo un sesgo sexista, de trabajos concebidos y pensados para mujeres y para hombres, aunque en la realidad cualquiera los pudiera ejercer», precisa a SEMlac.
A ello se suman otras apreciaciones o miradas particulares, como exigir «una agradable apariencia física» y edades «juveniles» para cubrir puestos de atención al público o atraer clientela en algunos negocios.
Lo cierto es que, si bien muchas han mejorado sus ingresos personales trabajando en el sector privado, lo hacen también, no pocas veces, en detrimento de su salud y sin las mejores condiciones de trabajo.
Ese parece ser el caso de la madre de Regina Ortega, una profesional residente en la capital cubana.
«Mi mamá administra un competente hostal, en el centro histórico de la ciudad, por una paga mensual de 200 pesos cubanos convertibles/ CUC (equivalentes a cerca de 200 dólares estadounidenses), un salario que jamás ganaría como profesional en el sector estatal», cuenta Ortega.
Sin embargo, la joven cree que en un futuro no muy lejano su madre tendrá que dejar ese trabajo, bondadoso económicamente, pero que apenas le deja tiempo y espacio para el ocio, la vida propia y la convivencia familiar.
«Ella tiene que estar al tanto de todo: administrar los recursos materiales y humanos, velar porque no falte nada y encargarse incluso de las compras. Permanece en el hostal de lunes a viernes y solo va a su casa los fines de semana. Eso, a largo plazo, es humanamente insostenible», comenta Ortega a SEMlac.
El tema de los derechos y las condiciones laborales de las mujeres en el sector informal es una preocupación generalizada en Latinoamérica desde hace años y ahora empieza a generar inquietudes entre las cubanas.
Consciente de que la mayoría de los estudios, actualmente, están dirigidos al sector cuentapropista, la socióloga Reina Fleitas considera que cualquier acción de intervención debe tener en cuenta, primero, un estudio preliminar que pueda determinar los motivos individuales para que las mujeres no se incorporen al trabajo formal.
La profesora de la Universidad de La Habana es partidaria también de que la política social hacia las mujeres no sea global, sino diferenciada respecto a la estratificación al interior de ese grupo, pues no todas viven las mismas desventajas sociales.
«Muchas de esas mujeres en trabajo informal tienen problemas económicos y responsabilidades en el cuidado que les impiden tener un trabajo con horario cerrado», opina Fleitas desde la lista de discusión de Mujeres emprendedoras.
«Hace rato vengo diciendo que la política no puede ser solo universal que hay que buscar formas específicas de intervención, pero también hay que estudiar las realidades de grupos específicos», señala.
Aunque el actual Código del Trabajo y la Ley de Seguridad Social protegen por igual a quienes trabajan en el sector estatal y el no estatal, ello parece ser insuficiente en la actualidad.
«Hace falta una investigación profunda, porque el marco normativo es abarcador; pero las prácticas y los testimonios indican que fallan los mecanismos para que ello funcione», asegura a SEMlac Teresa Lara.
Lo que prima a la hora de solicitar un empleo en el sector no estatal es un acuerdo que no queda escrito, agrega la economista, «El acuerdo colectivo de trabajo, que es la representación del código laboral en un centro de trabajo y es obligatorio en el sector estatal, no existe en el sector privado. Pero tampoco se suscriben contratos entre el dueño y el trabajador contratado».
Hay un matiz que, igualmente, no ha quedado bien delimitado, a su juicio, al considerarse por igual como trabajadores por cuenta propia y no establecerse ningún matiz, con deberes y derechos, entre el dueño, que pone los recursos y contrata fuerza de trabajo, y los empleados contratados.
«Ese contrato debiera regir las condiciones del empleo, el tipo de salario, los beneficios como descanso y vacaciones, y la protección en caso de cierre, por ejemplo, de alguna instalación. A veces el propio Estado detecta irregularidades y cierra temporalmente algún local, y sus trabajadores tienen que esperar en su casa, sin ninguna compensación», expone como ejemplos.
A juicio de Sara Artiles, consultora de la Empresa de Gestión del Conocimiento y a Tecnología (Gecyt), en esta problemática confluye una combinación de factores, como la escasa cultura jurídica y la fuerza que ejercen las personas desempleadas sobre aquellas que lo están, en materia de competencia y relevo laboral.
«Ante los nuevos escenarios de trabajo, aparecen riesgos que afectan a mujeres y hombres», alerta la experta en su artículo «Ellas hablan sobre protección laboral», escrito especialmente para el servicio Mujeres emprendedoras.
«Sin embargo, son ellas quienes se encuentran en mayor desventaja por su condición y los roles asignados, que las colocan en empleos simultáneos. Al mismo tiempo que son eficientes en lo público, deberán serlo también en lo privado (sus hogares)».