Como una manera más de sentir amor, deseo, placer y atracción física y psicológica por otra persona, definen algunas lesbianas cubanas su homosexualidad.
Sin embargo, no pocos prejuicios y criterios contradictorios perviven aún en algunas de ellas, atrapadas quizás entre un intenso sufrimiento por la aceptación personal de su condición y la experiencia del rechazo social y familiar.
“Es una orientación tan válida como la heterosexual, no veo la diferencia”, dijo una de las 22 lesbianas de la capital cubana que accedieron hablar a SEMlac, la mayoría de ellas entre 30 y 40 años de edad, universitarias y ocupadas en puestos profesionales.
Aunque sus criterios no pueden generalizarse al resto de la población gay y lesbiana de la isla, casi la mitad de las entrevistadas aprecia la homosexualidad como una vía de plena satisfacción física y psicológica, al estilo de como ocurre en las relaciones entre mujeres y hombres (heterosexuales).
Ese grupo también remarca el sentimiento del amor por encima de cualquier otro, aunque se trate de “una manera de sentir y experimentar algo diferente a lo que está acostumbrada la sociedad”.
No obstante, los tabúes, criterios contradictorios y las diversas teorías desarrolladas en torno al tema, también parecen haber calado entre no pocas mujeres homosexuales.
Así, el 36,3 por ciento de la muestra atribuye su orientación a causas genéticas y hereditarias, mientras un grupo menor (18 por ciento) la ve como “enfermedad que quizás tenga cura”, un criterio muy recurrente también en la población.
“Yo pienso que se nace con esa información. Es más, considero al ser humano bisexual por naturaleza y que sólo se orienta según su preferencia”, comentó una mujer mayor de 35 años, al contestar el sondeo, que respetó la voluntariedad y el anonimato.
Otras lesbianas, las menos, valoraron incluso la posibilidad de que la homosexualidad esté asociada a la crianza, ya sea por severa o muy sobreprotectora.
A la hora de explicar la orientación hacia el mismo sexo, no les faltan todo tipo de razones: desde la falta de cariño, orientación y apoyo, la crianza familiar o el mapa genético de cada cual, hasta el total desconocimiento. “No sé cómo ocurre, ni por qué, pero tampoco me interesa demasiado”, comentó una entrevistada.
Pero en algo parecen coincidir las mujeres que descubrieron su inclinación a edades tempranas y aquellas que lo experimentaron de jóvenes o adultas: en sus relaciones disfrutan y sufren igual que las parejas establecidas entre mujeres y hombres.
En cuanto a reconocer públicamente su homosexualidad, las opiniones están divididas: el 45,4 por ciento lo admite y algo más de la mitad lo oculta, por temor a la reacción de la gente, el rechazo social o simplemente, por ser un asunto privado.
“Ni lo niego, ni lo voy gritando por la calle. No tengo que hacer ostentación de mi condición de homosexual, pero no me avergüenzo de serlo”, escribió una de las entrevistadas. Para otra, “no es un pecado, sino placer”.
Así y todo, el 59 por ciento de la muestra asegura no sentirse discriminada, frente al 30 por ciento que dijo haber vivido situaciones de ese tipo en espacios laborales y sociales. Una profesional de 39 años, por ejemplo, se queja de que “en casi todos los centros nocturnos la entrada es por pareja, pero no se reconocen las parejas del mismo sexo”.
“La principal discriminación es de la sociedad en general, no de nadie en particular. Es un sentimiento que se percibe, un gesto, una mirada, algo que te dice que debes conducirte con mucha cautela y no mostrar tus verdaderos sentimientos, porque puede resultar fatal”, asegura una de las participantes en el sondeo de opiniones.
Los criterios también parecen estar divididos casi equitativamente a la hora de apreciar el nivel de tolerancia, que depende del medio específico de que se trate. De cualquier modo, en las consultadas no hay una tendencia definida y lo común es reconocer que se ha evolucionado, aunque no todo lo que ellas desearían.
La mayoría de las lesbianas entrevistadas por SEMlac se consideran personas realizadas y solo el 30 por ciento se distancia de ese criterio. Son las que aluden al ocultamiento de una condición imposible de compartir con la familia o la sociedad, porque se sienten permanentemente juzgadas.
Del total de consultadas, 64 por ciento ha tenido relaciones con personas del sexo opuesto, a pesar de que la mayoría descubrió su orientación sexual entre la niñez y la adolescencia. Algunas de ellas llegaron a casarse y 9 (41%) tuvieron hijos como resultado de alguna relación heterosexual.
Más de 68 por ciento piensa que la maternidad es importante para la realización personal, pero solo 2 de las 13 mujeres (59% de la muestra) que no son madres han pensado en buscar una salida para tener su hijo. Una mencionó la fertilización asistida o en la adopción, dos opciones no disponibles en Cuba para mujeres solas, y la otra pensó en la “producción independiente”: tener relaciones sexuales con un hombre con el único fin de procrear.
A la pregunta sobre qué les gustaría ser si volvieran a nacer, la mayoría quiso ser homosexual. De poder elegir, una minoría (22 %) se inclinaría hacia la heterosexualidad, pero con la condición de nacer hombres y no mujeres. Por último, una entrevistada optó por la bisexualidad: “así se puede disfrutar de la belleza del hombre y de la mujer”, dijo.
Lesbianas y salud
El sistema de salud pública cubano impulsa un proyecto para capacitar a médicas y médicos de la familia en el tratamiento diferenciado de las personas homosexuales, sean gays o lesbianas, confirmó SEMlac con fuentes cercanas al sector.
La única referencia pública a este programa fue realizada en septiembre del pasado año por el doctor Miguel Sosa, presidente de la Sociedad Cubana de Defensa de la Familia (Socudef), durante una breve intervención en el XII Congreso Internacional de Derecho de Familia, realizado en La Habana.
En tanto, funcionarios cercanos al Ministerio de Salud Pública consultados por SEMlac aseguraron que la capacitación incluye temas vinculados no sólo a la ayuda sicológica que a veces demandan estas personas para poder asumir su orientación sexual, sino también hacia la prevención de diversas enfermedades, como puede ser el sida.
El sistema del médico de la familia funciona a nivel comunitario y cubre más del 90 por ciento del territorio de la isla, incluidas zonas montañosas de difícil acceso. Al menos en la capital de Cuba, algunos especialistas que desempeñan estas funciones logran convertirse en figuras de confiar para gays y lesbianas, confirmó SEMlac.
Interrogadas sobre si han recibido o les gustaría recibir atención diferenciada por parte de las instituciones de salud, la totalidad de un grupo de 22 lesbianas entrevistadas por SEMlac dijo que nunca ha recibido ese tipo de atención y sólo 22,7 por ciento de ellas consideró que sí debería existir.
Como norma, la idea de atención se vincula a la esfera psicológica, en busca de orientación, apoyo emocional y comprensión. Una de las testimoniantes asegura que demandaría del servicio especializado porque no se acostumbra a la idea (“siempre pienso en el matrimonio normal”) y otra dice que le urge un especialista que le diga que “ser así no es malsano, que soy una persona igual a las otras y que no puedo ni debo ser discriminada por esto”.