Lima, mayo (SEMlac).- Un sacerdote que opinó públicamente a favor de las uniones civiles de las parejas homosexuales, fue prohibido de ejercer sus labores sacerdotales por el Primado de la iglesia católica en el Perú, el arzobispo Juan Luis Cipriani, miembro connotado del Opus Dei.
El sacerdote Gastón Garatea, de la Orden de los Sagrados Corazones, es un teólogo muy respetado por su labor a favor de los derechos humanos, la lucha contra la pobreza y contra toda forma de discriminación.
Fue miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que investigó y elaboró un informe sobre la violencia armada que vivió este país entre las décadas del ochenta y el 2000; posteriormente encabezó la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza y antes había presidido el Instituto de Pastoral Andina y estuvo al frente de la Conferencia de Religiosos del Perú, entre otros importantes cargos de acción social.
Actualmente, además de sus funciones sacerdotales, es asesor en temas de responsabilidad social de la Pontificia Universidad Católica del Perú, cargo que tampoco podrá ejercer al habérsele negado la renovación de su licencia ministerial como sacerdote.
El propio Garatea lo confirmó ante el requerimiento de los periodistas. «No podré celebrar misas ni dar los sacramentos», señaló excusándose de dar más información.
Sin embargo, otras fuentes confirmaron que Cipriani comunicó la decisión al superior de la Orden de Garatea, aduciendo que sus declaraciones van contra la tradición de la iglesia.
Garatea es conocido por hablar claro y sin ambages frente a temas polémicos, como la unión de homosexuales y el aborto. En febrero pasado, se mostró a favor de la unión civil entre parejas del mismo sexo, y aclaró: «podemos estar en contra del matrimonio de personas del mismo sexo, pero en una unión civil no hay problema».
Anteriormente, también había discrepado con la jerarquía en el tema del aborto eugenésico. «Si bien es cierto que es un tema legal, es más cierto que se trata de un tema profundamente humano. Es claro que deben abordar el asunto desde un punto de vista más humano», afirmó cuando en 2009 se discutía en el Congreso una propuesta para despenalizarlo.
Al parecer, la gota que colmó el vaso de la paciencia de Cipriani, habrían sido sus declaraciones a la revista Caretas el pasado 4 de abril, cuando al ser preguntado si le critica algo a la iglesia católica, respondió: «Muchísimas cosas. Se preocupan más en la ley que en el espíritu: se habla más del canon y no tanto del Evangelio».
También señaló que, a su modo de ver, el celibato «se ha extendido equivocadamente a todos los sacerdotes. El celibato está bien para los que viven en congregaciones, como yo, pero no para los del clero secular que viven en sus casas», precisó.
Apenas conocido el castigo contra el sacerdote, observadores políticos e intelectuales alzaron su voz de protesta en diversos medios y columnas de opinión. Víctor Vich, del Instituto de Estudios Peruanos, afirmó en una columna del diario La República que «la Iglesia Católica ha sido tomada por un conjunto de fundamentalistas que no toleran la diferencia de opiniones ni el debate intelectual, que han sustraído toda autocrítica personal del mensaje realmente incómodo del hijo de Dios y cuyo único objetivo parece ser la pura ambición económica y el poder político».
Augusto Ortiz de Zevallos, otro connotado analista, recordó que Garatea no es el primer sacerdote perseguido por Cipriani, pues anteriormente lo fue Gustavo Gutiérrez -iniciador de la Teología de la Liberación-y el ya fallecido obispo de Sicuani, una prelatura andina muy pobre.
«Estos reiterados abusos de poder, medievales e inquisitoriales, se van convirtiendo en la marca de este «liderazgo» de Cipriani», [quien] se opone a que haya una Iglesia inteligente y contemporánea, que sí crea que las libertades personales importan y que estamos en el siglo XXI, que es diferente del siglo XV», afirmó.
También las redes sociales se vieron inundadas de mensajes de rechazo. Incluso, en Facebook se ha creado un grupo llamado «Veto a Cipriani y solidaridad con el Padre Garatea», donde se ha publicado una carta abierta de solidaridad y rechazo a la medida.
«La opinión franca y directa, pero siempre dentro del respeto a los mandatos de la Iglesia Católica, ha sido al parecer el motivo de la sanción impuesta al padre Garatea. Consideramos que en medio de la crisis que vive la Iglesia Católica por la presencia de malos elementos, un sacerdote como el padre Gastón Garatea representa un orgullo para toda la comunidad católica del Perú», dice uno de los párrafos de la misiva.
Asimismo, hace notar que la suspensión se produce precisamente en momentos que el Arzobispado de Lima enfrenta un litigio legal y eclesiástico contra la Universidad Católica por la reforma de los estatutos que, a juicio de Cipriani, son «demasiado laicos», y sobre la tenencia legal de los terrenos donde se asienta la sede central de la universidad. Para los firmantes, intentar amedrentar al referido sacerdote en ese contexto «representa una provocación y una arbitrariedad hacia toda la comunidad universitaria».
La carta pide que se deje sin efecto la suspensión y aunque, según fuentes eclesiásticas consultadas por SEMlac, «es improbable» que se revoque la decisión del arzobispo, ha servido para dejar en evidencia el rechazo que sus actitudes generan en los fieles, trátese de monjas, sacerdotes o laicos.
Muchos twitteros han recordado que Cipriani fue un entusiasta colaborador del gobierno de Alberto Fujimori y que jamás perdonó a Garatea haber formado parte de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que sacó a la luz los crímenes contra los derechos humanos cometidos durante su gobierno.