Óscar Guasch: “Ser macho mata”

Oscar GuaschEl sociólogo tarragonés especializado en sexualidad e identidades masculinas habla, entre otras cosas, sobre el miedo de muchos hombres a ser tratados como mujeres, un tipo de homofobia que afecta también a los homosexuales.

«El movimiento gay nace para combatir la homofobia, pero una parte dice exactamente cómo tienen que ser las personas homosexuales. Si eres pobre, viejo y homosexual no tienes visibilidad social»

En sus escritos usted critica al movimiento gay hegemónico básicamente por haber aceptado ser tolerado al precio de laminar su diversidad, y por haber sido incapaz de exportar y legitimar el amor entre hombres al conjunto de los mismos.

Hay procesos sociales que nacen para liberar a las personas pero con el tiempo se convierten en normalizadores. El movimiento feminista nace para liberar a las mujeres, pero cierto feminismo se convierte en feminismo de estado. El marxismo nace para liberar al proletariato, pero cierto marxismo se transforma en dictadura del proletariato y en socialismo real. El movimiento gay nace para combatir la homofobia, y al final cierta parte del movimiento dice exactamente cómo tienen que ser las personas homosexuales. Si eres pobre, viejo y homosexual no tienes visibilidad social.

¿Por qué el movimiento gay hegemonico acabó conviertiendose en normalizador?

Por un conjunto de factores. La peseta rosa, o sea el hecho de que el gueto, que jamás es voluntario sino una estrategia de los grupos subordinados para sobrevivir en un medio hostil, genera un mercado importante de consumo.

El contexto político, que seguramente tenga que ver en España con el zapaterismo, o sea con un intento de redifinición de la izquierda a partir de políticas sociales de visibilidad que no cuestan dinero, como la ley que regula el matrimonio entre homosexuales.

La existencia de determinados líderes gays que han utilizado el movimiento para autopromocionarse, cosa que pasa en todos los lados. Una cierta necesidad por parte de muchas personas homosexuales de ser aceptadas, de decir ‘yo también soy normal, puedo casarme y tener hijos’ y muchísima homofobia interiorizada por parte de muchos homosexuales. Poder decir ‘yo soy un homosexual correcto, noy soy promiscuo, no soy una loca, no soy afeminado’. Todo esto ha creado un contexto en el que se ha producido un determinado modelo arquetípico de ‘gay a imitar’.

La crisis va a cambiarlo todo. España en 15 años ha pasado del borrego al descapotable. Ahora nos vamos a convertir en un país modesto, y esto está creando muchos problemas sociales a nivel de aceptación. Mucha gente va a pedir autoritarismo, orden y va a haber ira social proyectada sobre los inmigrantes, probablemente sobre los homosexuales y trans que tengan a mano, porque es muy complicado para una sociedad bajar en estatus social.

¿Qué significa, como usted sostiene en ‘La sociedad rosa’ y en ‘Héroes, cientificos, heterosexuales y gays’, que ‘donde los hombres de verdad son definidos como viriles los maricones se reproducen gracias a la homofobia’?

El gay socialmente presentable de hoy en día es simpático, agradable, entiende de moda, es respetuoso, le puedes llevar a cialquier fiesta. Algunos aceptan ese rol de simpático, super amigo de todas las chicas. Yo no critico ni el cabaret ni la ironía, lo que sí critico es cuando eso se hace para encajar en lo que se espera de uno.

En España están aumentando las infecciones de VIH entre homosexuales.

Es por una cuestión de falta de memoria histórica. La gente de mi generación, que tiene alrededor de 45 y 60 años, se acuerda muy bien de toda la gente que murió, pero los jóvenes, gracias al tratamiento antiretroviral que ha convertido el SIDA en una enfermedad crónica, no tienen esa sensación de peligro. Yo diría que de algún modo el movimiento gay español se ha instalado en el éxito. Se ha instaurado una sensación social de que gracias al matrimonio la homofobia desaparece. Y no es así. Seguramente un gran éxito internacional del movimiento gay fue segregar el VIH/SIDA de la homosexualidad, que antes se denominaba ‘cáncer gay’, mientras que ahora es opinión común que le puede pasar a cualquiera. En todo caso, incluso dentro del movimiento homosexual hay disciminación respecto a las personas que tienen el VIH/SIDA.

Si, como usted escribió, en el siglo XIX el discurso médico convierte en disidencias las prácticas sexuales no reproductivas y no heterosexuales sustituyendo a la religión en el control social de la sexualidad, ¿quién sustituye hoy a la medicina?

Las conductas sexuales son conductas sociales y como tales tienen normas, reglas y prohibiciones. Si el cristianismo define los pecados, la medicina, en colaboración con el derecho, caracteriza médicamente a los que cometen atentados contra la moral o contra el pudor. Todas las que eran categorías religiosas, no solo sexuales, fueron convertidas en patologías. El ‘no robarás’ en cleptomanía, por ejemplo, o el ‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’ en ‘terapia ocupacional’. Hoy es el mercado el que dicta las reglas de lo posible, de lo permitido y de lo recomandable a través de la dictadura de la imagen y del consumo. Hoy en día una persona sana es una que tiene poder adquisitivo. La sexualidad se ha transformado en un producto de consumo. Los clubs de intercambio de parejas, la prostitución, el turismo sexual (no necesariamente infantil ni solo para hombres). La idea de que siempre tengamos que estar presentables para la eventualidad del sexo, sobre todo las mujeres. Sigue siendo una sexualidad vista en perspectiva masculina, donde mandan la penetración y el orgasmo, y la pareja estable es el objetivo deseable. La penetración es estupenda y si alguien tiene una pareja y la disfruta, también, pero es triste pensar que no puedes ser feliz si no las consigues.

Usted tambien sostiene que «la actual identidad-basura gay crea tal sobresignificado sobre el amor entre hombres que cualquiera que ame a otro, de forma inmediata es clasificado como gay (aunque no quiera). Se trata de un proceso imparable y reduccionista que define de forma unívoca y claustrofóbica la identidad de las personas y que impide y bloquea la extensión del amor entre hombres al conjunto de los mismos».

El proyecto original del movimiento gay no era crear ‘lo gay’ sino que todos los hombres fueran conscientes de que podían amar a otros hombres y que no pasara nada. Amarse como hombres y combatir la homofobia. Hay dos clases de homofobia. La simple, odiar a los homosexuales, y la compleja, que es el problema que tienen muchos hombres a ser tratados como mujeres o como poco hombres. Ese es el verdadero problema y afecta también a muchas personas homosexuales.

Es que ser gays es absurdo… o mejor dicho yo entiendo el serlo como una forma de resistencia que tiene contexto biográfico. Si tienes 12, 13 años y te reconoces como lesbiana, por ejemplo, llega un momento en el que dices ‘¿por qué me están insultando?’, y como estrategia de resistencia necesitas una identidad para resistir a la opresión, para reconstruirte, para sentirte orgullosa. Pero con sesenta años en una sociedad democrática como España ¿vamos a seguir siendo gay? Hombre, tenemos que seguir combatiendo la homofobia, pero ¿no hay otras maneras de hacerlo que la identidad gay? Yo creo que sí.

¿Por ejemplo?

A través de la visibilidad de la diversidad, que la gente entienda que las minorías son muy diversas, que hay homosexuales que no saben cocinar, los hay tontos y los hay inteligentes, que hay lesbianas que quieren ser madres y las hay que odian la maternidad…

La gente ¿cómo puede ver esto?

Ya está pasando. Las nuevas generaciones homosexuales están tomando la paternidad como una posibilidad real. Este es un cambio importante porque de algún modo libera a las mujeres de la función social de la maternidad. La mujer que ha estado siempre pensada como biológicamente dirigida a la educación de repente dice ‘ah no, la maternidad puede ser una función social, no una biológica, y lo puede hacer cualquiera’. Este tipo de cambios hace que empiecen a aparecer personas que están fuera del modelo hegemónico y que se plantean ser padres a través de vientres de alquiler o de la adopción, o sea formas de estilos de vida distintos a los previstos para ellos.

¿Usted se lo planteó?

Yo dejé de ser gay hace tiempo. Lo fui y me lo pasé bomba dentro del gueto, pero dentro de mi biografía eso tenia una fecha de caducidad. Siempre estaré contra la homofobia y por el respeto a la diversidad, pero sin etiquetas.

¿Qué diferencias hay entre cuando lo era y cuando dejó de serlo?

La manera en la que yo me pienso a mí mismo y la manera en la que me relacionaba con los demás. Fui un profesor joven, gay, simpático, divertido y llegó un momento en que me harté de ese rol. Soy un profesor de universidad y soy muchas más cosas que ser gay.

Y ¿sobre ser padre?

Nunca me lo planteé, pero creo que tiene más que ver con una cuestión de egoismo. También es verdad que la gente de mi generación fuimos socializados en la idea de que la paternidad no era propia de homosexuales.

Tomado de Pikara Magazine

Texto: Elena Ledda. Nu, Gender and Excellence

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