Para las mujeres lesbianas y bisexuales, alzar la voz y hacer activismo implica romper más de una barrera. En un mundo heteropatriarcal que las agrede e ignora, muchas veces es mejor no “desentonar”, no reclamar o subvertir. Pero, ¿qué pasa con aquellas que elevan su voz y apuestan por andar juntas?, ¿por qué el activismo lésbico es menos visible?, ¿cuáles son sus demandas y propuestas? Para reflexionar sobre estas interrogantes se reúnen en el debate Mujeres lesbianas y activismo: alzar la voz juntas las activistas Diarenis Calderón, integrante de la colectiva Nosotrxs; Teresa Fernández de Jesús, coordinadora de la Red Nacional de Mujeres lesbianas y bisexuales y Lidia Romero, abogada y activista.
Durante algún tiempo, las voces de las mujeres lesbianas dentro del activismo LGBTIQ fueron menos visibles. ¿Cuáles cree hayan sido las causas?
Diarenis Calderón (DC): Muchas de las causas están relacionadas con la guía o la coordinación de las colectivas o proyectos que conforman la comunidad. En muchos casos, la comunidad LGBTIQ es una experiencia auto gestionada de organización y quienes logran los medios para la organización asumen ser líderes únicos y sus criterios son los únicos válidos. Y eso es privilegiado.
La mayoría de las acciones están dirigidas por hombres blancos, cisgénero, con privilegios, quienes olvidan la voz individual dentro del colectivo y ponen en visibilidad las problemáticas comunes que les afectan a ellos, pero echan a un lado los conflictos específicos de mujeres lesbianas, trans, no binarias y muchísimo más lesbianas negras.
Todo esto tiene base en el pensamiento de representatividad centralizada, patriarcal y clasista que rige las vidas heteropatriarcales. A menudo, esas conductas se repiten por lo difícil que es desaprender y despegarse de ellas.
Teresa Fernández de Jesús(TFJ): Las voces de las mujeres lesbianas siguen siendo las menos visibles y las causas son múltiples: por una parte, la existencia real de una lesbofobia que se manifiesta en todos los escenarios de la vida privada y pública; por otra, la persistencia de una cultura que coloca lo masculino como el signo positivo y lo femenino como subalterno. Y si ese femenino es lésbico y disidente de la norma heterosexual, carga con un plus de estigmatización.
Lidia Romero(LR): Considero que seguimos siendo menos visibles. Pienso que responde a la doble discriminación histórica que sufrimos, por no responder al mandato patriarcal. Ser lesbiana es un acto de rebeldía enorme y no es lo que se espera de nosotras, por ser mujeres. Se nos ha educado y se nos educa para ser tiernas, sumisas, reservadas, tener descendencia y para las labores de cuidado.
Los hombres homosexuales emergen con una dinámica de poder muy diferente a la nuestra. A ellos se les ha enseñado que son de la calle y que pueden lograrlo todo. Aún estamos condicionadas por lo social, lo económico, lo cultural y lo jurídico. Todo esto pesa mucho en el imaginario colectivo impidiendo que nos cuestionemos hasta el lugar donde nos urge estar.
El patriarcado aún goza de buena salud y quiere callarnos. Lo siento en los círculos de activismo, sobre todo en las redes sociales. Los insultos, por ejemplo, tienen una connotación tan despectiva que muchas mujeres lesbianas prefieren no salir de sus espacios de confort. Es duro ver que nuestros cuerpos aún se erigen como soportes de nuevas formas de dominación para cortarnos el paso. Aun así, muchas mujeres lesbianas entienden que el activismo no es necesario.
¿Cómo caracterizaría el activismo de las mujeres lesbianas en Cuba?
DC: El activismo de las mujeres lesbianas es sacrificado, audaz, solidario, invisible y muy duro. La vida del activismo pasa por las cargas de las dobles o triples jornadas de labor de las mujeres, la discriminación y los momentos de exclusión ante una comunidad más visible desde la representación gay. Es, además, un espacio difícil de mucha contienda y controversia social.
TFJ: Existan grupos de la red de Mujeres Lesbianas y Bisexual en casi todo el país; no obstante, aún es un activismo que se mantiene con poca incidencia social y que yo definiría como activismo en la esfera de la intimidad, que se realiza en contextos «cerrados»; entre mujeres que tienen conciencia de sus necesidades, pero no logran abrirse públicamente y hacer valer su orientación sexual y sus derechos en una sociedad todavía demasiado machista y de profundo arraigo patriarcal.
LR: No percibo un activismo de las mujeres lesbianas en Cuba con liderazgo colectivo, aglutinador e inclusivo, para promover nuestros derechos humanos básicos. Pienso que La Red de Mujeres Lesbianas y Bisexuales del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) pudiera intentarlo. Lleva años de experiencia de trabajo comunitario y la cubre una significativa sombrilla. Algunos grupos tienen un importante trabajo en provincia y han logrado apoyo de algunas instituciones, pero su labor es de contención, asistencialista y les falta ganar mayor capacidad de agencia y liderazgo político.
El trabajo de la Red es monitoreado y tutelado por el Cenesex, lo que les permite –en comparación a otros grupos de activistas– trabajar en un contexto estable y previsible. No obstante, tienen mucho en común con los demás activismos. Comparten la debilidad de no contar con personalidad jurídica y recursos propios para llevar a buen término sus objetivos. Este activismo no aparece en los medios de comunicación con la periodicidad necesaria, ni se conoce más allá de su terreno de influencia. En términos generales, es un activismo invisibilizado y fracturado.
¿Cuáles son las principales demandas y reivindicaciones de las activistas?
DC:
Una ley integral contra la violencia de género.
Acceso a la educación e información sexual necesarias a todos los niveles posibles.
Crear espacios de diálogo con las instituciones oficiales para que acepten la autoridad y personalidad jurídica de colectivas coordinadas por mujeres lesbianas y queer.
Consensuar, informar y asistir equitativamente la asistencia médica en relación con temas de cuidado y protección de la cuerpa. Sobre todo, ante la diversidad sexual e identidad de género.
TFJ: Los derechos sexuales y reproductivos siguen siendo una de las mayores reivindicaciones de las mujeres lesbianas. Derecho a la reproducción asistida, reconocimiento de la lesbo maternidad y familias LGBTIQ, matrimonio igualitario con todos los derechos que esa institución garantiza al matrimonio heterosexual, profesionales de la salud sensibilizados ante las diversas orientaciones sexuales e identidades de género, leyes que garanticen todos nuestros derechos y eliminen las brechas de inequidad social y ciudadana.
LR: Entre las principales demandas y reivindicaciones están el derecho a contraer matrimonio, a la maternidad asistida, a la adopción, a recibir un trato digno en las instituciones de salud, a centros laborales libres de violencia y acoso. A vivir y disfrutar nuestros derechos sexuales con dignidad.
¿Qué desafíos enfrentan?
DC: Las mujeres lesbianas tienen políticas, vivencias, conflictos diferentes a los hombres gay y son tratadas en la sociedad con una carga mayor de prejuicios, pues la mujer es concebida para reproducir la familia, debe ser cuidadora, obediente y responsable de educar y hacerlo bien. Pero si su prioridad es su felicidad y libertad sexual, entonces estará desprotegiendo sus otros roles, algo que está penado.
Otro desafío son las fronteras que nos imponemos por intereses individuales o de ciertos grupos. Deberíamos trabajar más juntxs buscando la participación y los consensos. Tendríamos que ampliar en la comunidad de mujeres lesbianas el feminismo, como vía posible de romper con el patriarcado, el sexismo y el racismo. Quitar la venda de clase que existe entre quienes somos de un sitio u otro, de una profesión u otra.
También nos retan las prácticas que construyen el relato sexista, pues son muy fuertes y se perpetúan cada día. Son prácticas occidentales y globales, también presentes en Cuba.
TFJ: El desafío mayor es vernos plenamente representadas, sin sufrir discriminaciones, desprecio, violencias y estigma. Ver realizadas todas las reivindicaciones por las que es necesario nuestro activismo.
LR: Visibilizarnos en una sociedad patriarcal que estigmatiza, violenta y discrimina las expresiones sexuales no heteronormativas. Lograr tener participación política en los espacios de toma de decisiones. Las mujeres somos mayoría en el parlamento ¿Cuantas son lesbianas? ¿Cuantas se encuentran en puestos de dirección? Escribir nuestra historia como protagonistas de las luchas sociales. En la historia oficial de Cuba, las mujeres aparecemos como la madre de los héroes, como objetos de los afectos de los próceres. En ese mínimo espacio, las mujeres lesbianas somos las grandes olvidadas. En la historia del movimiento LGBTIQ mundial, la visibilidad ha sido su principal estrategia de lucha. Este reto simbólico es un instrumento poderoso de educación pública para subvertir el orden social. Para ello necesitamos llegar a los medios de difusión y conquistar todos los espacios posibles.
¿Cómo fortalecer el activismo de las mujeres lesbianas en Cuba hoy?
DC: La comunidad tiene que ser consciente de la pluralidad y que la participación sea fluida, horizontal, con distribución apropiada para participar y también para compartir roles y beneficios.
Concebir el activismo como plataforma que escuche, muestre otras cuerpas y voces; fortaleciendo la existencia de cada persona. Buscar alianzas posibles entre nosotras; usar el poder que tenemos y compartirlo. Hacer eventos para las mujeres lesbianas desde ellas y con ellas.
TFJ Es fundamental crear sinergias con organizaciones e instituciones que trabajan en pos de lograr una sociedad más equitativa, justa e inclusiva. Visibilizar la realidad de las mujeres lesbianas y bisexuales en medios de comunicación y en las redes. Afianzar estrategias de trabajo con la Federación de Mujeres Lesbianas (FMC), ya que las lesbianas también pertenecemos a esa organización.
LR: Pienso que la integración con otras luchas por los derechos humanos debe ser una prioridad. Buscar marcos de referencias históricos y conceptuales para establecer con claridad los temas comunes que nos ocupan. Es clave buscar alianzas con los feminismos, por ejemplo. Nuestras luchas se hermanan porque van contra la opresión sexual histórica de instituciones patriarcales. Un asunto importante a trabajar de conjunto es la violencia entre parejas de mujeres. No se aborda en los círculos de lesbianas, pero tiene lamentables consecuencias para quienes la sufren.
Tenemos que salir del reciclaje cómodo de nuestros grupos. Ser más proactivas. El trabajo en las comunidades fortalece las luchas. Fomentar espacios de diálogos en los barrios para generar empatías. A las personas se les debe explicar que necesitamos igualdad de derechos. Exponerles, por ejemplo, por qué queremos casarnos. Todo debe tener un tono explicativo para que no suene a imposición, a un capricho. Y estos diálogos deberán estar fundamentados en los derechos humanos que nos asisten, por haber nacido libres e iguales en dignidad y derechos. Para este empeño funciona bien el activismo cultural: exposiciones fotográficas, plásticas en sentido amplio, el cine, el teatro, la música, entre otras manifestaciones culturales, pueden ayudar mucho a transformar cómo piensa la sociedad.
Posibilitar un andamiaje institucional que permita pasar de la agitación y la denuncia al ejercicio efectivo de nuestros derechos fundamentales. Muchas de nuestras demandas hoy tienen rango constitucional, pero no serán derechos y garantías reales hasta que no tengamos leyes de desarrollo y posibilidad de reclamar los derechos violados ante los tribunales.
Posibilitar la presencia en los medios de comunicación sistemáticamente. Es a través de la repetición de mensajes que se generan cambios en las audiencias. Aparecer en los medios, tímidamente, una semana, una vez al año, no es suficiente para vencer la lesbofobia.