La lucha por el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género que se promueve en Cuba desde el activismo social y diversas instituciones no depende solo de las personas homosexuales o distantes del modelo heterosexista.

Así lo cree Wilfredo Mederos, joven profesor heterosexual, integrante del grupo Hombres por la Diversidad (HxD) y uno de los participantes en el panel “Amores diversos”, realizado el pasado 7 de mayo en La Rampa, céntrico cine de La Habana, como parte de la IV Jornada Cubana contra la Homofobia.

“La homofobia nos afecta a todos; no por igual, pero nos afecta, nos limita la vida, impide nuestro desarrollo profesional y humano y es responsabilidad de todos eliminarla”, sostuvo Mederos.

El joven profesor partió de ejemplos de su propia vida, situaciones cotidianas en las que ha sentido desconfianza o incomprensión, lo mismo de parte de amistades heterosexuales que homosexuales, por defender el derecho a la libre orientación sexual.

“Cuando expresaba mi opinión, el fin de la conversación era siempre el mismo: ‘bueno y cuándo saldrás del closet?’, y ya no hablo de los homófobos,  sino de mis amigos gays, aquellos que no entendían  tampoco mi opinión”, relató. Tampoco faltaron quienes le dijeron: “nosotros podemos defender nuestros propios derechos, no necesitamos ningún heterosexual héroe de nuestra lucha”, agregó.

Aunque se trata de un proceso complejo, Mederos reconoció que se han ganado espacios en el debate social y la compresión de estos temas, pero todavía “quedan muchos por convencer, por educar; queda mucho por demostrar”, aseguró.

“Cada cual tiene derecho a decidir su preferencia sexual sin que ello implique riesgo alguno para su felicidad ni para la felicidad de quienes lo rodean”, sostuvo el joven profesor, partidario además de que “una persona que intente vivir plenamente su vida debe rechazar todo tipo de discriminación, no importa cual sea el motivo”.

Sus palabras resultaron familiares para Gabriela Méndez, adolescente de 14 años que escuchaba atenta, junto a su madre y hermana, como parte del público. De alguna manera la remitieron a una conversación reciente con amigas de su escuela de la enseñanza secundaria, donde cursa noveno grado.

“Yo digo que las personas homosexuales se merecen una vida como todos los demás. No importa a quién escojan para vivir, si lo importante es que se quieran y sean buenas personas”, dijo Méndez a SEMlac. Sus amigas, sin embargo, no estaban completamente de acuerdo con ella. “Yo los acepto, pero eso no es normal”, cuenta que le decían.

Unas veces más sutil, otras más evidente, perviven prejuicios, incomprensiones y actitudes discriminatorias y dañinas hacia mujeres y hombres que deciden asumir una vida “diferente”, como las describió Camilo García, activista gay y colaborador del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), igualmente integrante del grupo HxD.

Entre otras, mencionó la burla y el choteo de que son blanco estas personas en sus centros de estudio o trabajo; los chistes discriminatorios, frecuentes en presentaciones supuestamente humorísticas y que buscan la risa fácil; y hasta la exclusión de puestos de trabajo o tareas estudiantiles y laborales.

También las medidas arbitrarias que se les aplican por su forma de vestir, gestos, gustos; por frecuentar lugares supuestamente “sospechosos” o hacer cosas supuestamente “prohibidas” en regulaciones que no existen.

La homofobia se esconde igualmente en las leyes que impiden el disfrute de los derechos patrimoniales a parejas del mismo sexo, imposibilitadas de reclamar beneficios materiales que, de hecho, les corresponden, y está detrás de los anuncios que, en lugares públicos, les niegan la entrada bajo la aclaración de que es “por parejas”, entendidas solo como entre un hombre y una mujer.

Ejemplos todos con un denominador común, a juicio de García, “desde el poder que da la heterosexualidad normativa, se excluye, se rechaza, se discrimina al ‘diferente’”.

Ese rechazo lo vivió en carne propia Ema, integrante del grupo de lesbianas Oremi. La suya ha sido una historia difícil, aunque con un final feliz.

“Me di cuenta de que era lesbiana cuando era ya bastante grande”, contó. “Para mí fue terrible, mi familia se dividió en dos: unos me odiaron y otros se sentaron a esperar y ver qué pasaba conmigo”.

Nacida y educada en una familia religiosa, Ema tomó partido por quienes la apartaron y “me odié a mí misma”, comentó. Llegó a pasarle por la mente la idea del suicidio y estuvo un año llorando, dijo, sin saber bien cómo actuar.

“Opté entonces por no engañar a nadie, por mantener mi vida apegada a principios éticos, morales y correctos, siendo lesbiana”. En ese camino se ayudó con las palabras de Jesús y su precepto de hacer por los demás lo que desearía que otras personas hicieran por ella.

“Hoy tengo pareja, cuidamos juntas del hijo de ella, que es adorable, y lo enseñamos a respetar a todas las personas”, contó la activista de Oremi.

Administradora de un parqueo público en La Habana Vieja, Ema tiene la satisfacción de haber recibido el apoyo y la aceptación de la familia de su pareja y de haber sido reconocida en su comunidad, a la que asegura haberse integrado completamente.

“El reconocimiento se construye sobre la base del respeto, que es muy importante”, sostiene y asegura que para reconstruir los patrones de discriminación y exclusión hace falta prepararse y fortalecerse. “Debemos superarnos a nosotros y nosotras mismas”, señaló.

Para Yasmín Portales, bloguera, feminista y bisexual, el primer reto para alcanzar la legitimidad es que se interiorice en los imaginarios de las personas  lo legítimo, natural, pertinente y necesario de reconocer la diversidad como parte de la vida cotidiana. El segundo es el reconocimiento de la diversidad al interior del propio movimiento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) y el respeto a sus variantes sexuales, políticas, raciales, religiosas, estéticas y de todo tipo.

“El amor hacia una misma, hacia otras personas, desde una perspectiva verdaderamente emancipadora, no puede temer decir su nombre”, aseguró Portales.

Sin desconocer que se trata de un camino complejo, más en sociedades de fuerte raíz patriarcal, la bloguera reclamó legitimidad para esos amores que no se apegan a la norma heterosexual ni a la vocación de servicio. “Eso implica generar desde dentro la fuerza necesaria para no ocultarse, para reclamar el derecho a la igualdad y a la dignidad plena”, expresó.

 

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