La sociedad cubana actual continúa permeada de ideas y concepciones machistas y patriarcales, a pesar de los esfuerzos realizados por la Revolución para eliminar esta herencia cultural de casi 500 años. La familia, como núcleo fundamental de la sociedad, es el marco fundacional de estas relaciones de poder. Las personas homosexuales nacemos y crecemos, en la mayoría abrumadora de los casos, en el seno de una familia heteroparental; es decir, somos hijos de padres heterosexuales y crecemos, por lo tanto, bajo códigos heterosexistas y machistas.

La orientación erótica hacia personas del mismo sexo, o hacia ambos sexos, se forma paulatinamente a lo largo de la niñez y se consolida al final de la adolescencia. La dura tarea de ser «macho», de la cual tampoco escapan los varones heterosexuales, conlleva a una alta carga de responsabilidad para los padres. La simple insinuación o muestra de que la homosexualidad o la bisexualidad será una de las maneras de expresar nuestra sexualidad se convierte en una tragedia para toda la familia. Ni ellos ni nosotros estamos ajenos a ese sufrimiento.

No somos homosexuales porque lo hemos elegido, ni es tampoco un comportamiento o una inclinación aprendida. Si todo fuera de esta manera, no fuéramos homosexuales, no existirían estos conflictos, y el Cenesex y el Centro de Nacional de Prevención de ITS/VIH/sida probablemente se dedicarían a trabajar en otros temas. La marcada resistencia a comprender esta realidad deriva en la exclusión, la marginación y hasta el maltrato físico de los niños y adolescentes homosexuales, que crecen con una marcada culpa ante la ingenuidad para entender el motivo de estas acciones. La familia se fracciona y ha sido hasta causa de suicidio de algunos de sus integrantes.

Bajo estas mismas condiciones se esgrimen, hoy día, todas las razones para impedir que las parejas homosexuales formemos una familia –en este caso homoparental. Pero, ¿cual es el referente de la familia homoparental? Los estudios realizados en otras sociedades de occidente demuestran que las niñas y los niños que crecen bajo la tutela de padres del mismo sexo no presentan una mayor incidencia de trastornos psicológicos ni de problemas con el aprendizaje en comparación con las hijas e hijos de personas heterosexuales. El ejercicio de la paternidad, además de ser un derecho, no guarda relación alguna con la orientación sexual ni con la identidad de género.

El reconocimiento legal de las parejas homosexuales en nuestro país es también un asunto pendiente. Mientras perdure esta situación, seguirá siendo discriminatoria. Muchas personas de nuestra generación han adoptado el concubinato como forma de unión entre personas de diferentes sexos, modo que es reconocido ante la ley con las mismas prerrogativas que el sacrosanto matrimonio. No me atrevo a decir que las personas homosexuales que disfrutamos de nuestras relaciones de pareja estables rechacen del todo la idea del matrimonio. Las parejas de hecho son, al menos en Cuba, la forma más viable por el momento de lograr el reconocimiento legal de nuestras uniones. De aprobarse la nuevas y revolucionarias modificaciones del Código de Familia, se tendrán que realizar –cuando sea oportuno– los pertinentes cambios a nuestra Constitución. Si me lo permiten, deseo expresar que personalmente no pretendo acatar el modelo tradicional de familia heteroparental, solo quiero compartir en común con otro hombre, con igualdad de derechos y en el respeto a cualquier otra forma de conformar familia que sea capaz de educar con valores humanos.

La familia es el objetivo fundamental a sensibilizar referente a los temas de la diversidad sexual. Las instituciones y los actores de la sociedad civil tendrán que continuar desarrollando un intenso trabajo educativo que permita revertir los prejuicios relacionados con la sexualidad. Nosotros, las personas homosexuales, también tenemos un papel crucial en este empeño, en la medida que seamos capaces de educar a todos los miembros de nuestras familias, con paciencia, mediante la persuasión, demostrando que somos seres humanos que no nos avergonzamos de nuestra orientación sexual y que valemos por las personas que somos.

La escuela

La escuela es un espacio canalizador de homofobia. De hecho, puede potenciarla a niveles insospechados en la medida que el niño «diferente» «no encaja» con el resto de sus compañeros. Estos niños, generalmente catalogados como «pajaritos» o «mariquitas» por su gestualidad femenina, o por no participar en juegos violentos. Son vejados y ridiculizados a la vista indiferente de sus maestros, quienes a su vez no cuentan con las herramientas necesarias para tratar estos problemas. La educación en Cuba sigue reproduciendo e inculcando a los educandos profundos preceptos sexistas. Esto se expresa en la división del aula en varones y niñas para determinadas tareas, así como en una marcada definición de juegos apropiados para niñas y para niños.

La adolescencia es un periodo también complejo y extremadamente confuso. El varón adolescente que se sienta atraído por otros varones es también discriminado por su colectivo. En los centros escolares donde se sorprenda a dos varones con relaciones afectivo-eróticas se les separa y se les traslada hacia otro centro, mientras que las relaciones entre personas de sexos diferentes son totalmente toleradas, por ser consideradas «dentro de la norma», aun cuando se expresen de forma inadecuada públicamente. Consideramos que la educación en asumir una sexualidad sana y responsable debe formar parte de los programas educativos en todos los niveles de enseñanza, mediante la implementación del Programa Nacional de Educación Sexual.

Espacios e interacción macrosocial

Un aspecto casi unánime es el relacionado con los espacios para el esparcimiento y los llamados sitios de encuentro para personas homosexuales. A lo largo de décadas, la Ciudad de la Habana ha contado con espacios públicos que abarcan socialmente a grupos de personas que comparten intereses comunes. La ausencia de sitios para el sano esparcimiento es un problema general que afecta a toda la población y en el que las autoridades deben pensar seriamente en la medida en que mejoren las condiciones económicas del país. Soy del criterio de que los espacios deben ser inclusivos y que coexistan personas de diferentes orientaciones sexuales. Debemos ser cuidadosos en que el reclamo de tener sitios de encuentro para personas únicamente homosexuales se convierta en una especie de gueto y logremos con esto un mayor aislamiento social y, por tanto, le hacemos el juego a la homofobia. Nos preocupa mucho la existencia de lugares donde la entrada es solo por parejas –hombre y mujer, por supuesto–, o donde las administraciones se «reservan el derecho de admisión». Estas regulaciones son arbitrarias y francamente discriminatorias.

Pensemos en la posibilidad de crear sitios como el Mejunje, en la ciudad de Santa Clara, (a unos 300 kilómetros de la capital), donde coexisten en perfecta armonía la cultura, la diversidad humana y el esparcimiento.

Hacemos un llamado también a que se revise la manera en que las fuerzas del orden asedian a las personas homosexuales, únicamente por tener «apariencia gay» o por vestirse «raro». Nuestro código penal no incluye la homosexualidad como figura delictiva y se hace necesario que todos conozcamos los derechos ciudadanos amparados por la Ley. El Cenesex cuenta con un departamento jurídico que tramita cualquier denuncia de las personas víctimas de esas 11 arbitrariedades. Nuestros agentes del orden tienen que desarrollar su trabajo contra el delito y por mantener la tranquilidad ciudadana. Por su parte, los ciudadanos tenemos la obligación de cumplir lo establecido por la ley, independientemente a nuestra orientación sexual. Se requiere de una mejor educación e instrucción de la policía en temas relacionados con la diversidad sexual.

Medios de difusión

Los medios de difusión desempeñan un papel fundamental en la lucha contra la homofobia. La realidad de las personas homosexuales en Cuba aún tiene un pálido reflejo en los medios. El acercamiento a nuestra espiritualidad se realiza desde una perspectiva eminentemente heterosexista, donde se silencia a la persona homosexual y se profundizan los estereotipos que se tienen sobre nosotros. No se pretende saturar a la población respecto a este tema, ni dar la idea de proselitismo sexual o de «homosexualizar» a la población. Los medios de comunicación deben trazarse estrategias inteligentes y dinámicas que eduquen y sensibilicen a la gente. También deben evaluarse la eliminación, de una vez y por todas, de los personajes humorísticos que se burlan del «diferente». Esto nos llevaría a transmitir mensajes mucho más cercanos al respeto a la dignidad humana.

Homofobia internalizada

Antes de concluir, quisiera hacer mención a la discriminación entre gays, lesbianas y transgéneros. Resulta lamentable y muy frecuente el uso de frases despectivas contra las lesbianas y las personas transgéneros. El hecho de ser más visibles en la sociedad obedece al hecho biológico de nacer varones y de reproducir, en cierta medida, los estereotipos machistas. Reflexionemos seriamente sobre este tema y busquemos, dentro de nosotros, cuánto podemos mejorar en este sentido. Sintámonos orgullosos de lo que somos, de nuestra orientación sexual y del ejercicio de una sexualidad digna y plena.

Siempre recuerdo lo que escribiera, a comienzos del pasado siglo, Margarite Yourcenar, en su obra Alexis o el Tratado del inútil combate y que define muy bien la esencia de la homofobia:» (…) No se figuran que los actos que juzgan reprensibles puedan ser al mismo tiempo fáciles y espontáneos, como los son la mayoría de los actos humanos. Echan la culpa a los malos ejemplos, al contagio moral y sólo retroceden ante la dificultad de explicarlos. No saben que la naturaleza es más diversa de lo que suponemos: no quieren saberlo porque les es más fácil indignarse que pensar».

Cambiemos eso mediante el diálogo paciente y seremos todos mejores seres humanos.

Publicado por No a la Violencia SEMlac

2009

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