Entre la inexperiencia y la sospecha: las organizaciones LGBT en Cuba

Bloguera cubana y activista LGBT

Especial para SEMlac

Una periodista pregunta qué cree la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) de cierto tópico, un amigo se pregunta cómo lograr que la comunidad se movilice en cierta dirección, una mujer se empeña en demostrarle a todo el mundo que sí existe una comunidad LGBT en Cuba. Todo esto me genera escepticismo: ¿puede opinar o moverse algo cuya existencia misma es cuestionable? Existen las personas LGBT en Cuba –evidencia sobra–, pero ¿constituimos una comunidad?

Vamos a ponernos de acuerdo: una comunidad es un grupo de seres humanos que comparten elementos en común y crean una identidad mediante la diferenciación; identidad que es compartida y elaborada entre sus integrantes y socializada a través de la interacción con otras comunidades. Puede ocurrir que una comunidad surja porque las personas comparten un objetivo, pero a menudo basta la identidad común para conformar una comunidad –esto es muy frecuente entre las personas discriminadas.

De acuerdo, si se trata de que compartimos signos, prácticas y hasta objetivos generales –que no nos discriminen–, hay una comunidad LGBT. Y lo sabemos porque ya no es noticia en Cuba que personas LGBT y heteroaliadas actúen para enfrentar la discriminación. Incluso hay espacios comunitarios –no siempre físicos–: los construyen quienes crean, desarrollan y defienden las zonas de encuentro, las campañas de lucha contra el VIH/sida, las redes de apoyo antidiscriminación; quienes, en suma, buscan desplazar al heterosexismo, las discriminaciones diversas y las presiones heteronormativas del espacio público.

Pero una comunidad debe tener conciencia de sí y capacidad de diálogo interno para que opine o se movilice de modo auténtico. Es casi redundante mencionar que decisiones o movilizaciones tales solo se obtienen tras articular mecanismos de diálogo entre las personas de la comunidad, de lo cual nace la coordinación de acciones.

Es algo más complicado que organizar una discoteca gay, también más peligroso porque ¿es eso posible, siquiera tolerable, en el marco legal de Cuba? Considero que esa es la razón fundamental para que, en el plano del asociacionismo, el catálogo actual de la comunidad LGBT cubana sea breve y, definitivamente, marcado por la politización que caracteriza a la sociedad cubana desde 1959, cuando el conflicto Cuba– Estados Unidos dejó de ser soterrado y en Washington decidieron legislar sobre cómo tumbar a nuestro gobierno. Así que, al hacer un recuento de esas organizaciones, se impone la división de disidentes, oficialistas y anticapitalistas.

En los márgenes de la derecha

En el campo de la oposición al gobierno cubano solo están documentadas dos iniciativas: la desaparecida Fundación Cubana LGBT Reinaldo Arenas In Memoriam y el Observatorio Cubano de los Derechos de la Comunidad LGBT, de clara posición marginal dentro de la misma derecha cubana y sin más claridad (declarada) en sus presupuestos ideológicos que la confrontación con Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educción Sexual (Cenesex).

Durante su existencia, la Fundación Cubana LGBT Reinaldo Arenas In Memoriam existió básicamente en despachos de prensa que referían violaciones a los derechos humanos de personas LGBT, denuncias de acosos y arrestos a sus integrantes –a veces acompañadas por la confiscación de sus recursos materiales– y por la organización de las Party Gay Libertad, fiestas nocturnas gratuitas con música grabada en Pinar del Río y La Habana, que sus organizadores consideraban «ejercicios de resistencia civil». De acuerdo con las afirmaciones de su presidente, Aliomar Janjaque Chivaz, en diciembre de 2010 la organización contaba ya con casi cuatro años de existencia. Esta información no he podido corroborarla, pues su blog «Kilómetro/0» solo tiene archivos del 15 de febrero de 2009 al 8 de junio de 2010, y las notas que mencionan su nombre en la web no se remontan más allá de mayo de 2009. Acaso Janjaque Chivaz se refiera a esta Fundación y al Movimiento de Liberación Homosexual Cubano, que nació en Lawton en 2007, como una sola experiencia, ya que él fue protagonista de ambas.

Algunas personas de muy buena memoria recordarán al Movimiento de Liberación Homosexual Cubano por organizar la primera Marcha del Orgullo Gay en La Habana, en junio de 2008. El asunto estaba complicado desde el inicio, pues la promoción corrió por cuenta de la Unity Coalition of Florida, asentada en Miami. Desde aquella ciudad circuló por correo electrónico una nota que detallaba la intención de ir desde el Parque del Quijote hasta el Ministerio de Justicia (en el Vedado habanero), donde entregarían un documento con demandas en la sede de ese Ministerio. La idea terminó con la asistencia de dos manifestantes, que deben haber decepcionado a los más de 20 periodistas internacionales que cubrieron la noticia.

Así fue como, en menos de tres años, Aliomar Janjaque Chivaz pasó de miembro del Buró de Información de la Coalición Juvenil Martiana a líder del Movimiento de Liberación Homosexual Cubano (2007) y luego a presidente de la Fundación LGBT Reinaldo Arenas In Memoriam (2009). Por el camino logró que se hicieran comunes los amargos intercambios de correspondencia entre el cubano Alberto Roque y la española Carla Antonelli porque la web de esta última publicaba los despachos de prensa que emitían Janjaque Chivaz y el periodista Carlos Serpa Maceira sobre casos de represión homofóbica en la isla, hechos impugnados por el cubano, estrechamente vinculado al activismo con apoyo oficial. En perspectiva, Roque tenía razón, pues Serpa Maceira resultó ser el agente Emilio de la Seguridad del Estado de Cuba, que afirma se inventaba o adornaba sus noticias a partir de la agenda dictada por Estados Unidos, lo que deja con muy cuestionable credibilidad sus reportes sobre represión contra personas LGBT en Cuba.

Las últimas apariciones en los medios de Aliomar Janjaque Chivaz datan de fines del 2010: el 28 de octubre, el periódico satírico El Guamá se hace eco de su detención arbitraria un mes antes (18 de septiembre), mientras investigaba sobre las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP); y el 13 de diciembre, cuando se unió a la protesta de activistas LGBT y el mismo Cenesex por el voto homofóbico de Cuba en la ONU, a propósito de una resolución sobre ejecuciones extrajudiciales y extraordinarias. Siendo optimistas, tres años en total.

No es hasta el 20 de mayo de 2011 que nace una nueva organización relacionada con las personas LGBT en el campo de la llamada «disidencia» cubana: el Observatorio Cubano de los Derechos de la Comunidad LGBT, dirigido por Leannes Imbert.

Este grupo se autodenomina apolítico, pero sus sistemáticas declaraciones para confrontar las iniciativas del Cenesex y a Mariela Castro Espín, de modo personal e irrespetuoso, y sus estrechos vínculos con algunos miembros de la oposición de derecha, minan la credibilidad de tal afirmación. Sus acciones son documentadas por reportes que hacen sus mismos integrantes. Al parecer se concentran en la salud integral de las personas LGBT –con enfoque especial en las tensiones entre autoestima y entorno discriminador. También han organizado en 2011 y 2012 paseos por el Día del Orgullo Gay a lo largo del Prado habanero; en la primera ocasión reunieron a nueve personas, que un año después los medios de prensa habían transformado en 20. El 28 de junio de 2012 entregaron una Petición Ciudadana al Parlamento cubano para que nuestro Estado se comprometa a cumplir los Acuerdos de Yogiakarta .

El Observatorio comparte con sus antecesoras (Movimiento de Liberación Homosexual Cubano y Fundación LGBT Reinaldo Arenas In Memoriam) la constante publicación en medios extranjeros de reportes de represiones que no cuentan con otras confirmaciones –ahora la firma es de Leannes Imbert– y emite informes que aspiran a devenir referencias investigativas sobre la vida de la comunidad LGBT en Cuba. Su más reciente iniciativa es la Plataforma Cubana LGBT que, según el Observatorio, estará conformada por al menos 12 asociaciones y grupos de diferentes provincias del país. Su fundación, el 26 de junio pasado, se anunció como parte de las acciones a propósito del Día del Orgullo Gay.

Como en 2011, tras los días de febril cobertura mediática en mayo y junio de este año, Imbert y sus colegas han desaparecido del radar. ¿Qué han hecho con los fondos destinados por el gobierno estadounidense para su boletín Despertar?, no se sabe.

Lo otro que comparten las iniciativas LGBT protagonizadas por Aliomar Janjaque Chivaz y Leannes Imbert es que el resto de la disidencia cubana se ha mostrado poco entusiasmada con sus propuestas. Excepto por la joven generación (Yoani Sánchez ha prestado su casa para varias acciones), la derecha cubana es más bien conservadora en cuanto a derechos sexuales y reproductivos, y eso ha dejado aisladas a las iniciativas de política LGBT dentro de la ya fragmentada y poco popular oposición cubana.

¿Activismo institucional?

Dos entidades del Estado cubano han fomentado agrupaciones protagonizadas por personas LGBT: el Centro Nacional de Prevención de las ITS-VIH/sida, a partir de la atención epidemiológica a la pandemia del VIH/sida, y el Centro Nacional de Educación Sexual por el daño a la salud integral que provocan la homofobia y transfobia sociales. De la atención médica se pasó a la colaboración, y la primera de estas iniciativas de aprendizaje por pares –educación popular mediante– fue Carrito por la Vida, el proyecto móvil del Centro Nacional de Prevención, iniciado en 1998, seguido por la red de HsH, para el énfasis en los hombres que tienen sexo con otros hombres como grupo de riesgo.

A partir del siglo XXI, tomaron cuerpo otras iniciativas orientadas a las personas LGBT con apoyo estatal. Por desgracia, se reprodujeron los esquemas de separar a sus miembros por orientación sexual e identidad de género. Así, Oremi (La Habana), Las Isabelas (Santiago de Cuba) y Fénix (Cienfuegos) son espacios exclusivos para mujeres bisexuales y lesbianas; mientras TransCuba agrupa a personas travestis y transexuales. El 3 de septiembre de 2010 nació el Grupo de Acción y Reflexión por el Derecho a la Libre Identidad Sexual «Hombres por la Diversidad» (HxD), que a pesar de su nombre acepta mujeres. Las redes que se fundaron luego, Red de Jóvenes diver@s por la Diversidad y Red de Juristas, ya parten con la equidad de género entre sus integrantes como presupuesto.

Vale mencionar que solo Carrito por la Vida y TransCuba tienen un alcance nacional demostrado. Sus labores se desarrollan a partir de la vinculación entre pares, la organización en red, las capacitaciones con métodos de educación popular, el apoyo en las infraestructuras del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y el Cenesex, y el ajuste de los objetivos de trabajo a las circunstancias específicas de las comunidades.

Una similitud entre estas iniciativas vinculadas con el Estado es su preferencia por acciones relacionadas con la salud integral de las personas –en sus vertientes sicológica, sexual o reproductiva– antes que con el cuestionamiento de la lógica del sistema social y la construcción de alternativas a este. En este sentido, HxD es el único grupo que ha articulado públicamente una visión integral del sistema social como elemento heteronormativo y opresor.

La segunda semejanza sustancial entre las agrupaciones mencionadas es que, en tanto dependen de instituciones estatales, son parte orgánica de las estrategias que promueve el sistema nacional de salud pública, por lo que deberán respetar, en sus propuestas, declaraciones y acciones, la política de sus patrocinadores, los límites tácitos y/o explícitos que pautan el funcionamiento de esas instituciones. Ejemplo claro de ello fueron los conflictos desatados en la última Jornada cubana de lucha contra la homofobia entre HxD y Cenesex: las inquietudes socio-políticas del grupo encarnaron en un comunicado leído en el Pabellón Cuba (12 de mayo de 2012), de claras perspectivas críticas con las políticas gubernamentales. El contenido había sido consensuado al interior del grupo, pero no consultado con las instancias superiores. El resultado generó que Alberto Roque, el coordinador, decidiera dejar este rol y renunciara al activismo público por tiempo indeterminado. Para concluir el problema se siguió la misma estrategia que con Oremi, y HxD tiene ahora un coordinador, que es especialista del Cenesex.

A la izquierda del padre

Del otro lado de las instituciones estatales, comienza a aparecer en Cuba un sector social comprometido con los objetivos de la izquierda, pero insatisfecho con el perfil estadocéntrico, vertical y opaco de las estructuras y mecanismos del gobierno cubano y sus instituciones. Con una marcada influencia del marxismo crítico y la tradición autorganizativa del anarquismo y el feminismo, sus críticas se orientan a la exigencia de una mayor radicalidad en las acciones gubernamentales, la lucha contra la clase burocrática, el antiimperialismo y las discriminaciones diversas.

En lo que respecta a los estragos del patriarcado homofóbico en el tejido social, estas personas se agrupan en proyectos como la Red de Masculinidades (estudios académicos sobre la hombría), Mirar desde la sospecha (el género en los medios desde la ideología feminista), Afrocubanas Colectiva (los cruces entre la discriminación por género y raza), Proyecto Arcoiris (activismo LGBT) y la red «Cheho», acrónimo de Cubanos Heterosexuales Enemigos de la Homofobia. Desde diversas formaciones, quienes integran estas iniciativas se enmarcan en lo que podríamos llamar los grupos antipatriarcales y anticapitalistas de Cuba, en tanto comparten la naturaleza autónoma, la vocación horizontal y transparente de sus procedimientos, y la consciencia de la naturaleza política, en última instancia, de sus proposiciones sobre las relaciones sexo-género de la sociedad.

También comparten la invisibilidad virtual a que les someten los medios de prensa nacionales –donde se suman el pánico al feminismo y la organización autónoma– y la desconfianza sistémica de las instituciones estatales con las cuales intentan dialogar como iguales, sin relaciones de dependencia material o subordinación política. Como mecanismo alternativo, estos proyectos socializan sus acciones a través de publicaciones digitales, foros, blogs, grupos de Facebook y cadenas de correo electrónico. Dado el carácter sinuoso de la cultura digital cubana –cuentas de navegación subarrendadas e intercambio de información por USB marcan su opacidad–, es un misterio saber a cuántas personas llegan.

Paradójicamente, estas iniciativas son muy visibles y tienen alta credibilidad fuera de Cuba por la radicalidad de sus propuestas, a menudo más coherentes con el feminismo y el marxismo en términos ideológicos, que las organizaciones dependientes del gobierno, en tanto no están obligadas a conciliar sus objetivos con las razones de Estado, ni a limitar sus perspectivas.

¿Qué puede aportar a Cuba un activismo sexualizado?

El hecho es que la República de Cuba –la parte legal, institucional, política– no está diseñada para el ejercicio sistemático de la crítica social. En el caso del cuestionamiento de las relaciones hetero–patriarcales, parte de la llamada «política de las identidades», el asunto es inconcebible. Nuestros diseños institucionales tienen que agruparte en alguna dependencia del Estado o atomizar al extremo, porque en la lógica oficial solo hay una identidad: la nacional. Entonces, sin transformar el modelo que rige la política cubana de asociaciones, no podremos salirnos (legalmente) de la órbita del Cenesex – MINSAP en los asuntos de discriminación por orientación sexual o identidad de género.

Eso se ve en el enfoque de la prensa estatal cubana al asunto: siempre con acercamientos tímidos a la diversidad sexual y una comprensión limitada por la heteronormatividad. No es una actitud aislada, expresa la coherencia de un sistema mediático con su clase dirigente, cuya tradición vertical y patriarcal les condena a dinámicas restrictivas, censuradoras, que han marcado todo un proceso ideológico reproductor de percepciones erradas y estereotipadas en torno a las sexualidades.

Es válido reconocer, sin embargo, la existencia en los medios de prensa oficiales de personas que se desmarcan de este estilo y reflejan con complejidad las contradicciones inherentes a la lucha contra la homofobia y el sexismo. A partir del siglo XXI, el uso creativo de la web supera esta disyuntiva porque cada persona construye su noticia y puedes ver que las afectaciones o intereses no marchan igual para cada parte del cuerpo de la nación. Pero como apenas el 16% de Cuba se conecta, el drama persiste.

En el caso específico de la política entre las personas LGBTI, la diversidad florece, lo cual es bueno, y estamos luchando por aprender a respetarnos así: diversos sexual y políticamente, a debatir con argumentos frente a una norma social que nos discrimina y al interior de una comunidad que apenas empieza a pensarse a sí misma como parte de la ciudadanía con plenos derechos. En esta línea, creo que las personas LGBT de Cuba hemos naturalizado la idea de que podemos obtener más con la defensa y desarrollo del sentido de comunidad que a través de la búsqueda de asentamientos físicos de la comunidad.

De cualquier modo, estoy segura de algo: a quienes desean acaparar el poder político de Cuba, sean de izquierda o derecha, lo que les quita el aire es que salgamos a la calle.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

2 × 2 =