(Especial para SEMlac)
La «otredad erótica»—como pudiéramos definir todo lo que no es la postura heteronormativa de ser (y hacer)—ha conquistado desde hace ya varias décadas un sitio privilegiado en el cine y el arte todo, a medida que avanzan las conquistas sociales de estos grupos que adquieren, por tanto, mayor visibilidad y protagonismo social.
La aceptación legal del matrimonio del mismo sexo en no pocos países, la legitimación de la reproducción y la adopción monoparentales, las organizaciones y manifestaciones, así como la presencia destacada en los medios y la literatura, han logrado, si bien no la eliminación de la homofobia, al menos su control incluso desde instituciones jurídicas y oficiales en no pocos lugares (en otros, lamentablemente ocurre lo contrario).
Desde la pasada década de los noventa se abre paso en el cine latinoamericano, con cierta fuerza y creciente sistematicidad, la tendencia que en el imaginario internacional—presente con particular vehemencia en Estados Unidos, Europa y también en producciones asiáticas—representa los cambios sociales respecto a la diversidad sexual.
Tras discretos pero inobviables pioneros que con mayor o menor alcance fueron abriendo el camino —por ejemplo, la estadounidense con director argentino brasileño y asunto regional El beso de la mujer araña (1985, Hector Babenco ), varios títulos del mexicano Jaime Humberto Hermosillo, o El lugar sin límites (1977) de su coterráneo Arturo Ripstein, entre otros—, la presencia de identidades eróticas diversas ha ido ganando terreno y evolucionando desde roles secundarios o tratamientos equívocos a protagónicos y cada vez más consecuentes con las modernas corrientes científicas y sociales en torno a aquellas.
NUEVO PANORAMA
¿Cómo se comporta el tema a partir del nuevo siglo? El colega y estudioso del tema Rufo Caballero había visto también que «con los años 80 ese panorama comenzó a cambiar en forma sensible, hasta que por fin prende hoy el convencimiento acerca de que los valores de los personajes dependen muy poco, o nada, de su orientación sexual. Sin embargo —matiza— las películas de hoy se detienen poco en la exposición del amor o las relaciones homoeróticas fuera de los prejuicios y presiones sociales. Aun cuando el pensamiento creador quisiera y pudiera enfocar el amor gay sin resaltar lo que posee de ‘distinto’, sin enfatizar la obvia legitimidad del mismo, la exclusión del medio social se muestra tan fiera que el propósito de estos filmes se sigue concentrando entonces en la denuncia de la falta de voz y el destaque de la igualdad de derechos que debe asistir a cualquier identidad sexual1 «
A partir de la segunda mitad de los 2000 se reconoce un avance lento, irregular pero indetenible, dentro de la legitimación y las conquistas de esas identidades, llamémosles «alternativas» en América Latina, que el cine refleja desde la subjetividad y los intereses estético-conceptuales de sus realizadores. Se han ido abriendo paso dos otredades que apenas se vislumbraban hace varias décadas: el trans (género/sexual)2 y/o el travesti por una parte y por otra el andrógino o intersexo; sin dejar de lado las identidades digamos «clásicas» (gays, lesbianas, bisexuales).
EN LA FRONTERA DE LOS SEXOS
Un caso tan interesante y variopinto como el «intersexo» ha tentado, como es de imaginar, a más de un cineasta. Ya la literatura lo ha focalizado mediante apreciables títulos como Middlesex, del premio Pulitzer Jeffrey Eugenides, pero llevarlo a la gran pantalla era un reto mayor; en el temprano 1972 , el español Jaime de Armiñán realizó su estimable filme Mi querida señorita, y después fue Lucía Puenzo (hija del respetado y veterano director Luis Puenzo, autor de la oscarizada La historia oficial, 1986) quien se atrevió con el tema, en su filme XXY, basado en un cuento de Sergio Bizzio (actual pareja de la realizadora) que ha conquistado importantes galardones internacionales, entre ellos el premio Goya a la mejor película extranjera.
«El interés por los adolescentes es un tema recurrente en todo lo que escribo y en la película su telón de fondo», declaró Lucía Puenzo. Alex, la protagonista de XXY, recibió la suerte de no haber sido «normalizada» siendo bebé, lo que le permite enfrentarse en la adolescencia al problema de saber hasta dónde se puede elegir». La película «no es crítica ni extremadamente abrumadora», lo que se ve es un tema «universal», agregó la joven cineasta.
Aun tratando con eficacia dramatúrgica y narrativa, y notable diseño de personajes (no solo los conflictos de los adolescentes sino los de los adultos, con su carga de prejuicios e incomprensiones, están muy bien enfocados) el «tema en sí» ( incluyendo la posibilidad de una «tercera opción» más allá de los géneros y orientaciones tradicionales), hay algo que descuella en el superobjetivo de este filme, y que al menos a quien redacta estas líneas le parece lo más destacable: la importancia que se confiere a la decisión absolutamente personal, a la autonomía en el comportamiento y la identidad sexuales, extensivo a todas las esferas de la vida. La obra recuerda lo planteado por el Dr. Kinsey a mediados del siglo pasado: «ningún ser vivo es igual a otro; luego, los criterios de lo ‘normal’ dependen de la sociedad concreta en la que se viva»
SIN FRONTERAS…AHORA EN EL AMOR
Elvis y Madonna (2010) es, precisamente, otra de amores locos, enloquecedores, que sobre todo ponen en jaque a sociedades conservadoras, patriarcales y machistas como las de América Latina. Esta vez procede de Brasil y la dirige Marcelo Laffite, siguiendo el encuentro definitivo de una joven fotógrafa que se dedica a trasladar pizzas a domicilio y un travesti a quien un amante delincuencial y narcotraficante ha despojado de sus ahorros para montar un gran show, sueño de su vida…entre la joven –lesbiana ella– y el trans comienza a tejerse un amor hermoso y creciente, que consuela de las frustraciones a cada uno y les da fuerzas para empinar sus proyectos.
Elvis… se proyecta como una comedia ligera, de narrativa lineal con bien incorporados gags dentro de la llamada estética queer, mas desde un estilo sencillo y un tanto naif, hay su espesura. Estocada a convencionalismos de vieja data, estamos ante un relato que pulveriza roles y géneros para discursar solo en materia de sentimientos humanos más allá de aquellos, que aclama uniones y familias de nuevo tipo, mientras se burla de las obsolescencias y tradiciones cada vez más carcomidas, en las cuales casi siempre lo aparente esconde la huella roedora del comején.
MUJERES Y HOMBRES QUE AMAN SEMEJANTES
Como referíamos, lo más tradicional de la población LGTB sigue generando acercamientos sugerentes y novedosos: gays y lesbianas motivan relatos que trascienden tales peculiaridades de la sexualidad para erigirse, simplemente, en reflexiones humanas.
Del propio Brasil nos llegó en 2010 Como esquecer (Cómo olvidar) que lleva la firma de Malú de Martino (Sexualidades). En ella Julia, una profesora de literatura inglesa, pasa por un terrible momento, al ser abandonada por su pareja, Antonia; ella decide compartir un apartamento en la playa con su íntimo amigo y otra mujer que atraviesa una experiencia semejante (embarazada, se ha separado del marido). Otras personas irrumpen en ese mundo, donde Julia, al conocer a Helena, descubre que puede rehacer su vida.
En momentos en los que el cine latinoamericano, en una de sus tendencias, busca a veces la poesía de modo forzado, he aquí un filme que la conforma como debe: espontáneamente, sin violencias narrativas ni dramáticas; ese raro ingrediente surge de los diálogos, las reflexiones in off de la protagonista y la propia imagen que, mediante rubros como la fotografía, la música y el montaje, se suman a una intensa indagación filosófica y ontológica. Como decía, más allá de las orientaciones sexuales, en la pantalla vemos seres humanos que sufren, aman, se desgarran y logran al final enrumbar sus vidas, esas que, como sabemos (y el filme tiene a bien reafirmar) están siempre llenas de nuevas posibilidades.
Pocas cintas recientes han resultado tan originales y motivadoras como la coproducción entre Colombia, Perú, Alemana y Francia Contracorriente que, específicamente, se ocupa de la (homo)sexualidad no asumida, en medio de un contexto que favorece tal postura, léase pueblo pequeño, tradicional y ortodoxo; en medio de ese, un ambiente humilde de pescadores, aislado y perdido, Miguel (lugareño, casado y con hijos) y el pintor Santiago llevan una relación clandestina.
CUBA
Entre nosotros, el abordaje cinematográfico y en general, audiovisual del tema conoció evidente retraso, hasta que, tras los balbuceos e insinuaciones precedentes, Fresa y chocolate (1994, Titón/Tabío) abrió definitivamente las puertas3 .
Se ha hablado mucho de esa cinta nuestra, innovadora y rupturista que, sin embargo, no pudiera enmarcarse en puridad dentro del canon específico del «cine gay», aunque sí del imaginario que trata la diversidad, incluso trascendiendo el acápite erótico, pues esencialmente es eso: una metáfora de las posibilidades de diálogo e interacción entre «diferentes» de cualquier bando. A Fresa… nadie le quita su blasón de pionera y abridora de caminos, que estos inicios de nuevos siglo y milenio encuentran ya abordajes muy singulares y sui géneris.
Tres obras salieron a la palestra casi simultáneamente, todas en este 2012 que finaliza:
Fábula (Léster Hamlet), Verde verde (Enrique Pineda Barnet) y Chamaco (Juan Carlos Cremata, aunque en este caso había tenido un pre estreno el año anterior).
Aunque con focalizaciones diversas dentro del universo homoerótico masculino en la realidad contemporánea cubana, las tres obras guardan entre sí un supraenunciado común: se acercan a lados sórdidos de ese tipo de enlace (casual/ más o menos estable), con un marcado énfasis en la doble moral y la prostitución, lados reales que, por ello, no hay que dejar de explorar, por lo cual se agradece a los realizadores el mero hecho de hacerlo, al margen de los méritos y defectos particulares de los textos fílmicos.
Pero incluso van más allá: Verde Verde y Fábula no solo tienen en común el asunto—esa categoría artística mucho más general y abarcadora—sino el propio tema: la falencia en la realización erótica, sea en la simple aventura, en el caso del primero, o de la relación, en el del segundo, porque aunque aparentemente ambas se logren, verdaderamente se malogran. El signo de la derrota en tales encuentros amatorios, entonces, hermana entre otros aspectos las dos cintas del patio, pero en ambas no se trata de cronicar meramente tales (des)encuentros, sino de estudiar a fondo los porqués. Si hubiera que continuar rastreando semejanzas, ambos textos han generado no poca polémica entre los receptores.
Verde… focaliza el lance entre dos hombres que se encuentran en un bar de La Habana; uno plenamente asumido en su orientación bisexual, el otro, hipócrita, ostentoso de una actitud hetero-normativa que esconde otra verdad. Violenta, aunque no gratuitamente, casi todo espectador, antes de valorarla, respondía al preguntársele su criterio: «Es muy fuerte». Y claro que les asiste la razón, pero la Historia, aquí y allá, está repleta de casos semejantes: crímenes de odio que son en realidad contra quienes los ejecutan, horrores a los que lleva la homofobia internalizada, propia, que significa la no asunción.
En tales sinceridad y honestidad conceptuales y expositivas lleva mérito Pineda Barnet (La bella del Alhambra); no tanto en el método asumido. Sin embargo, las anticipaciones del relato sí considero contribuyen eficazmente a su desarrollo feliz, que alberga entre sus méritos una notable ambientación. Por otra parte, tanto Héctor Noa como Carlos Miguel Caballero enfrentan sus personajes con autoridad, sensibilidad y convicción, haciéndolos perfectamente creíbles, tristemente cercanos.
Fábula, por su parte, cuestiona la desvalorización, el «vale todo» dentro del ascenso material en las duras circunstancias sociales de la actualidad que atraviesa una preciosa pareja hetero que, de pronto, ve enrarecido su paraíso amatorio ante la llegada de un tercero poderoso y, por tanto, definidor.
Sin embargo, al joven cineasta lo traiciona un fallido intento de efectismo final (que él mismo califica de «estocada»), en el cual se descalabra el buen paso narrativo con soluciones apresuradas, sin un mínimo de argumentación dramatúrgica ni sicológica en el caso específico del cambiazo desconcertante del protagonista—respecto a la entrada en el «pas de trois» y su abandono final—y que constituye una imperdonable colisión respecto al tempo, el ritmo y el tono que venía llevando. Todo lo contrario, en este aspecto, al desenlace de Verde…, que implica un cierre tan efectivo y sugerente como centrado y justificado.
En cuanto a Chamaco, basado en la pieza teatral homónima de Abel González Melo, recoge eficazmente los sondeos ya habituales del joven dramaturgo por los ambientes marginales de La Habana nocturna más profunda y menos elegante, donde descuellan la figura del «pinguero», prostituto cubano, bisexual y desvalorizado; y del hombre casado que sale en las noches a dar rienda suelta a presencias eróticas ocultas e inconfesadas en su proyección heterosocial. Todo ello viaja a la pantalla mediante una lectura minimalista de Cremata (¡Viva Cuba!), apenas sin recursos, pero que afortunadamente conserva el desgarramiento, la espesura sicosocial y la gracia en las alternancias narrativas del discurso, con la complicidad de una fotografía que acentúa la sordidez de los ambientes. Lástima que la ausencia de mayores y mejores posibilidades de producción impidieran una estructura mucho más rica, cinematográficamente hablando (aunque la última versión denotó una ostensible mejoría en varios de esos aspectos), pero la esencia de las ideas, verdaderos diálogos con el público, llegan en toda su potencia, coronados por un equipo actoral de primera.
TODO UN CAMINO
Lo cierto es que el cine latinoamericano en esta tercera centuria—y estrechando más el marco, en su más reciente quinquenio—se interna por el sendero de la diversidad sexual, con obras personales y audaces, llevando a los vórtices narrativos sujetos que se alejan del hollywoodense canon WASP (blanco, heterosexual, yuppie, etc.), lamentablemente heredado por el cine de la región en sus variantes durante muchas décadas, e incluso de las simplificaciones, distorsiones y errores con que entronizaba las alteridades eróticas, cuando rara vez lo hacía.
Filmes que con frecuencia, y muchas veces dando en el clavo, vinculan las circunstancias y los contextos con los mundos personales por ellos codicionados—cierto también—o, al menos, fuertemente influidos de modo inextricable, pero sin privilegiar uno u otro de esos costados.
Filmes que, mediante el respeto, la visibilización e incluso la admiración por esas identidades, también incurre en un acto de reafirmación identitaria, ensanchando, enriqueciendo, matizando la otra, la grande identidad que nos identifica e incluye del Bravo a la Patagonia, sin olvidar nuestro Caribe.
Notas
1- Rufo Caballero: Cine latinoamericano. Un pez que huye. Análisis estético de la producción entre 1991 y 2003, Fundación Autor, 2005, pp. 73
2- He aquí algunas definiciones que pueden ayudar con la terminología empleada aquí. IDENTIDAD DE GÉNERO: Vivencia interna e individual del género, tal como lo siente cada persona, la cual podría corresponder o no al sexo asignado al momento del nacimiento. PERSONAS TRANS: Término utilizado para identificar a las personas que sienten una inconformidad entre su identidad de género y el sexo asignado al nacer. Esta denominación engloba la expresión de los siguientes términos. TRANSGÉNERO: término político que surgió para denominar a todas las personas con identidades de género no conformes. Hoy día es la manera en que se identifican las personas que no sienten pertenecer a ninguno de los dos géneros. TRAVESTI: Persona que por diversos motivos se viste con ropas del otro género. TRANSFORMISTA: Persona que viste ropa del otro género como parte de un espectáculo. Es una expresión de travestismo. TRANSEXUAL: Persona con una profunda y permanente convicción de pertenecer al género diferente al de sus genitales. No obedece a un trastorno mental u orgánico. (Sobre el INTERSEXO se amplía en el propio texto). Tomadas de la web ww.cenesex.sld.cu/diversidad/introducción.
3- He tratado el tema de manera bastante exhaustiva en mi texto: «Fresas no tan silvestres ( El sujeto homo-bi-transexual en el audiovisual cubano)», ensayo finalista en el concurso internacional «Pensar a contracorriente» 2006, que puede encontrarse en el libro homónimo, Ed. Ciencias Sociales, 2006, pp. 177-199, y en mi libro Sinfonía inconclusa para cine cubano . Ed. Oriente, 2008 , pp. 72-101; también bajo el título «El gay y otros sujetos semejantes en el audiovisual cubano» en revista Temas, No. 52, oct-dic 2007, pp. 144-154.