En 1979 se fundó el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que en diciembre de 2017 celebró su 39 edición en La Habana. Numerosas son las obras que año tras año se reúnen en esa fiesta de la cinematografía, así como también son numerosas las personas que asisten para disfrutar y pensar, desde sus experiencias de vida, cada una de ellas.
Entre las categorías que destacan, por lo polémico del tema, se encuentra “Los colores de la diversidad” y con ella la presencia en La Habana de filmes que en todo el continente se proponen visibilizar la realidad de personas con sexualidades no heteronormativas.
En la edición de 2017 engrosaron la categoría “Los colores de la diversidad” ocho propuestas; de ellas sobresale México como el país con más obras, seguido por Chile y Venezuela. Para beneplácito de las personas de casa, fue exhibida también una obra cubana.
El tratamiento de la diversidad sexual desde una perspectiva inclusiva y de derechos va ganando terreno en la cinematografía nacional. De eso se ha encargado, sobre todo, el crítico de cine Frank Padrón, quien ha hecho una modesta y exitosa contribución a la visualización de la diversidad sexual en la gran pantalla de nuestros cines.
En su libro de 2014 Diferente, cine y diversidad sexual, de Ediciones ICAIC, el crítico y comunicador audiovisual da una mirada panorámica a películas que abordan, unas con acierto y otras no tanto, diversas expresiones de la sexualidad.
La realidad es que asistimos a una verdad de Perogrullo: hoy en Cuba hay múltiples -aunque no suficientes- muestras de documentales y ficciones que contribuyen a escribir la historia actual a favor de la plena igualdad e inclusión en la isla.
Entre las realizaciones cubanas recientes, dos documentales han tenido especial impacto y éxito: Villa Rosa (2016), del director y joven periodista Lázaro González y En el cuerpo equivocado (2010), de Marylin Solaya.
La última de estas producciones ha sido presentada en países como Haití, Cuba (en Caibarién, en el Festival del Cine Europeo, en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano) y su premier mundial fue en República Dominicana, en medio de la jornada del Orgullo Gay, en la ciudad de Santo Domingo.
La historia de Villa Rosa es contada a partir de un grupo de homosexuales hombres, habitantes de un pueblo donde, sin saber por qué, se ha superado en gran medida la homofobia.
González pone ante las cámaras varias personas de la comunidad LGBTI de Caibarién, municipio de la central provincia Villa Clara, territorio que en lugar de ser un bastión del machismo, como sucede con otros pueblos provincianos, es ejemplo de aceptación a las diversas identidades de género y orientaciones sexuales. El documental constituye un acercamiento a todos los retos que superan estos grupos diariamente, pero desde una mirada positiva, desde el destaque del empoderamiento de esos sujetos.
En la producción resulta especialmente interesante el punto de vista de la pareja de Javier y Yaniel, quienes conviven en una misma casa y reclaman el hecho de no tener un marco legal que les permita formalizar un matrimonio con todas las bases que eso implica, pues el Código de Familia de febrero de 1975, todavía hoy vigente, advierte en su artículo 2 que “el matrimonio es la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común.”
Respecto al tema, el realizador Lázaro González comentó en entrevista a la cadena multinacional Telesur.
“Estamos ahora mismo en un proceso de cambios muy fuertes, pero todavía quedan muchas deudas por las comunidades LGBTI no solo en Cuba, sino en el mundo, y una de esas grandes deudas es que se acabe de legalizar el matrimonio igualitario…”. Ese es uno de los reclamos no solo de la pareja, sino del documental en general.
Pese a mostrar la aceptación a la homosexualidad en Caibarién, el audiovisual nos advierte de la influencia de todo un país cargado de estereotipos. El filme apuesta, además, porque se superen trabas y prejuicios, y se rescate la plena libertad.
En tal sentido, el documental cubano En el cuerpo equivocado, obra de Marilyn Solaya recientemente estrenada en la televisión cubana, demuestra que no basta con un marco jurídico en respaldo a la comunidad LGBTI, aunque es un elemento indispensable, sino que el asunto va más allá y pasa por cuestiones simbólicas, por construcciones sociales y culturales patriarcales.
En tema de estereotipos y actitudes machistas, este documental es la antesala de lo que luego logró concretarse en el filme de ficción Vestido de novia, ópera prima de la propia realizadora cubana. El largo de ficción ha recibido múltiples galardones, entre los que destaca: premio del público a la Mejor Producción de Ficción en El Festival Internacional de Cine LGTB de Valladolid CINHOMO; mejor película del Sexto Festival Internacional de Cine LGBT Santo Domingo, Outfest (2015); una de las candidatas a Mejor Película Iberoamericana en la 30 edición de los Premios Goya, así como premio del público y mención de honor en Óperas Primas en el 36 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (2014).
En el cuerpo equivocado –obra que acumula otros reconocimientos, como el premio en la segunda edición del Programa de Fomento a la Producción y Teledifusión del Documental Latinoamericano DOCTV IB Latinoamérica– cuenta la historia de Mavis Suset, primera persona transexual reasignada en Cuba en 1988, y ofrece todos los detalles de su vida, en su hogar, con su pareja y familiares.
El documental, con cierta mezcla de realidad y de ficción, muestra una protagonista mediada por construcciones sociales, quien decidió contar su historia a pesar de todas las consecuencias que eso pudiera traerle, para ayudar con su experiencia a las muchachas que conoció en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) durante la propia investigación para el documental.
Una de las esencias del producto audiovisual, que resulta ser su hilo conductor, se descubre cuando la protagonista comienza a cuestionarse la manera en que ha construido su feminidad, a partir de los estereotipos machistas, sexistas y patriarcales de la sociedad. Sobre este particular, Solaya comenta en entrevista publicada por la revista cultural La Jiribilla:
“Y de pronto empiezo a descubrir que una persona tan transgresora en su momento, capaz de lograr una operación de reasignación sexual en el año 88, se había convertido en alguien muy tradicional. Yo trataba de ayudarla en ese sentido, de mostrarle que existía otra manera para conducir la vida, menos rígida, y ella me escuchaba siempre desde su propia valoración, según como fue educada”.
A raíz del éxito de su obra, Marilyn comentó al portal digital CubainformaciónTV: “A pesar de que Cuba tiene un proyecto social importante sobre estos grupos y se ha creado el Cenesex —con todo el trabajo súper valioso que han hecho y además lo respaldan desde el Estado, cosa única prácticamente en los países latinoamericanos y en el mundo— hasta en la medicina todavía hay algunos médicos que no comprenden que estas personas necesitan ese tratamiento”.
La intervención de la realizadora rescata la idea de todos los cambios todavía necesarios, no solo desde el punto de vista gubernamental y legal, sino desde lo asistencial, social y educativo.
Villa Rosa y En el cuerpo equivocado colocan sobre la mesa un tema sensible en la realidad cubana actual: el respeto y aceptación a la diversidad sexual.
Mientras en el primero de ellos se muestra la ausencia de respaldo gubernamental a la comunidad homosexual; el segundo, por el contrario, deja ver que aun con ese aspecto logrado hay esencias culturales y estereotipos todavía muy arraigados en la sociedad cubana.
Vale la pena preguntarse entonces qué pasaría si Mavis hubiera nacido en Caibarién, o si se actualizara el Código de Familia cubano. ¿Tendríamos entonces esa sociedad justa y equitativa para todas las personas, sin importar su orientación sexual? A mi juicio no, aunque sí serían grandes pasos que comenzarían a labrar el camino hacia esa sociedad soñada y perfectamente posible.
Estas y otras interrogantes ofrecen algunas luces sobre la importancia de buscar la esencia de los problemas que todavía hoy nos aquejan y no nos permiten construir esa sociedad justa y equitativa a la que aspiramos.
El irrespeto a la diversidad es un problema multifactorial, producto de un contexto, de una cultura, de una formación machista y de una sociedad patriarcal. Esa misma donde han nacido y se han educado tanto los cubanos de a pie como los decisores de políticas públicas, las personas heterosexuales así como las homosexuales.
En fin, los cubanos y las cubanas somos resultado de este país que da pasos –aunque no a la velocidad que quisiéramos– hacia el respeto y aceptación de las múltiples diversidades para lograr que no haya parejas como la de Javier y Yaniel, sin poder formalizar su matrimonio, como se percibe en Villa Rosa, y que no existan mujeres como Mavis, que sigan siendo víctimas de una tradicional sociedad machista y patriarcal, como nos muestra En el cuerpo equivocado.