Alrededor de la sexualidad, sus matices y estigmas en sociedades sexistas y con hegemonía o predilección por los comportamientos heterosexuales comienzan a aparecer disímiles tópicos, pero el tema que siempre me ha cautivado sobremanera es cómo se vivencian la esfera sentimental, la maternidad y los derechos sexo-eróticos-reproductivos en poblaciones de mujeres con orientación sexual hacia la homosexualidad, en nuestro contexto.
La lesbofobia, así como la lesbomaternofobia, cuestionan los derechos de apareamiento, además de los reproductivos, en las mujeres lesbianas y su sana búsqueda a proporcionarse una existencia plena de goce en todos los aspectos de la cotidianidad, como cualquier ser humano en capacidad de hacerlo, pero con la singularidad de experimentar diferentes maneras de sentir el amor y el placer (entre mujeres), los cuales pudieran coexistir en una pareja o unión sexo-erótica, o simplemente en la formación de una familia, sin ningún impedimento de índole biológico, psicológico o social.
Enfatizando en lo social, en un contexto capitalino contemporáneo, se puede apreciar cómo emergen centros de recreación nocturnos para el entretenimiento de todos y todas con una marcada presencia de mujeres lesbianas. Propiamente, hago referencia al Amanecer, a donde fui en busca de un acercamiento a la comunidad lésbica que visita el referido centro, ubicado en la barriada del Vedado.
Creo que la iniciativa es bien intencionada, pero puede llevarnos a segregar espacios reducidos para aquellos comportamientos sexuales que no se toleran en contextos más abiertos y horarios igual de visibles. ¿Se educa a las poblaciones heterosexuales y no heterosexuales en la inclusión dentro de la diversidad sexual, si solo se les deja a comunidades como las lesbianas lugares como el Amanecer (solo los sábados) para sus expresiones afectivas, a donde mayoritariamente acuden lesbianas, o seria más inclusivo si los espacios no fuesen clasificados, donde todos y todas sin distinción alguna pudieran disfrutar de los servicios y beneficios que allí se proveen?
No es casual mi comentario, es más bien una llamada de atención a ciertos comportamientos discriminatorios en el lugar donde no imaginé iba a tropezarme con actitudes que propiciaran las desigualdades de género. El hecho es que las mujeres, para acceder al interior del Amanecer, deben abonar 1 CUC, mientras a los hombres corresponden 5 CUC.
Desde luego, mi asombro se hizo acompañar de la interrogante que el suceso meritaba. ¿Por qué se refuerzan las inequidades entre unas y otros en centros que deben estimular todo lo contrario?
Y mi sorpresa fue mayor al enterarme que ello se debía a una medida preventiva para evitar que hombres acosadores pudieran asistir a la entidad y afectar la diversión entre las muchachas que frecuentan el espacio.
Ahí me acordé de una frase muy popular: «Pagan justos por pecadores», o sea, el varón acosador y el no acosador pagan como acosadores y, por supuesto, también pagan cuatro veces más que las mujeres que, finalmente, decidan pasar un buen rato en el Amanecer.
Un trabajador promedio (no acosador) no podría costearse de su salario esa suma o, al menos para hacerlo, debería reunir de sus ingresos como mínimo más de dos mesadas, y cuando supuestamente decida asistir, tiene que pasar por acosador, pues esa es la tarifa para todos los varones, sin distinción alguna de su comportamiento.
Medidas como esas no impiden que asistan acosadores, pues en realidad sí los pude ver y muy activos, por cierto; pero la sanción debe ser otra que solo enjuicie a quienes se implican en el acoso y no que la ocasión propicie lugar para agudizar las diferencias entre mujeres y varones.
El acoso es un mal que suele visualizarse, generalmente, del hombre hacia la mujer; es por ello que nadie le cobra a una mujer 5 CUC al entrar al Amanecer, aún si fuere sujeto de acoso, siempre desembolsaría 1 CUC. El acoso es una manifestación de violencia, estereotipada en la figura masculina, pero no es exclusiva del varón, y está sustentada por la cultura patriarcal.
Pero la mujer cubana y lesbiana de hoy que opta por una vida sentimental en unión de su pareja enfrenta otros conflictos de tanta envergadura como el antes mencionado, que trascienden la misma existencia de las protagonistas: la maternidad.
La lesbomaternidad es otra arista muy sensible para las mujeres lesbianas (incluso para aquellas que visitan el Amanecer) que deseen experimentar lo que se siente ser madre en el seno de una unión homo erótica femenina.
En nuestro país existe un programa nacional que trata a las parejas infértiles, pero dicho programa solo reconoce como parejas aquellas compuestas por un hombre y una mujer. De hecho, el mismo nombre del programa ya es excluyente, pues si no se reconocen otras configuraciones familiares, entonces, ¿cómo saber si se da o no la infertilidad en ellas? Las lesbianas cubanas que deseen ser madres deben acudir a vías no reguladas por las instituciones sanitarias, a expensas de los riesgos que ello pudiera acarrear a su salud; u optar por una relación heterosexual…
El hecho de la novedosa creación de un banco de esperma y otro de óvulos en Cuba abre nuevas puertas para replantearse la posibilidad de rediseñar políticas hacia una reproducción asistida que logre ser más inclusiva y realmente responda a las necesidades de maternidades y paternidades –responsables claro está– sin invisibilizar ninguna configuración familiar.
La lesbomaternofobia y la homopaternofobia, así como las transpaternofobia y transmaternofobia son patologías sociales que solo proporcionan descontento e insatisfacciones en seres humanos que ven en la maternidad y la paternidad una posibilidad de realización más plena como individuos, y no como un derecho inherente o privativo a los hombres y a las mujeres con orientación sexual hacia la heterosexualidad.
Igualar los derechos reproductivos de toda la población cubana es justo y además necesario para el país, en aras de edificar una sociedad más equitativa y humana, y ello es algo que se debe erigir en un sitio donde cada uno de nosotros y nosotras cuente, no solo al amanecer. Tal proyecto es una responsabilidad y un derecho ciudadano que no permite distinciones.