Por escuelas sin discriminaciones

Especialistas, artistas y activistas por los derechos de la población LGTBIQ (lesbianas, bisexuales, gays, trans, intersexuales y queers) apuestan por comunidades y escuelas libres de homofobia y transfobia en Cuba.

«La sexualidad no debe ser un elemento que defina las relaciones sociales, descalifique o decida el rechazo en las escuelas», dijo Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), el pasado 8 de mayo, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), durante las actividades de la 11na Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia.
Esa institución cultural siempre está disponible para la reflexión sobre un tema tan importante, que atañe a los derechos humanos y es expresión de la voluntad política por erradicar todo tipo de rezago y discriminación sexual, sostuvo el presidente de la Uneac, el escritor Miguel Barnet.
Cada año la Uneac organiza un programa de actividades que se inserta en las acciones de la jornada, que en esta ocasión se desarrolla bajo la frase: ¡Me incluyo! Por escuelas sin homofobia ni transfobia.
«Lejos de imponer un punto de vista, nos hace falta dialogar con estudiantes y profesorado en los espacios docentes», insistió Castro Espín.
«Si bien 11 años de jornadas y acciones educativas han ayudado a transformar algunos imaginarios sociales respecto a la homofobia y la transfobia, tenemos que seguir educando a la población, para deconstruir los elementos de la cultura que sostienen esos comportamientos», agregó Castro Espín.
La sexóloga dijo que es necesario ofrecer argumentos a partir de conocimientos que contribuyan a detectar y eliminar los actos de violencia hacia personas con comportamientos no heteronormativos, motivo muchas veces del abandono escolar.
Se trata, dijo, de temas que hay que discutir en las escuelas, donde estudiantado y profesorado pasan una parte considerable del día y escenario de diversas expresiones de acoso homofóbico y transfóbico que, muchas veces, termina en la interrupción o el abandono escolar, como confirma un estudio realizado por especialistas del Cenesex.
«Esos niños, niñas y jóvenes que dejan de estudiar luego están en desventaja para obtener mejores oportunidades laborales», remarcó.
La investigación cualitativa, sin ser representativa de lo que ocurre en las escuelas cubanas, parte de las vivencias de activistas lesbianas, gays, bisexuales y trans insertadas en las redes sociales comunitarias asociadas al Cenesex en las provincias La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba, del occidente, centro y oriente del país, respectivamente.
De las 90 personas interrogadas, 22 dijeron haber abandonado sus estudios en algún momento y solo nueve volvieron a reincorporarse, la mayoría de ellas personas trans que lo hicieron para terminar la enseñanza media superior.
La edad promedio de abandono de estudios fue de 16,6 años, al culminar la enseñanza secundaria; la mayoría también fueron personas trans.
Sobre el motivo de abandono escolar, 13 de 22 personas lo achacaron a situaciones de violencia. Las más frecuentes fueron las burlas e insultos, seguidas por amenazas, maltratos físicos, indiferencia y robo de pertenencias.
La entrada y salida de la escuela, el receso entre clases y en el patrio se identificaron como los momentos de mayor riesgo, en tanto los lugares marcados fueron los baños y los albergues para los centros de régimen interno.
Las instituciones educativas, en tanto, optaron por el cambio de régimen de estudios o el aislamiento de las víctimas, una revictimización que se enfocó en las víctimas y no en quienes perpetraron los abusos, principalmente estudiantes, personal docente, de apoyo y familiares de las víctimas.
La exploración del Cenesex concluye que la violencia homofóbica y transfóbica en el escenario escolar es reflejo de la homofobia y la transfobia social existentes en Cuba.
Si bien las redes de apoyo fueron prácticamente inexistentes en las escuelas, donde se tiende a normalizar estas situaciones, el estudio reconoce la intervención de otros estudiantes para detener el maltrato. En cambio, la actitud del profesorado se centró en silenciar los hechos y ubicar la culpa en las víctimas.
Entre los motivos que alegaron para no denunciar los hechos, activistas involucrados en el estudio señalaron no sentirse preparados para hacer pública su orientación sexual, el inmovilismo del profesorado y el temor a las consecuencias por la doble estigmatización.
Entre otras recomendaciones, el estudio del Cenesex aboga por sensibilizar a las organizaciones juveniles para que funcionen como redes de apoyo ante situaciones de violencia en el ámbito escolar y potenciar la formación de docentes y personal de apoyo en la detección y prevención del acoso homofóbico y transfóbico.
Igualmente, sugiere que las autoridades educativas fortalezcan la supervisión de los espacios de mayor prevalencia de la violencia homofóbica y transfóbica, con vistas a prevenir y detectar estos comportamientos discriminatorios.
Desde las artes, igualmente, se puede hacer mucho para sensibilizar y educar a las personas, agregó la directora del Cenesex y llamó la atención acerca de que el teatro incluyó estos temas mucho antes que el cine.
El actor cubano Roberto Gacio hizo un resumen sobre la presencia de personajes travestidos y homosexuales por las tablas, al principio con un carácter satírico y de humor, en el bufo y el vernáculo, donde eran objeto de burla por parte de los demás personajes.
Luego, en el teatro de arte (1936-1958), no llegaba a tratarse tan abiertamente el tema, pero se insinuaban algunas situaciones de condena a personas por su comportamiento y orientación sexual, ilustró.
En la variedad de discursos teatrales cubanos, Gacio destaca la obra desarrollada en los últimos años por Carlos Díaz, director de la compañía El Público.
Díaz abrió las puertas a personajes ambiguos y andróginos, en los que se mezclan lo femenino y lo masculino, y realmente ha dado la posibilidad de que el público pueda entender otras dimensiones de la sexualidad humana. Su poética teatral le ha hecho mucho bien al teatro cubano, agregó.
Celebró igualmente el oficio del transformismo, calificado como arte y ejercitado desde hace muchos años. Todo un recorrido, resumió, que nos permite reconocernos como idénticos y diversos.
El programa de la jornada en la Uneac incluyó un homenaje también al escenógrafo teatral Carlos Veguilla, las actuaciones de la compañía «El hombrecito verde» y las de Roberto Gacio y Juan Miguel Mas en un fragmento de Un juego peligroso, versión de Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera, bajo la dirección de Jorge Alba.

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