Caminos frente al acoso escolar homofóbico

Mientras Yuris termina su tesis, Arcelio reorienta su vocación hacia la Medicina. Ambos jóvenes son sobrevivientes del acoso escolar homofóbico que, silenciosamente, pervive en las escuelas cubanas.

Yuris Enriques Delgado es una joven trans a punto de graduarse en Licenciatura en Informática de la Universidad de Camagüey, a más de 500 kilómetros de La Habana. Su historia es poco común y en ella aparecen estrategias personales que le garantizaron el camino a la educación superior.
«Mi familia me apoyó siempre, nunca me discriminó. Mis amistades también han sido muy importantes porque eran las personas con las que compartía, dialogaba y a quienes exponía mis criterios y dudas», dijo Enriques Delgado a SEMlac.
Hace apenas dos años, asumió públicamente su identidad de género femenina. Esperar, más que una estrategia o casualidad, fue fruto de la sobrevivencia.
«En este país necesitas estudiar y tener nivel medio para poder tener un empleo. Es cierto que las escuelas propician que haya discriminación y se viven muchas dificultades; pero creo que uno tiene que marcar sus metas, no importa los obstáculos», afirma.
Además del apoyo familiar y de sus amistades, la joven camagüeyana reconoce la apertura de las máximas autoridades y del alumnado en su universidad.
Una realidad que no vivió Arcelio Espino Ochoa en la oriental provincia Las Tunas. Él siempre quiso ser fiscal militar e ingresar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), pero las «sospechas de ser homosexual» fueron suficientes para descartarlo.
«Por las preguntas que me hicieron, pude darme cuenta de las intenciones del tribunal. Me preguntaron si había estado con mujeres o con hombres. Fue un momento muy duro, me sentí derrotado, aplastado e impotente porque, por una sospecha de que fuera gay, me estaban tronchando mi vida», declaró Espino Ochoa a SEMlac.
«En nuestro país la educación es un bastión de la Revolución y si excluimos a la población LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queers) entonces no cumplimos con la consigna de una sociedad con todos y para el bien de todos», sostiene el estudiante de Medicina.

¿Qué dicen las investigaciones?
Activistas y especialistas cuestionan la ausencia de estudios sobre deserción escolar por acoso homofóbico. Investigaciones cualitativas revelan que es la población trans la más afectada por este tipo de violencia.
«En la mayoría de los/las adolescentes la desvinculación escolar se produce por el rechazo que su imagen corporal travestida provoca en la comunidad escolar», afirma la investigadora Yohanka Rodney.
Rodney participó en el panel «Resultados investigativos y retos futuros para la prevención del bullying homofóbico y transfóbico en el contexto educativo», realizado el pasado 19 de mayo en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona (UCPEJV), como parte de las actividades académicas de la 10ma. Jornada Cubana contra la Homofobia y Transfobia.
Según la doctora en ciencias, existe evidencia científica sobre acoso escolar homofóbico y transfóbico en Cuba desde 1996.
El estudio «Bullying o acoso escolar. Un acercamiento desde el estudio bibliométrico de la producción científica en el contexto cubano», muestra la presencia de esta problemática en publicaciones científicas, académicas, medios de prensa especializados y espacios del activismo social.
A esta sistematización se le suma el «Estudio preliminar sobre el bullying o acoso escolar homofóbico en algunas escuelas de la capital», que realizó un grupo de investigadoras de la UCPEJV en 2015.
En el estudio participaron 130 estudiantes desde el nivel primario hasta la enseñanza técnica profesional. También se incluyó una pequeña muestra de jóvenes que cursan estudios pedagógicos.
Las conclusiones del pilotaje muestran que, para la mayoría del estudiantado, la escuela es un lugar seguro. Pero poco más del 25 por ciento la considera insegura para «los flojitos, afeminados y varones que parecen mujeres».
En su intervención, Rodney presentó algunas expresiones frecuentes del lenguaje homofóbico en el ámbito escolar.
«Tortillera, pan con pan o pan con salsa, marimacha, flojito, pajarito, cherna, falta de junta, desfondada, mariquita, mariposa» son insultos frecuentes que sufren en mayor medida un «niño que se comporta como una niña» y un «niño que se siente atraído sexualmente por otro niño», expuso la estudiosa.
«En general es evidente que varones homosexuales o percibidos como tal son el blanco principal por encima de las muchachas percibidas como lesbianas», concluye la investigación.
El baño resultó el lugar más inseguro, seguido por el receso y el camino a casa. También las investigadoras encontraron que el acoso escolar homofóbico puede arreciarse por ser negro o negra, tener menos ingresos económicos y bajo rendimiento escolar, entre otros rasgos.
Recientemente, Rodney alertó sobre las consecuencias del acoso escolar homofóbico y transfóbico en el artículo «Época de sensibilidad humana y transformaciones profundas».
«Las consecuencias del acoso escolar son variadas, pues causa dolor, daño y humillación para los niños, niñas y adolescentes, afecta su aprendizaje, su desarrollo y su futuro. Impacta a las víctimas, sus agresores, a los espectadores y a la escuela donde ocurre, afecta la salud mental, produce un detrimento progresivo de la autoestima y habilidades sociales, a la vez que produce en las víctimas una creciente preocupación acerca de su seguridad personal», afirma la pedagoga en el texto publicado por el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC).

Más allá de la voluntad…
«No puedes enfrentar con violencia a alguien que te está violentando, porque solo se genera más violencia y no se llega a nada. Posiblemente, el más perjudicado es uno mismo. Oídos sordos a ciertos comentarios. Hay que apoyarse en las amistades y apostar por el respeto», opina Yuris Enriques Delgado.
Ella y Arcelio Espino Ochoa forman parte de la Articulación Juvenil por la equidad social, una iniciativa que reúne a jóvenes de distintas provincias del país, grupos y organizaciones cubanas.
Ambos jóvenes han encontrado en el activismo la manera de contribuir al cambio y de apoyar a otras personas.
«Creo que hay que trabajar y el activismo puede hacer mucho. Hace falta llegar a las instituciones», afirma Espino Ochoa.
Blogs personales, colectivos de activistas y grupos en las redes sociales comparten por estos días historias de vida, comentarios y criterios que reclaman la inclusión plena de personas homosexuales y transgénero en los espacios escolares y sociales.
La estratega educativa y de comunicación que lidera el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) también apuesta por incidir en las instituciones educativas con la campaña «Por escuelas sin homofobia ni Transfobia. Me incluyo».
Hasta el próximo 2018 la campaña prevé distintas acciones para debatir sobre el bullying en las escuelas, cómo detectarlo y abordarlo desde la perspectiva del estudiantado y el profesorado.
Para Mariela Castro Espín, directora del Cenesex, se trata de ser conscientes de la responsabilidad social y profesional «de tener herramientas para manejar el acoso escolar homofóbico».
«Tenemos que generar espacios emocionales amables porque, a través de las emociones, aprendemos cosas que a veces no sabemos verbalizar. Un espacio acogedor donde se aprende la solidaridad y el cariño, el respeto a los límites y al deseo de cada uno», dijo Castro Espín durante la sesión científica en la UCPEJV.

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