A unos 15 años del estreno de Fresa y Chocolate, un filme que lanzó a la palestra pública el tema de la homofobia en la isla, lesbianas y gays cubanos sienten que, aunque se viven «mejores tiempos», la aceptación social de la homosexualidad aún está lejana.
Campañas de prevención sida entre hombres que tienen sexo con otros hombres, el trabajo del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y contados esfuerzos desde los medios de comunicación masiva son reconocidos como avances por no pocas personas consultadas por SEMlac.
Pero, junto a la incipiente apertura, la comprensión de la diversidad sexual sigue chocando con una cultura machista que, durante décadas –para no decir siglos–, ha contrapuesto la homosexualidad al concepto de «ser hombre» y «ser mujer» o, lo que se entiende como lo mismo, «ser madre».
«Somos muy intolerantes y absolutos. No nos gusta lo diferente», dijo un hombre de 22 años, tras considerar a la sociedad cubana como «intolerante».
«En el edificio donde vivo, varias personas nos acusan a mi pareja y a mí de asiduas broncas que, en realidad, protagoniza la pareja heterosexual y muy respetada que vive en el apartamento de abajo. Así, es muy difícil», contó a SEMlac una entrevistada, de 56 años.
Por su parte, un joven de 30 años aseguró haber sido rechazado en puestos de trabajo por vivir hace nueve con una persona de su mismo sexo. «No te lo dicen abiertamente, pero uno sabe cuál es el motivo. Hay muchos casos que son ilustrativos y no merece la pena mencionar por ridículos y crueles», dijo.
«En esta sociedad todo lo que sea diferente en el ámbito sexual es discriminado. Sólo hay que ser hetero y meterse en la piel de un homo para saber cuán difícil resulta serlo», comentó un hombre de 36 años, incluido en el sondeo periodístico de SEMlac.
Un total de 100 gays y 50 lesbianas fueron entrevistados por la corresponsalía de SEMlac en varias provincias cubanas, entre 2005 y 2007, como parte de una investigación periodística que contó con el apoyo del Cenesex.
Pese a que todas estas personas han sentido alguna vez el rechazo social, expresado por detalles tan sencillos como gestos o miradas, la muestra se dividió casi en partes iguales ante la pregunta de si se habían sentido discriminados alguna vez por su orientación sexual.
Sin embargo, la diferencia aparece en las respuestas, por sexo y edad. Mientras 73 por ciento de los hombres aseguraron sentirse discriminados, solamente lo percibió así 38 por ciento de las mujeres consultadas, con una tendencia al aumento de esa apreciación en las mayores de 30 años.
Más de la mitad de la muestra, 61,3 por ciento, aseguró sentir el rechazo de las personas cuando conocen de su homosexualidad. La proporción se elevó, en el caso de las mujeres, hasta 74 por ciento.
Expulsiones de escuelas y centros de trabajo y la no aceptación en determinados empleos estuvieron entre los ejemplos mencionados por algunas de las personas –en su mayoría mayores de 50 años–, que aseguraron no haber recibido «un trato adecuado» y, por ende, sí «discriminatorio» de la sociedad.
Tanto gays como lesbianas mencionaron también la carencia de información sobre la homosexualidad, el desconocimiento sobre la existencia de centros dedicados a la atención diferenciada a unos y otras y la inexistencia de una atención especial por parte de las instituciones u organizaciones sociales.
Lesbianas y gays en sociedad
Aunque resulta difícil definir quiénes son menos aceptados por la sociedad cubana actual, las respuestas recogidas y las tendencias del proceso de recopilación de información parecen demostrar que el rechazo social es mayor hacia la homosexualidad femenina que hacia la masculina.
Un detalle interesante es que, mientras la mayoría de las preguntas hechas por SEMlac entre la comunidad gay cubana fueron respondidas, la corresponsalía contactó a más de 200 lesbianas y apenas contestaron 50.
Como norma resultó muy difícil encontrar mujeres decididas a reconocer su orientación homosexual, compartir su historia y colaborar con un trabajo periodístico sobre aceptación social de la homosexualidad, característica que marca una diferencia con el universo gay, más abierto y colaborador.
Mientras 68,6 por ciento de las personas entrevistadas asume públicamente su condición homosexual, sin diferencias importantes por sexo, la mayoría (66%) consideró que gays y lesbianas son discriminados por igual. El 18,6 por ciento dijo que las lesbianas son mas discriminadas y 15,3 por ciento consideró que los gays.
«Somos discriminadas por machismo. Las mujeres no tenemos derecho ni a ser lesbianas», dijo a SEMlac una de ellas, de 56 años. En tanto, un gay de 47 resumió: «las lesbianas son las más discriminadas, por su condición doble de mujer y homosexual».
Las diferencias por sexo afloraron también ante la pregunta de si les preocuparía o no que se conociera públicamente de su orientación homosexual: la preocupación pasa de 24 por ciento de las lesbianas a 15 por ciento de los gays.
El rechazo, la intolerancia, perder el empleo o simplemente sentirse señalados son los argumentos expuestos por 19 por ciento de quienes fueron entrevistados y aseguraron sentirse preocupados ante la posibilidad de que en su barrio, centro de trabajo e incluso seno familiar, llegara a conocerse de su orientación sexual.
Al mismo tiempo, 26 por ciento confirmó haber sido víctima de alguna forma de violencia, fundamentalmente verbal. Doce personas relataron que han recibido agresiones físicas, todas provenientes de familiares, y dos hombres dijeron que fueron agredidos sexualmente.
Dentro de casa
Independientemente de los pocos casos de violencia homofóbica reconocidos, 46 por ciento de las mujeres sintieron rechazo de su familia por su condición homosexual, frente a 22 por ciento de los hombres. En tanto, ellos tendieron más a ocultar su orientación.
Los principales miembros de la familia (madre, padre, hermanos y otros) han adoptado conductas dispares, según la situación. En algunos casos, ha sido la figura paterna quien más comprensible se ha mostrado. En otros, la madre no lo sabe, o lo oculta para no hacer sufrir al resto de los familiares.
Mientras el hecho se mantiene a nivel de sospecha, la primera reacción es el rechazo a las amistades con quienes se relacionan hijas e hijos, verlo como un capricho o, incluso, intentar «curarlo». El 20,6 por ciento fue llevado a psicólogos y psiquiatras para solucionar un «problema» que se veía venir.
El silencio es una opción recurrente. «Mi madre nunca ha querido hablar del tema, pues ella rechaza abiertamente a las lesbianas. Sin embargo, mi hermano lo supo desde el primer momento y ha sido un gran apoyo para mí: nos contamos todo», dijo una mujer de 29 años.
Mientras muchos gays encuentran comprensión en la madre, también se dan los extremos: «mi padre siempre me ha maltratado y mi madre se niega a caminar conmigo por la calle. No me dejan ni conversar con mi hermano menor, por miedo a que lo contamine», dijo un hombre de 21 años.
Llorar, gritar, amenazar, prohibir, no hablar del tema son reacciones frecuentes cuando la homosexualidad llega al seno familiar. Callar, ocultar, desmentir y alejarse del hogar es el camino que han encontrado muchos homosexuales para «no hacer sufrir a mi familia».
No pocas personas homosexuales de ambos sexos reconocieron haber optado por fingir noviazgos y bodas, e incluso efectuarlas realmente manteniendo una relación que no desean, solo para mitigar la sospecha que se tenía o acallar los comentarios que ya no podían parar.
Aunque sólo 2,6 por ciento de la muestra debió esperar a la adultez para descubrir su orientación homosexual, 54 por ciento ha estado casado alguna vez o ha tenido relaciones de pareja estables con personas del otro sexo. Así, 32 por ciento de las mujeres y 15 por ciento de los hombres tienen hijos.
A pesar de los pesares
Rechazadas o no por sus familias, víctimas o no de algún tipo de discriminación, con historias tristes y felices, 90 por ciento de las lesbianas y 63 por ciento de los gays entrevistados por SEMlac aseguraron sentir plena realización en el plano personal.
De nacer otra vez y estar en posición de elegir, una gran mayoría (72 %) querría ser nuevamente homosexual. Sólo 16 por ciento quiso ser heterosexual y 10 por ciento bisexual, pero las mujeres (88 %) se mostraron más satisfechas con su homosexualidad que los hombres (64 %).
«Me gusta mi manera de ser y sentir y mi forma de ver las cosas. No me asombro de nada y acepto los gustos ajenos; no sé si tenga esto que ver con mi condición de gay, pero, a pesar de toda la adversidad, me siento muy bien siendo homosexual», opinó un hombre de 32 años.
Por su parte, una lesbiana de 32 años explicó su opción con el amor al universo femenino: «entre nosotras hay de todo, como también entre los hombres, pero somos más propensas a la amistad, a relaciones que van mucho más allá del sexo. Si tuviera varias vidas, ojalá siempre fuera así.»
Enero 2009