Mónica Collazo Cano y Elizabeth Cabrera Espinosa recorrieron varias consultas en La Habana, exploraron y analizaron todas las posibilidades para cumplir un sueño y uno de sus proyectos como pareja: tener un bebé.

«Hemos ido a hospitales, consultorios, policlínicos y hemos hablado con amistades. Hemos averiguado todo. Como no se puede acceder al servicio si no es como pareja heterosexual, hasta llegamos a inventar un supuesto marido para saber cuál es el procedimiento», reconoce Mónica.
Desde 2011, estas mujeres, conocidas por ser las primeras lesbianas en celebrar una boda simbólica con el amparo del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), planean tener descendencia.
«Yo tengo 38 años y como una pareja que somos, buscamos el momento ideal y las condiciones. Habíamos comenzado nuestro negocio y queríamos sentar las bases para tener nuestra familia. Hasta que dijimos es ahora o ahora», afirma Elizabeth.
Mónica y Elizabeth han creado juntas una cafetería dulcería en la capital cubana, al amparo de las medidas que promovieron en el país el fomento del sector privado en la economía, desde 2010.
Con el mismo propósito de ellas, han llegado algunas parejas al gabinete de planificación familiar que atiende la doctora Aissa Naranjo Dojer, en el policlínico Rampa, en La Habana.
«Quienes más vienen son las parejas heterosexuales, pero me han tocado a la puerta tres parejas de mujeres lesbianas porque el mundo está cambiando y ellas también se preguntan: ¿por qué no?», declara Naranjo Dojer a SEMlac.
Ningún padecimiento físico o limitación reproductiva aquejaba a las mujeres lesbianas que visitaron a la especialista.
«No son pacientes portadoras de una enfermedad crónica trasmisible, tampoco tienen orgánicamente una infertilidad, pero la única vía posible para que tengan descendencia es mediante la reproducción asistida, porque biológicamente no puede suceder», afirma Naranjo Dojer.
Pero los protocolos de actuación del Programa Nacional de Atención a la Pareja Infértil (PNAPI), que se ofrece de forma gratuita, no incluyen a parejas homosexuales ni mujeres solteras en los servicios, cuyas únicas beneficiarias son las parejas heterosexuales infértiles.
Desde 2006 se desarrolla este programa, que hoy cuenta con 168 servicios municipales, 15 centros provinciales y cuatro centros territoriales de alta tecnología (RAAT) para la reproducción asistida.
Autoridades públicas han presentado esta política gubernamental como parte de las iniciativas que buscan hacer frente al envejecimiento poblacional y la baja fecundidad en la nación caribeña.
En 2016 los Centro Provinciales de reproducción asistida en Cuba reportaron 1.462 embarazos, ninguno de ellos fue de una pareja de mujeres lesbianas. Ellas, al igual que las mujeres solteras y hombres gays, ven limitados sus derechos y deseos de tener descendencia.
La voluntad, sensibilidad y reconocimiento de este derecho en especialistas de la salud no es suficiente para encaminar a parejas homosexuales en el programa, que es selectivo y complejo.
Para la doctora Naranjo Dojer, es difícil dar respuesta a las parejas homosexuales al no poder «encaminarlas» en el sistema.
«Es difícil el manejo porque no está protocolizado. En la bibliografía aparece el concepto epidemiológico y clínico de una infertilidad, pero para las parejas heterosexuales. Las parejas homosexuales que no tienen nada que ver con ese concepto no están contempladas», explica la especialista.
El primer paso sería incluirlas como usuarias de estos servicios pues, a criterio de la doctora Naranjo Dojer, estas parejas y realidades «si no están comprendidas, si no están protocolizadas, de ninguna manera van a poder acceder».
Otra de las dificultadles que reconocieron las entrevistadas por SEMlac son las exigencias tecnológicas de la reproducción asistida y la necesidad de recursos y tecnología de punta. De acuerdo con declaraciones oficiales, el país invierte más de cuatro millones de dólares solo en programas de atención a la pareja infértil.
Desde 2014 en el país se aplica la ovodonación como técnica, pero aún no se cuenta con un banco de semen que incluya donantes anónimos, aunque se ha declarado como un paso necesario para el desarrollo de la reproducción asistida en la isla.
Para Mónica y Elizabeth, acceder a un donante de semen anónimo sería una condición fundamental que las protegería legalmente a ellas y al futuro bebé.
«Mediante un banco de esperma tendríamos un respaldo, porque esos donantes no tendrían ningún vínculo legal o potestad sobre el niño y eso sería una garantía para el bebé y para nosotras», afirma Elizabeth.

Tic, tac…cuestión de derechos
El reconocimiento de las familias no heteronormativas, el derecho a la reproducción asistida y la adopción son algunas de las demandas de activistas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, trans), organizaciones e instituciones que luchan contra la homofobia en la isla.
La ausencia de respaldo legal complejiza aún más el acceso a la reproducción. Pero el tiempo pasa y ante la realidad actual, mujeres lesbianas -solteras o en pareja- han buscado mecanismos alternativos para ejercer su derecho a la maternidad.
«Conocemos una muchacha que se hizo una inseminación artificial gracias a la participación de un amigo; ella y su pareja hoy tienen un niño precioso», comenta Mónica.
Las protagonistas de esta historia apuestan por un donante anónimo. Ante la imposibilidad de acceder a los servicios nacionales han cruzado la frontera en busca de oportunidades.
«Fuimos a Chile gracias a la ayuda de nuestra familia. Mi suegro vive allá y como en ese país está aprobado el matrimonio igualitario dijimos en la solicitud de visa que queríamos, como pareja, acceder a la reproducción asistida», dice Elizabeth.
La pareja utilizó todos sus ahorros en dos intentos de inseminación artificial que no dieron resultado.
«Queremos hacer todo de manera responsable, no quiero mentirle nunca a mi hijo o hija. No quiero esconderle cómo vino al mundo, por eso queremos hacerlo bien», afirma Mónica.
El reloj biológico de ambas no espera y manifiestan que, a pesar de todas las dificultades, quieren vivir la maternidad. Construir juntas una familia, ver en su bebé rasgos y comportamientos de ambas, es una aspiración que las impulsa.
Con más de 20 años en la salud pública en Cuba, la doctora Naranjo Dojer reconoce que el país está cambiando y la lucha contra la homofobia ha tenido un impacto social importante.
«Es muy complejo, pero hay que visibilizarlo y actuar. Esto pasa por la salud mental de esas mujeres, de esas personas y parejas, por su integridad como ser humano», reflexiona la experta.

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