La Mamma, una cubana realizada

Por Raquel Sierra / Foto: Raquel Sierra

En la pequeña sala de su casa, bien a mano para quien pueda necesitarlos, hay condones y materiales  de prevención y orientación sexual. Algunas veces se los piden hasta en altas horas de la noche. De vez en cuando, alguien toca a su puerta para hacerle una consulta o una confesión, tomarse un café o hacer alguna coordinación.
En la ciudad de Bayamo, 577 kilómetros al este de La Habana, vive Héctor Hernández, coordinador del proyecto de HSH (hombres que tienen sexo con hombres), del Centro Nacional del Prevención en el municipio de Bayamo, y del HSH-travesti, del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), en la provincia de Granma. Su nombre tal vez no diga mucho. Sin embargo, si se habla de La Mamma, todo cambia. Así la conocen promotores, HSH, travestis, seropositvos y funcionarios. Saben de ella en La Habana, Guantánamo, Holguín y otros territorios de Cuba. Su defensa de la diversidad y la pasión con que desempeña la prevención del VIH/sida, la distinguen.
Dice que ese nombre surgió de una etapa pasada, cuando elaboraba pizzas para vender. Por esos días proyectaban en la televisión una novela brasileña, en la cual la protagonista dirigía una pizzería, de La Mamma, y así el nombre se quedó. Preferiría, sin embargo, llamarse Mariana, un nombre que le gusta y que recuerda a la madre de valientes patriotas independentistas cubanos del siglo XIX.
 “Soy así desde que tuve la definición de qué y quién quería ser, a los 11 años de edad. De mi homosexualidad me di cuenta mucho antes, desde los cinco o los seis; no sabía exactamente lo que era, pero sí que todo lo que me gustaba y atraía era del rol femenino”, cuenta Héctor.
“A los 11 me defino con las ropas femeninas y, desde entonces, me visto de esa forma. Mi mamá, mi hermano y mis tíos me ayudaron; mi papá fue un problema,  pero en la casa la voz cantante la tenía mi madre. En mi entorno no tuve obstáculos,  pero sí en el preuniversitario. En la década de los ochenta no se aceptaba casi nada. Tuve que abandonar la escuela. Hoy hubiera sido todo distinto, hay mucha más tolerancia”, considera.
“El éxodo del Mariel —en 1980, cuando cerca de 100.000 personas decidieron abandonar el país rumbo a Estados Unidos–,  marcó mucho a quienes decidimos quedarnos.  Tuve condiciones para irme entonces y también en 1995, pero decidí quedarme”, dice.
“Lo hice porque ya había empezado a ser feliz, me veían natural y esta es una ciudad chiquita, todo el mundo me conoce. Fueron tiempos convulsos, pero para mí todo fue apacible. No obstante, decidí no moverme de mi provincia porque aquí me sentía protegida”, comenta.
Le gusta decir que “el sol que salió el primero de enero (triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro), a mí no me dio sombra, ni a mi familia. Ese sol salió para todo el mundo. Y me quedé porque ese sol salió también para mí. Voy donde quiero ir, siento que si está nublado, es así para todo el mundo”, comenta.
Habla con desenfado. “No tuve problemas nunca, pero tengo el orgullo de mi fisonomía, me puedo poner lo que quiero. Si voy por la calle y no me doy cuenta de que viene una bicicleta, los jóvenes me dicen: `tía, cuidado, suba´…me están diciendo vieja, pero lo cierto es que ya no soy tan joven…
“Si voy en una guagua (ómnibus) y tengo abierto un poco el escote, las mujeres me advierten y eso me gusta, su complicidad. Yo soy una mujer. No quiero operarme, tengo problemas de salud, una pericarditis crónica, hago derrames y se me llena el pericardio de líquido. Me gustaría, pero así me siento lograda, soy realmente feliz, más feliz que muchas personas que conozco. Me conformaría con un cambio de identidad”, asegura.
La Mamma cree firmemente que la aceptación se debe a la persona que es y al respeto que inspira. “Me respeto y eso hace que te ganes el respeto de los demás, pero tienes que empezar por ti. Hay edades y hay cosas, no me puedo poner una saya por aquí –dice, señalándose el muslo–, me las pongo largas, acorde con mi edad”, comenta.
“En enero de 2008 viví una experiencia única, pensé que no me iban a seleccionar, pero me escogieron para participar en el Congreso de Sexualidad, en el Palacio de Convenciones de La Habana. Allí  presenté un trabajo sobre las iniciativas para mejorar la calidad de vida de los travestis. Las primeras horas fueron de pánico, pero cuando entramos, al oír aquellas evocaciones que se hicieron a Vilma Espín– por muchos años presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas–, había como un halo en el teatro, eso me dio fuerzas”, reñata.

Diciembre 2009

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