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Travestida de hombre sirvió como cirujano en las guerras napoleónicas, en el siglo XIX; ejerció la Medicina en la oriental provincia cubana de Baracoa y sufrió prisión en La Habana. Por si fuera poco, Enriqueta Favez terminó en un convento de monjas en Nueva Orleans, Estados Unidos, y se hizo misionera en México. Su vida, tan intensa como fuera de lo común para todos los tiempos, ha vuelto a ser noticia en La Habana, donde el 12 de junio fue presentada la versión digital del libro que narra los avatares de su existencia, Por andar vestida de hombre, resultado de una acuciosa investigación del historiador cubano Julio César González Pagés.
La multimedia rescata la historia de una mujer nacida en Lausana, Suiza, a finales del siglo XVIII, quien se enfrentó a las convenciones sociales para llevar adelante vida y profesión.
Casada a los 15 años de edad con Juan Bautista Renau, oficial de Cazadores de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte, Favez enviudó rápidamente, cuando apenas llevaba tres años de matrimonio, y también perdió, a los ocho días de nacida, a su pequeña hija, fruto de esa unión.
Entonces comenzó el empedrado camino que la llevaría, finalmente, a los tribunales y a la prisión, pues optó por vestirse de hombre y pasar por tal para poder estudiar medicina, una carrera entonces vedada a las mujeres, en pleno siglo XIX, en París.
Una vez graduada de la Sorbona, se sabe que trabajó como cirujano militar del ejército francés durante las Guerras Napoleónicas, bajo el nombre de Enrique Favez, y que al terminar la contienda emigró a la Isla de Guadalupe primero, y después a Cuba, a donde llegó en 1819, a bordo del velero «La Helvecia».
Se estableció finalmente en Baracoa, ciudad del extremo oriental cubano, y allí recomenzó su vida. En esta isla caribeña siguió practicando la medicina, hizo labor educativa entre la población más necesitada y se casó con Juana de León, una mujer pobre de la zona que era consciente del sexo biológico de Favez, según consta en documentos de la época.
De ese modo, transgredía las leyes civiles y los dictados de la iglesia, lo que la llevó a juicio, en 1823, y a cumplir condena en prisión.
«El hecho de que una mujer en esta época fuese médica, constituía de por sí un delito. Pero, además, que se atreviera a violar los designios de la iglesia y mantener una relación condenada como antinatural, hicieron del juicio de Enriqueta representación fiel de un tribunal de la Santa Inquisición, al llamarla ‘monstruo’, ‘criatura infeliz’, y descargar sobre ella todo tipo de improperios», ha descrito el también coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades.
Por andar vestida de hombre, la frase que da título al libro, sintetiza la osadía que la llevó a los tribunales, quizás en «el juicio más escandaloso realizado en la etapa colonial cubana», según González Pagés, quien resume aquí una investigación de varios años, realizada con apoyo de la Agencia Suiza de Cooperación al Desarrollo (Cosude), la Universidad Autónoma de Barcelona y la Comunidad de Foros Iberoamericanos.
«Algo irreal para la época en que ella vivió», al decir de la ensayista y profesora de la Universidad de La Habana Teresa Días Canals, quien tuvo a su cargo la presentación de la versión digital del texto, que reconstruye la historia a partir de documentos y cartas.
La versión digital recoge fotos y videos que permiten seguir las rutas de Favez, a lo largo de su existencia, por Suiza, Francia, Guadalupe, Estados Unidos, México y varias ciudades y poblados en Cuba. Cuenta, además, con glosarios de palabras empleadas en la época e índices geográficos, entre otros recursos complementarios.
El autor anunció que una segunda edición digital, todavía en proceso, incluirá la reconstrucción del retrato de Enriqueta Favez. En su opinión, ella fue una persona muy valiente, que hizo todo por amor, lo mismo a su trabajo que a su pareja.
«La historia de Favez es muy importante porque puede ser una historia actual, que también nos lleva a la reflexión de cuánto se ha avanzado con respecto al género», señaló el coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades.
El historiador ha apuntado, además, que las mujeres que vistieron de hombre tuvieron que asumir un alto costo que, en mucho, arruinó sus vidas personales. «Pero en el plano del ejemplo social incentivaron a que muchas otras se unieran para poder lograr sociedades donde la equidad forme parte de algo más que la vestimenta».
Junio de 2009