Dilemas y esperanzas de unos habitantes nocturnos

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Prefieren las noches para vivir y sueñan con poder mostrarse en público alguna vez, tal como son, sin sentirse personas extrañas o recibir la burla o el rechazo.

Esa característica, y ese anhelo, fueron los más coincidentes de las 24 entrevistas realizadas por SEMlac a travestis y transexuales de cinco provincias cubanas, entre 2008 y 2009.

Residentes en Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, al centro del país; en Granma, a poco más de 700 kilómetros al Este de La Habana; en Pinar del Río, al extremo occidental, y la capital cubana; tres de las personas entrevistadas se identificaron como transexuales, y recibían atención por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en el momento de la conversación.

Las 21 restantes se reconocían a sí mismas como travestis y estaban vinculadas, de alguna forma, a las labores de promoción de salud en el terreno de la prevención frente a las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y el VIH/sida.

Salvo dos de ellas, el resto había incursionado alguna vez en espectáculos artísticos, ya fuera por que les gusta actuar o porque decidieron hacerlo por su labor como promotoras de salud.

La mayoría vivía permanentemente transformada, salvo dos, que solo lo hacían con fines artísticos.

«Aunque siempre trato de parecer una mujer, porque así me gusta mostrarme, es de noche cuando uso todo el maquillaje, cuando me esmero en lucir bien», confesó a SEMlac Naudi Martínez, travesti, de la provincia de Pinar del Río.

«De noche es como si fuera otra persona, me intimidan menos las burlas, me siento más segura», coincidió otra, que no quiso dar su nombre, residente en la provincia de Ciego de Ávila, a más de 420 kilómetros de La Habana.

Ya en 2004 un estudio de las psicólogas Janet Mesa y Diley Hernández, publicado por la revista cultural Temas, intentaba definir características comunes de estas personas y analizaba que podrían estar construyendo un nuevo grupo de identidad social en Cuba.

Un total de 19 travestis fueron interrogados por estas especialistas en más de una ocasión, entre 1998 y 2003. Como norma, compartían la exigencia de lograr una imagen lo más femenina posible y el fracaso en ese empeño podía «implicar la sanción del grupo, materializada en la burla, la crítica y, por último, el rechazo», confirma el estudio titulado «Transformistas, travestis y transexuales: un grupo de identidad social en la Cuba de hoy».

Vivir en un cuerpo extraño

Según el Cenesex, la transexualidad define a quienes «desde su infancia temprana y a lo largo de su vida, demuestran su indisoluble sentimiento de pertenecer a un género (femenino o masculino), que no se corresponde con el sexo asignado al nacer».

Desde su creación como grupo en 1979 y hasta principios de este año, la Comisión Nacional de Atención a Transexuales había recibido 122 solicitudes e identificado 30 transexuales.

Del total de personas confirmadas como transexuales, 26 habían solicitado la cirugía de readecuación sexual y se había realizado aproximadamente la mitad de esas intervenciones, a cargo de especialistas cubanos y belgas.

Estas operaciones fueron aprobadas por la resolución 126 del Ministerio de Salud Pública, del 4 de junio de 2008, que autoriza la cirugía de adecuación genital entre los procedimientos de atención integral a personas transexuales naturales y residentes en Cuba.

Del total de transexuales diagnosticados, un grupo no desea, por diversos motivos, la operación, pero sí el reconocimiento jurídico de su identidad de género, que incluye el cambio nombre y foto en el registro de identidad, un paso que algunos ya han obtenido o está en proceso para otros.

En ese último caso se encontraba Erika Hernández, una joven apenas veinteañera, de la provincia de Sancti Spíritus, cuando fue abordada por SEMlac. «Estoy terminando el proceso legal para nombrarme, finalmente Erika, en lugar de Yadier, el que me pusieron cuando nací», explicó.

En comparación con otros transexuales, Hernández tenía una vida afortunada: contaba con la aceptación de sus padres y una pareja heterosexual que había asimilado completamente su situación.

«Acceder a una operación de reasignación sexual y ser madre alguna vez», fueron las esperanzas más importantes confesadas por Erika, la única entre todas las personas entrevistadas que mencionó la maternidad como un proyecto futuro.

Sin embargo, la historia de la única transexual capitalina entrevistada, más común entre las personas de su condición, incluía abusos y golpizas por parte de parejas generalmente homosexuales, y casi nunca estables.

Actualmente, se encuentra en estudio la propuesta de un decreto ley de identidad de género que establecerá legalmente que no es necesaria una operación de reasignación sexual para obtener el cambio de identidad, en los casos de transexuales diagnosticados.

Además, la resolución número 126 del Ministro de Salud Pública, firmada en junio de 2008, estableció la creación de un centro de atención integral a la salud de las personas transexuales y legitimó las funciones de la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales», creada en 2005 por el Cenesex.

Sueños desde las tablas

Igual que sucede entre la población cubana, donde las mayores dudas relacionadas con el tema de la diversidad sexual se concentran en torno a la transexualidad, según pudo confirmar esta agencia en dos sondeos realizados en 2008 y 2009, entre travestis existen dudas similares.

Tres de los entrevistados aseguraron haber sido transexuales en la niñez «aunque ahora ya no lo eran», a pesar de que especialistas sostienen que es a partir de los 18 años, más o menos, que se puede confirmar realmente esta condición.

Según la psicóloga Mayra Rodríguez, del Cenesex, para saber certeramente si se trata de un transexual, la persona se mantiene en estudio durante un tiempo y debe asistir a tratamiento, al menos durante dos años.

«La apariencia externa no da realmente cuál es la identidad ni la orientación sexual de las personas, porque va más allá de eso, hay que estudiar psicológica y biológicamente cada caso», ha explicado Rodríguez.

Confusiones al margen, dos certezas comparten más de las tres cuartas partes de las personas transexuales y travestis consultadas: se sienten rechazadas y pasan mucho trabajo para encontrar parejas, lo que las pone en una situación muy vulnerable frente a las infecciones de transmisión sexual y el VIH/sida.

Tampoco se les da fácil la posibilidad de estudiar y acceder a un trabajo. La mayoría, por debajo de los 30 años, tiene sueños de superación en materias como la enfermería, la informática y hasta las ciencias psicológicas, que esperan por una transformación en las normas de ingreso a las instituciones educativas para hacerlas posibles.

A la censura dentro de su propio grupo o de la comunidad homosexual, descrita por las investigadoras Mesa y Hernández en 2004, se suma el rechazo y la marginación que estas personas sufren cotidianamente por parte de la sociedad.

«En la calle experimentamos a diario mucha violencia. No solo es el maltrato físico, sino la burla; o cuando no te dejan entrar travestida a un espectáculo público», agregó una granmense que también prefirió el anonimato.

En otro punto coinciden todas las personas trans entrevistadas por SEMlac: vincularse a las labores de promoción de salud ha sido «una forma de integrarse a la sociedad y sentirse útiles», criterio a tener en cuenta para futuros empeños a favor de la diversidad sexual.

Mayo de 2010

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