Cuba: Transidentidades se identifican en la diversidad y el activismo

Personas trans de Cuba reconocen que la discriminación por romper el binarismo de género, la falta de formación educacional e inexperiencia de la mayoría de las activistas afecta la participación de este grupo dentro del movimiento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros) en la isla.

Cristal, Olivia y Malú, integrantes del Comité técnico nacional del grupo Trans Cuba, compartieron sus vivencias como mujeres transexuales y activistas trans con miembros de otras redes sociales que agrupa el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).

Con una membresía de 828 activistas y promotoras en derechos sexuales y salud sexual, el grupo enfrenta hoy nuevos retos a partir de la incorporación de jóvenes, sus nuevas demandas y maneras de hacer. Sin embargo, Olivia considera que las generaciones recientes no siempre le dan valor a las oportunidades de superación que brindan instituciones como el Cenesex.

«Muchas no tienen disciplina, le dan más importancia a la subsistencia diaria, la moda y las fiestas y no piensan que existen otras maneras de vivir más allá del sexo transaccional. La gente cree que esta es una manera fácil de ganar dinero y no es así. Una se expone mucho a la violencia física, psicológica y a las infecciones de transmisión sexual», opina esta transexual de 46 años que ejerciera en su juventud la prostitución y más tarde encontró en la peluquería otro modo de vida.

Precisamente, una de las demandas de las personas trans en el país es su inclusión y respeto dentro del sistema nacional de educación. Luego de mucho batallar, Cristal se graduó de enfermera e incluso se hizo técnica en electrocardiograma. Pero, a pesar de tener en regla todos los documentos que la acreditan como profesional de la salud, recientemente le fue negada una plaza en el sector.

Por eso la coordinación del grupo apuesta por el fortalecimiento de la autoestima, además de mantener la lucha contra las discriminaciones en el espacio laboral y estudiantil. Para la mayoría de las personas presentes en el encuentro resulta fundamental romper con la imagen de víctima y dar méritos a la inteligencia, voluntad y capacidad de trabajo de las personas trans.

«Seis muchachas trans están estudiando en la universidad. Son pocas, pero ese número representa mucho para nosotras. Nos demuestra que, si ellas pudieron, ¿por qué otras no podrán?, reconoce Malú.

«Por eso no podemos seguir sintiéndonos víctimas. También las oportunidades tenemos que buscárnoslas nosotras. Basta ya de decir, constantemente, que la sociedad nos discrimina; a veces eso es una justificación. Sabemos que aún el país no ha logrado aprobar las leyes que nos amparan, pero igual tenemos que seguir luchando y de seguro habrá que hacer sacrificios.»

Además de la discriminación familiar y social, a las transexuales les afecta el machismo y la presión de cumplir con la imagen femenina tradicional. La mayoría no concibe una mujer sin senos, que no use habitualmente tacones y esté maquillada «correctamente».

En respuesta a esta presión social y grupal, muchas jóvenes trans acuden a servicios ilegales con el fin de lucir senos, caderas, muslos y nalgas voluminosos. Con tristeza, Olivia y Cristal recuerdan a compañeras suyas que han puesto en riesgo sus vidas al recurrir al aceite comestible, la cerveza, los implantes de uso, mal esterilizados, y a médicos «que hacen el trabajo por la izquierda» (de manera ilegal).

Por ello, aunque luchan por la eliminación de la transexualidad del manual de enfermedades mentales, integrantes de la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales exigen que se mantenga como un derecho de salud el acceso público a servicios que garanticen un tratamiento hormonal responsable, junto a las demás intervenciones del cuerpo que forman parte de la transformación por la cual transcurren la mayoría de las personas trans.

No obstante, Cristal comparte la opinión de que un diagnóstico como transexual ayuda mucho para el reconocimiento de la familia y ofrece mayores posibilidades de encontrar trabajo. Sobre el tema, Mayra Rodríguez Lauzurique, coordinadora por el Cenesex del grupo Trans Cuba, opina que esta es una creencia discriminatoria.

«La familia, las instituciones y la sociedad las acepta mejor, pues un diagnóstico les da una justificación social para la existencia de estas identidades, así las consideran como enfermas. Por eso la importancia de la despatologización de las transidentidades para la aceptación social», afirma la especialista.

Empero, con diagnóstico o no, a los hombres trans les va mejor. «Siempre pende sobre ellos una interrogante, pero no podemos negar que al insertarse en los patrones de masculinidad socialmente aceptados adquieren poder y estatus. Lo que no sucede con las trans mujeres, pues ellas son la transgresión viva», comenta Alberto Roque, coordinador del grupo Hombres por la Diversidad (HxD).

En Cuba se conoce la existencia de tres personas transexuales masculinas, quienes han acudido a la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales.

Todas y todos refieren compartir una de las denigraciones más graves: la imposibilidad de ejercer una ciudadanía acorde a su identidad de género, sin necesidad de una operación de reasignación sexual; conflicto que supera la recientemente aprobada Ley de Identidad de Género argentina.

«Esa es una problemática de la población trans. Me quiero morir cuando voy a algún lugar con mi pareja o tengo que sacar un pasaje para ir a provincia y me piden el carné de identidad. Me sube la presión, me pongo de todos los colores, porque ese que está ahí, en el documento, no soy yo. Muchas trans esperamos tener nuestros documentos como las mujeres que somos, pero ¿cuando será eso?, ¿cuando tengamos sesenta años? Yo espero que no», concluye Olivia.

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