Cuba: Mujeres lesbianas intercambian experiencias y aprendizajes

Reconocer su orientación homosexual y asumirla socialmente al «salir del clóset» no es siempre un proceso fácil para las mujeres lesbianas ni el único que deben sortear como resultado del estigma y la discriminación social.

«Lesbiana, mujer que ama a otra mujer u homosexual son algunos de los términos que utilizan las mujeres que se interesan afectiva y eróticamente por otras mujeres para definirse», reitera a SEMlac la psiquiatra Ada Alfonso.

Colaboradora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), Alfonso es una de las coordinadoras del trabajo con mujeres lesbianas y bisexuales en esas institución y una de las profesoras del taller «Determinantes sociales de la salud, diversidad sexual y salud de las mujeres lesbianas», realizado del 15 al 19 de abril en el capitalino Centro de Convenciones ORTOP, en La Habana, con el apoyo de Fox Bélgica.

Como parte de ese trabajo, Alfonso ha señalado que las mujeres que se identifican a sí mismas como lesbianas lo hacen en diferentes momentos de su vida: desde sus años de adolescencia, cuando son jóvenes adultas, en la edad mediana y también tarde en la vida. «Pero hay lesbianas que nunca revelan su identidad», precisa.

Diseñado para el trabajo con personas cuyo desempeño fundamental ocurre en el ámbito comunitario, el taller reunió a participantes de diferentes zonas del país en una actualización acerca de los determinantes sociales en sus vidas, especialmente su salud, algo que no siempre dominan, identifican ni manejan adecuadamente especialistas y profesionales en el sistema de salud.

«Aun cuando existe un elevado cúmulo de información relacionada con la salud de las mujeres, no sucede igual en lo referente a la salud de las mujeres lesbianas», alerta Alfonso.

«De ahí que los grupos de mujeres lesbianas hayan identificado algunos temas que requieren de atención prioritaria, tanto en el campo de la salud mental como en el que concierne a la salud sexual», continúa.

Por más de una década, el Cenesex ha trabajado en la capacitación de profesionales de la salud en la atención primaria en temas que vinculan la determinación social de la salud y el disfrute de la sexualidad.

Entre otros objetivos, el encuentro identificó el condicionamiento de los factores sociales en la salud sexual, analizó los derechos sexuales de las mujeres como parte indivisible de la salud sexual, promovió la reflexión acerca de las necesidades específicas asociadas a la salida del clóset y se adentró en los derechos reproductivos de las mujeres lesbianas.

Problemas relativos al cáncer de seno y de cuello uterino en quienes no han contemplado la maternidad en sus vidas, dificultades en la atención ginecológica, desconocimiento de las Infecciones de Transmisión Sexual y el VIH/sida se incluyen entre esas preocupaciones.

«Haber conocido experiencias interesantes de mujeres lesbianas con conflictos laborales, de salud, familiares y de otro tipo, que además han recibido apoyo y orientación por el resto de la compañeras, es muy reconfortante», dijo a SEMlac Irene Comendeiro, una de las participantes.

Entre otras situaciones que pueden dañarlas están las afecciones psíquicas, depresiones o ansiedades que puede provocarles la decisión de expresar su orientación sexual y necesidades afectivas hacia otras mujeres, así como los desacuerdos familiares, laborales y sociales que se desprenden de ello.

Esos conflictos se pueden agravar cuando, además, se trata de mujeres que ya son madres, pues la maternidad es uno de los valores más arraigados en el imaginario social y de los mitos más fuertes que se manejan en detrimento de las lesbianas, por considerarlas erróneamente «malas madres» o como «inadecuadas influencias» para su descendencia.

Aunque no es su caso, Isell Calzadilla reconoce que ese puede llegar a ser un conflicto muy doloroso y reiterado. «A veces los padres de esos niños y la propia familia alejan a los hijos de las madres o tratan de desvincularlos, al conocer la condición y orientación sexual de ellas», explica a SEMlac.

Calzadilla coordina en Santiago de Cuba, a más de 860 kilómetros de la capital cubana, el primer grupo de lesbianas que se constituyó espontáneamente en 2003 bajo el nombre de Las Isabelas, título surgido a partir del Café Isabelica, un sitio de encuentro de esa ciudad.

Conformado por aproximadamente 35 cubanas entre los 17 y 60 años de edad, el grupo incluye a mujeres heterosexuales «con el objetivo principal de luchar a favor de la inclusión y por la no discriminación y la violencia, tratando de vincularnos a todos los sectores de la población», añade Calzadilla.

«Varias somos madres y queremos lo mejor para nuestros niños, por eso les brindamos mucho amor y les inculcamos que practiquen el respeto a todos los seres humanos y no discriminen a nadie», agrega.

Otras han sido las experiencias, sin embargo, de aquellas mujeres que no encuentran comprensión y apoyo en el seno familiar y social.

«Ha sido difícil», confiesa a SEMlac Chalieri de Dios, escritora que mantiene una relación de pareja estable de 23 años con la enfermera María de Los Ángeles Machín.

«Cuando nos conocimos, ya teníamos hijos: ella un niño de tres años; yo, una niña de dos. Hubo mucho impedimento, comenzando por la familia, que nos rechazó a ambas. Yo salí adelante, exigí mis derechos», relata Chalieri, quien confesó su homosexualidad a su mamá a los 14 años, se siente independiente y ha vivido su orientación sexual «como lo más natural de la vida».

«Como tengo mucho amaneramiento femenino, nadie lo creía, pensaban que era un capricho y no lo tomaron en serio», recuerda y precisa que siempre, independientemente de todo, nunca dejó de sentir «una necesidad imperiosa de ser mamá».

Cuando tuvo la oportunidad, en una única relación sexual con un hombre, quedó embarazada. «Fue difícil, no tuve el apoyo médico y familiar que necesitaba, pero he logrado todo lo que una madre desearía», reconoce con satisfacción mientras habla de la comprensión y comunicación que existe actualmente en su hogar, donde dos madres armonizan la vida familiar.

La mayor recompensa la tuvieron de sus propios hijos, asegura Chalieri, quienes han vivido en cordialidad y con cariño, y les pidieron, desde hace años, que no se separen nunca.

«Siempre he aceptado los desafíos de la vida y consideré que este era uno más. Vivir es un reto. Nunca sentí miedo ni me consideré una víctima; no me he tenido lástima ni veo mi orientación sexual con ningún tipo de tabú», concluye mientras enumera las fortalezas que la ayudaron a seguir adelante con su proyecto de vida.

Su pareja, en cambio, vivió crudamente el rechazo familiar. «Jamás volví a tener familia; me anularon completamente, me separaron de mi hijo, me quitaron la maternidad. Me sentí muy mal», recuerda Machín.

Además de apartarla durante un tiempo del niño, le dieron malas opiniones de su madre, lo que hirió profundamente la relación entre ambos. Recuperarlo fue el primer paso y curar las heridas, una tarea constante en la cual se implicaron ambas, como pareja y familia.

«Poco a poco empezó a equilibrarse y a ver a mi pareja como su otra mamá, fue conociendo realmente sus buenos sentimientos», explica Machín, quien asegura haber cedido a un primer matrimonio heterosexual «obligado, pues mi familia es muy conservadora y también muy analfabeta en cuestiones de sexualidad: la ven como la unión de un hombre y una mujer para tener un hijo», argumenta.

Si embargo, «me siento más madre y mejor persona después que empezamos nosotras nuestra relación. Le hemos demostrado a la sociedad, a la familia, que se puede ser lesbiana, madre y criar hijos sin ningún tipo de desviación social porque se eduquen entre dos mujeres», concluye.

Llegar al corazón de las personas para que se abra el entendimiento es, según Dayexi Pérez Morales, de 35 años y estudiante de cuarto año de Lengua Inglesa, el desafío actual, aunque reconoce que la comprensión se va abriendo paso.

«Si las máquinas y la tecnología son avanzadas, ¿por qué no tener una mente avanzada y que las personas podamos manifestarnos libremente?», inquiere.

Para Pérez, la aceptación depende también del enfoque que se aplique: social o personal. «Comportarse como un ser social fomentando el respeto mutuo, la educación, los mejores valores humanos, contribuye también a la convivencia en la sociedad y a no tener problemas. Yo no los he tenido», reitera la coordinadora del grupo de mujeres lesbianas en Ciego de Ávila, a más de 400 kilómetros de la capital.

Ella califica el taller nacional como una «gran experiencia humana y de enseñanza». «Me ha dado herramientas para llegar a otras que no han salido del clóset, ayudarlas e invitarlas a participar de este espacio, para defender sus derechos», asegura.

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