Literatura homoerótica, desterrando prejuicios

Narrar la diversidad sexual humana parece ser una de las obsesiones de la literatura contemporánea en Cuba. Tras un período, en el cual la tolerancia y la homofobia centraron el abordaje de conflictos homoeróticos, el panorama ha evolucionado hacia un tratamiento antidiscriminatorio e imaginativo de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bi, trans e intersexuales).

«Estamos llegando a una especie de equilibrio que sobrepasa la moda necesaria de los años 90, en los que casi todos los escritores importantes tenían un gay o una lesbiana en sus cuentos», consideró el ensayista cubano Pedro Pérez Rivero, quien protagonizó el pasado 17 de mayo un conversatorio sobre Literatura y Diversidad Sexual en el Centro Cultural Literario Habana, como parte de la IV Jornada Cubana contra la Homofobia en la capital.

Entre los referentes históricos en este sentido, Pérez Rivero destacó la novela «Hombres sin mujer», escrita por Carlos Montenegro en la década del veinte del siglo pasado, y el cuento «El lobo, el bosque y el hombre nuevo», con el que Senel Paz destapó en 1989 el conflicto de la marginación social a las personas no heterosexuales.

No obstante, el autor del ensayo «De Sodoma vino un ángel» consideró que estas obras se inscriben en cierta tendencia habitual en las letras nacionales, que se aproxima a la diversidad sexual desde percepciones heterosexuales y con matices homofóbicos.

Aunque todavía se mantienen autores con esta perspectiva, Pérez opinó que en poco tiempo se ha recorrido un trecho amplio a favor del disfrute de la diferencia en las letras, a la vez que se va superando la impronta del realismo sucio que encasilló a estos personajes en ambientes sórdidos de la ciudad.

Libros de cuento y novela como «Cien botellas en la pared», de Ena Lucía Portela; «Monte de Venus», de Mercedes Santos Moray; «Minimal son», de Ana Luz García Calzada; «Días invisibles», de Alberto Garrandés; «Tuyo es el reino», de Abilio Estévez; entre otros de autores como Anna Lidia Vega Serova, Pedro de Jesús y Yordanka Almaguer, fueron señalados como ejemplos a destacar en cuanto a un tratamiento desprejuiciado de la comunidad LGBTI.

En cuanto a la representación literaria de travestis y transexuales, el crítico valoró al conjunto de cuentos «Vivir sin Dios», del joven narrador Nonardo Perea, como un texto transgresor en tanto caracteriza a personas con diversos conflictos humanos que, además, poseen esta orientación sexual.

A debate condujo la posible reducción de gays y lesbianas en el universo exclusivo de lo erótico por parte de la narrativa cubana más reciente.

El escritor Sergio Cevedo, presentador del espacio, se preguntó hasta qué punto pudiera existir un homosexual como personaje fuera de la caracterización sexual, pues es en este punto donde radica su principal potenciación literaria.

«La diferencia erótica es una cosa, pero la sexualidad es otra. Y a veces la homosexualidad solo se ve desde lo sexual, y desde lo sexual escabroso», refutó Pérez Rivero.

Por su parte, Luis Vaillant, relacionista público del Centro Provincial del Libro y la Literatura de La Habana, anotó que solo cuando se destierre el pensamiento heteronormativo y la homosexualidad se naturalice en las letras comenzarán a surgir historias donde no exista necesidad de evidenciar la orientación sexual del personaje.

La polémica recayó también en la posibilidad de que la diversidad sexual sea tema de la literatura infanto-juvenil, camino en el que han despuntado en la isla autores como Luis Cabrera Delgado, Eldys Baratute y Nelson Simón.

La sicóloga Sandra Álvarez defendió la necesidad de romper el tabú de hablar de sexualidad a los niños y niñas, en función de un desarrollo futuro mucho más armónico con su orientación sexual y la comprensión del amor y el sexo.

Por su parte, la socióloga Nelly Díaz Laguna apostó por incentivar el reconocimiento y aceptación de las diferencias desde edades tempranas. «Me parece que lo que hay que inculcar es el respeto por la diversidad de todo tipo», acotó.

El consenso llamó a desterrar de todas las instituciones del arte y la cultura los prejuicios con respecto a la diversidad sexual. «Me parece que en medio de esta jornada tenemos que abrir no solo nuestras mentes, sino nuestras editoriales, nuestros centros culturales, para que la familia se abra», insistió el estudiante de filología Ulises Pad.

Mayo de 2011

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