Visibilizar la violencia de género constituye una necesidad imperiosa, pues permite mostrar sus manifestaciones, causas, así como resulta útil para desnaturalizar prácticas cotidianas que llegan, incluso, a normalizar las múltiples formas de abuso físico, sicológico, sexual, entre otros, que sufren miles de mujeres a diario.
Ello resulta más trascendente cuando esa ausencia sucede en los medios de comunicación, pues ese vacío implica un margen para la desinformación y la falta de reconocimiento de este problema social.
En el caso de Cuba, el hecho de que no exista una ley de medios o comunicación, que limite de forma explícita las manifestaciones de discriminación y, en particular, obligue a una política editorial con perspectiva de género, apunta a una problemática mayor. Como espacios privilegiados para la socialización, los medios constituyen además plataformas para la educación de las audiencias, considerando sus funciones principales: informativa, de entretenimiento y educativa.
Una investigación realizada en el año 2019[1] respecto a las publicaciones en los medios digitales cubanos que abordaban temas relacionados con las formas de violencia contra las mujeres evidenció, de manera general, una muy limitada cobertura, con sesgos informativos y un estado de tratamiento de bajo perfil, en muchas ocasiones, lo que manifiesta la necesidad de darle prioridad a este problema social de gran escala.
La violencia contra las mujeres, desde la perspectiva de género, ha sido asumida como un serio problema social derivado de las desiguales relaciones de poder en las interacciones entre hombres y mujeres a nivel individual, grupal, explicado a partir de las asignaciones socioculturales a los cuerpos sexuados y que se ha legitimado históricamente a través de la organización patriarcal de las sociedades.
Pero, como bien señala la investigadora Clotilde Proveyer, la cultura patriarcal no se reproduce por generación espontánea. Se educa y transmite de una generación a otra a través de una socialización que prepara a hombres y mujeres en subculturas diferentes. A unos para el ejercicio del poder y a otras para la subordinación y la dependencia, de ahí la trascendencia de los medios como agentes de socialización de manera masiva.
El diarismo y la prevalencia de noticias sobre hechos aislados de violencia de género van en detrimento de hacer visible su verdadero impacto en la sociedad, cubriendo estereotipos que constituyen mecanismos de dominación perfeccionados a través de la historia, la cultura y su escasa visibilidad.
Entre las mayores dificultades para asumir este reto se encuentra la legitimación social de mitos y estereotipos, validados por la cultura patriarcal, que colabora con la reproducción de la subordinación femenina y se expresa en el discurso de los medios.
A ello debe sumarse otro obstáculo, identificado desde hace más de una década por la periodista e investigadora Isabel Moya, quien destaca que “la prensa se constituye en ámbito donde cohabitan las nuevas y viejas concepciones sobre lo masculino y lo femenino”, lo que se materializa en las agendas mediáticas nacionales, en las cuales se encuentra enraizada una ideología androcéntrica dominante que se invisibiliza en la producción del contenido.
Un informe publicado en 2018, acerca de la violencia de género en los medios latinoamericanos, presenta algunos condicionamientos del escenario cubano: “La representación sesgada, discriminatoria, binaria y excluyente de ambos géneros, así como la escasa presencia de las mujeres en el discurso mediático, son también formas de violencia simbólica, relacionadas con la violencia de género”.
Por otro lado, no existe un referente de Ley integral que se encargue de prevenir y sancionar la violencia de género en el país. El Código Penal, vigente desde 1988, no la tipifica como delito y, por lo tanto, se carece de un aparato legal que paute la conceptualización del problema, lo que deriva en que los medios tampoco tengan un referente establecido para ello.
El hecho de que no se cuente con una Ley contra la violencia de género limita mucho las actuaciones en este sentido, como asegura la psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, en entrevista concedida a la periodista Sara Más: «Visibilizar en una ley que existe el delito de violencia de género, provocado por la prácticas del patriarcado, permitiría actuar de un modo más efectivo contra quienes cometen esos actos y también sobre las causas que los provocan».
La deficiente conceptualización que dan los medios de la violencia de género constituye un problema grave, pues atenta contra la educación en torno a este, favorece la reproducción de estereotipos de género, ayuda a sustentar precisamente lo que se quiere desmontar, la creencia de que es un problema aislado, que sus agresores son hombres con problemas psicológicos y que las víctimas ‘se lo buscaron’.
Todavía existen normativas que precisan adaptarse a la nueva realidad que caracteriza al país. Un paso favorable en este sentido es la nueva Constitución, de la misma se cita en el Título III, Artículo 43, que el Estado protege a las mujeres de «la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones y espacios, y crea los mecanismos institucionales y legales para ello». Sin embargo, en el espacio mediático persisten dificultades para hacer visible el problema, entre ellos, la escasa presencia del tema: en un año de estudio (2019), solo se encontraron 34 textos, más de la mitad noticias, y concentrados en la fecha en la cual se desarrolla la Jornada internacional de lucha por la eliminación de la violencia contra las mujeres y, por tanto, relativos a sus actividades.
Otro reto en la intención de visibilizar la violencia de género son las múltiples significaciones que se le atribuyen, lo que impacta en que varias de sus manifestaciones no se consideren como tal y, por tanto, permanecen ocultas de la agenda mediática y social. De manera general se percibe una alta tendencia a no hacer mención a prácticas concretas de violencia de género, algo que también han encontrado otros estudios del patio. Los enfoques centrados en agresiones se utilizan en la mayor parte para hacer referencia a casos específicos y la narración de estos es en extremo escasa, aún más cuando se trata de explicar las causas e implicaciones de los hechos.
A esta problemática debe sumarse la poca sistematicidad de los textos sobre violencia de género. La referencia a estos conflictos tiende a hacerse ante acontecimientos y fechas que ponen en alza el problema. Es mayor la atención que se le presta a la efeméride o al acontecimiento, manifestándose en la mayor parte de los casos un tratamiento anecdótico, que no profundiza.
En Cuba, la producción periodística sobre violencia de género en los medios digitales encuentra muy limitada cobertura. Desde estos espacios no ha existido una coherencia informativa en la manera de abordar este problema. La inespecificidad del término ha estado condicionada, entre otras cosas, además de por la ya mencionada ausencia de una legislación que paute la conceptualización del problema, por la ausencia también de una normativa que exija el debido tratamiento a las agendas mediáticas.
El camino hacia el cambio y la educación del sector periodístico en materia de violencia de género pasa por la capacitación de los profesionales que laboran en este sector, una de las más asentadas barreras que dificulta esta tarea es la invisibilidad que ocupa y, cuando se aborda, no siempre se hace con la profundidad requerida. La baja prioridad que se le otorga ha influido en que los temas vinculados con el fenómeno se ocupen solo para llenar agendas informativas o cuando se celebra alguna fecha que recuerde que la violencia de género es un problema social de amplias dimensiones.
[1] Cabreja y Escalona (2019) Estudio sobre la conceptualización y el tratamiento informativo de la violencia de género en la prensa digital cubana. En: https://institucional.us.es/revistas/Ambitos/46/Estudio%20sobre%20la%20conceptualizaci%C3%B3n%20y%20el%20tratamiento %20informativo%20de%20la%20violencia%20de%20g%C3%A9nero%20en%20la%20prensa%20digital%20cubana%20.pdf