Muchas veces me han preguntado esto: ¿cuán difícil es triunfar en un mundo de hombres? Pero no ha sido para nada difícil, porque a pesar de que todavía existen un montón de estereotipos, es una realidad que ya no es un mundo de hombres. Al principio, cuando empecé a componer canciones, creí que éramos Yaíma Orozco, Martha Campo, Heydi Igualada y yo; pero cuando empecé a viajar por Cuba y a conocer a otras mujeres que hacen canciones, hay un montón en Cuba. Muchas mujeres componiendo canciones y también en América Latina y el Caribe. Igual ya eso no importa tanto, sino lo que llevas dentro y lo que haces para mejorar este, el mundo en que vivimos”[1].
Así reflexiona Yeni Turiño, trovadora, quien vive en Santa Clara y aprovecha todos los espacios culturales posibles, como La Peña de la Hormiga Loca, en el Mejunje, para compartir sus creaciones.
Lisandra Gómez, en tanto, es periodista y crítica cultural. Desde Sancti Spíritus se ha dedicado a promover la obra de escritores y artistas de su provincia, además de proponer una crítica muy atinada a la cultura.
Quizás a simple vista no se encuentre relación entre ambas: aquella que sutilmente evade las preguntas trilladas y manidas frente a la investigadora que analiza la comunicación y el periodismo con lentes violetas. Mientras la primera respondía entrevistas varias, con casi un mismo enfoque (presentarla como una novedad, la trovadora más joven o indagando cómo consigue destacarse en un “mundo de hombres”), la segunda consiguió, con su investigación doctoral[2], sistematizar reflexiones y análisis en torno a los estereotipos de género presentes en la prensa cultural escrita, a través de un estudio de caso realizado en el suplemento Vitrales, del periódico Escambray.
Dichos resultados científicos nos ayudan, como guía, a la hora de plantearnos desde la comunicación y el periodismo qué historias contamos, qué valores destacamos en esos relatos y cómo se nos cuelan los estereotipos de género en esas narrativas. Las mujeres como protagonistas de la realidad, activas y desafiantes en diversos ámbitos de la cultura, no llegan nunca a la prensa exactamente cómo son, sino en la forma en que el periodismo percibe su vida y obra. Es, por tanto, en sus valores e ideologías profesionales, marcadas por una cultura machista y patriarcal, donde primero debemos mirar para entender luego algunas pautas y tendencias en las formas en que narran la cultura y, más específico todavía, a la trova y a las trovadoras. Son tendencias, en este caso, que trascienden un contexto cultural específico y la redacción desde donde se producen los trabajos.
Ocurre que, sin importar el lugar geográfico o el público a quien se destina la publicación, los periodistas continúan siendo un factor clave en la posibilidad de narrar con perspectiva de género. La profundidad con la cual miren la realidad -ya sea con conciencia de clase, perspectiva de género o una postura antirracista, por citar algunos ejemplos- influirá en que sus narrativas sean revolucionarias y contrahegemónicas o que, por el contrario, refuercen y legitimen un sistema patriarcal.
Al decir de Lisandra Gómez, los textos periodísticos pueden legitimar un orden social a partir de presupuestos ideológicos compartidos, opiniones, creencias, conocimientos y formas de concebir la vida.
“A partir de esos saberes y formas de concebir al otro se pueden comprender fenómenos tan complejos del proceso comunicativo como los niveles y superposiciones en que se producen y reproducen lo considerado femenino o masculino y las ideologías profesionales, en constante vínculo con sus entornos; tal y como lo explica la teoría de la construcción social de la realidad. Esta última considera que la primera construcción social de la realidad acontece en el nivel de la vida cotidiana mediante la institucionalización de prácticas y roles”[3], precisa la periodista especializada.
Gómez ejemplifica la forma en que se construye ese binarismo que opone el ser mujer y el ser hombre desde el arte, a partir de elementos que se pierden a simple vista, como el empleo de los morfemas gramaticales. El uso de los morfemas se ve analizado, tanto en los oficios y personas, como en los procesos de sustantivación y adjetivación. La autora destaca cómo las historias de mujeres siempre buscan la excepcionalidad.
“Desde el sumario de Designios de la arcilla, por ejemplo, se acude, incluso, a la explicitación genérica al lado del oficio; con lo cual se consigue un énfasis todavía mayor al que se produce con la simple utilización del morfema femenino en el sustantivo que nombra la profesión: La única mujer alfarera de la estirpe trinitaria de los Santander celebra…”[4].
Con un estilo similar inicia el perfil periodístico Lien Rodríguez: La mujer que piensa en los ríos como cuerdas de guitarra, publicado en El Caimán Barbudo, que cuenta con varios valores, entre ellos el de colocar al testimonio y la voz de la propia trovadora como eje central y brindar una mirada desprejuiciada sobre su obra y las zonas más privadas desde donde surgen pero que, al igual que el ejemplo de Vitrales, citado de la tesis doctoral de Lisandra Gómez, comienza por marcar la excepcionalidad al decir en el sumario: “Lien Rodríguez, la única trovadora en Matanzas, es una artista que intenta encontrarse a sí misma y expresar sus hallazgos a través de un estilo donde se interseca la búsqueda de libertad artística con la personal”[5], introduce Gómez.
Como tendencia, cuando los hombres trovadores son reflejados en entrevistas, testimonios y perfiles, sus trayectorias y éxitos no pasan por la necesidad de explicitar la excepcionalidad. Se repite de forma inconsciente el colocar a los hombres en el centro del relato y ver a las mujeres como la otredad que, en ocasiones, y a base de un inmenso sacrificio, consigue disputar un espacio en el centro.
Otro aspecto a mirar de cerca –porque el patriarcado sostiene a veces las opresiones mediante costuras muy finas– es observar el uso asimétrico del masculino y femenino para especializaciones en el mundo artístico, “sobre todo a la hora de presentar a las mujeres haciendo énfasis en su sexo; lo cual no sucede así cuando se refiere a un hombre”, según explicaba Gómez en su texto científico[6].
Alejado de una mirada de excepcionalidad o de otorgarle atributos delicados, más cercanos a los de una ninfa que de una mujer de carne y hueso, el periodismo cultural puede y debe interpelar a la sociedad toda (lo cual incluye, por supuesto a la academia, pero no se restringe a ella) y apuntar a su vez, a lograr espacios más justos en el arte y la literatura.
“En el terreno de la cancionística nacional, de un tiempo hacia acá hay una cada vez más creciente participación de artistas femeninas. Lo interesante es que ya no solo se desempeñan en el área del canto, como ha sido habitual, sino que asumen roles como instrumentistas. Pese al importante papel que tales creadoras vienen desempeñando, llama la atención que en Cuba no se hayan realizado estudios de género, a fin de establecer diferencias y similitudes entre las canciones compuestas por mujeres y las creadas por hombres”[7].
Así iniciaba Joquín Borges-Triana el comentario Las muchachas se divierten, donde establece una serie de preguntas medulares para continuar pensando: ¿por qué históricamente en Cuba han sido pocas las mujeres trovadoras en comparación con los hombres, o cuánto de una visión machista del mundo perdura en canciones de trovadores de nuestros días? “No está de más señalar que el discurso académico que se define como neutral resulta a la postre muy masculino, o sea, que una perspectiva de género para indagar en torno a la práctica musical es más que necesaria”[8].
Las trovadoras, como las poetas y las escritoras, ya no se encuentran solas en un mundo de hombres. Va siendo hora de jubilar preguntas como esas o, en búsqueda de su salvación, dotar de sentidos más específicos cada historia que denuncie desigualdades de género o formas de violencia, sutiles o evidentes, presentes en el escenario artístico y trovadoresco.
Narrar con todos los matices implica mirar más allá de la trovadora como un ser excepcional y contextualizar su vida y obra, así como los retos que enfrentan en un sistema patriarcal. Narrar con todos los matices implica también contar, desde el más absoluto respeto, historias distintas, otras, donde se coloque a las mujeres en el centro del relato con sus luchas como protagonistas: lo mismo en el activismo más evidente que en una peña artística.
[1] Dovale, D. (2020). “Yeni Turiño, la trova y Clara” [Podcast]. JR Podcast: Más Que Papel. Recuperado de https://www.juventudrebelde.cu/cuba/2021-03-22/jr-podcast-yeni-turino-la-trova-y-santa-clara.
[2] Gómez Pérez, L (2017) Modelo de análisis para generar un periodismo impreso con perspectiva de género. Estudio de caso: suplemento cultural Vitrales. (Tesis de doctorado) Facultad de Comunicación, Universidad de la Habana, Cuba.
[3] Ídem
[4] Ídem, p. 64
[5] Carmona, G. (2021) “Lien Rodríguez: La mujer que piensa en los ríos como cuerdas de guitarra”. En: El Caimán Barbudo, 27 de Agosto. Recuperado de https://medium.com/el-caim%C3%A1n-barbudo/lien-rodr%C3%ADguez-la-mujer-que-piensa-en-los-r%C3%ADos-como-cuerdas-de-guitarra-8bee8e87ca54
[6] Gómez Pérez, L (2017) Modelo de análisis para generar un periodismo impreso con perspectiva de género. Estudio de caso: suplemento cultural Vitrales. (Tesis de doctorado) Facultad de Comunicación, Universidad de la Habana, Cuba.
[7] Borges-Triana, J. (2017) “Las muchachas se divierten”. En : La Jiribilla, 20 de enero. Recuperado de: http://www.lajiribilla.cu/las-muchachas-se-divierten/
[8] Ídem
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