El sexismo en el lenguaje es uno de los temas en constante discusión en cuanto a la discriminación de género. Lo dobletes genéricos, la masculinización de las profesiones muchas veces dictan salidas que, o bien molestan a los entendidos en la lengua española, o dictan un discurso que excluye a las mujeres.
La idea no siempre debe enfocarse en la parte estilística del idioma, sino en su uso gramatical, según Wanda Canals, licenciada en Filología, profesora de la universidad de las artes (ISA) con una tesis de maestría de desarrollo cultural (2005-2006) enfocada en el género.
Mujeres Emprendedoras conversa con Canals sobre la postura de los especialistas cubanos en cuanto al sexismo en el lenguaje en el contexto actual.
¿Cómo reaccionan los lingüistas al sexismo a la identificación y cambios del sexismo en el lenguaje?
En mi ámbito profesional, cuando hablas de sexismo lingüístico encuentras mucha resistencia. Empezando por los propios especialistas, que muchas veces consideran que es un tema menor y peligroso para la lengua misma.
Porque sugiere transformaciones, no solamente en la elección de determinado vocabulario, o por dejar a un lado determinadas palabras que pueden ser discriminatorias de la mujer; sino porque sugiere transformaciones en uso de los genéricos, de morfemas, que son elementos más estructurales de la lengua, de la esencia gramatical…, que no deben cambiar tan rápidamente y mucho menos por decreto o algo por el estilo.
Los lingüistas entonces perciben una especie de afrenta, de violencia sobre la lengua, en el hecho de seguir algunas orientaciones explícitas en manuales y documentos creados por distintas organizaciones para evitar un uso sexista del idioma español.
Desde tu experiencia como docente del ISA y partiendo de las entrevistas de tu tesis de maestría a personas vinculadas a entidades culturales, ¿cuál es la posición de estas figuras en el asunto?
Pues teniendo en cuenta las entrevistas que hice entre 2005 y 2006 para mi tesis de desarrollo cultural, percibí que aquellas personas en ámbitos políticos, culturales, en medios de comunicación, que se suponían fueran mis aliados en documentar el problema, sencillamente no estaban interesadas en él como debería ser.
El sexismo y la violencia desde el punto de vista lingüístico no iba más allá de ser una cortina de humo. Lo simplificaba justificando que las principales acciones debían estar encaminadas a lo visible: hacia la violencia física.
No obstante, desde el momento en que hice las entrevistas para mi tesis de maestría he notado cierta evolución en las mimas personas que antes no tenían ese compromiso con el idioma y su uso no sexista.
Aquí en Cuba ha prendido más el uso sexista del idioma, que a veces ha sido ridiculizado, incluso por figuras de autoridad, citando y apoyando ejemplos en contra de los dobletes genéricos.
Ahora, nadie puede negar que hay sexismo en el lenguaje. Y no porque la lengua sea sexista, sino por el uso que se hace de ella, ya no desde el punto de vista estilístico, sino gramatical.