En el año 2013, Isabel Moya, periodista y directora de la Editorial de la Mujer, alertaba que el periodismo estaba en crisis[i]. Sin embargo, las dificultades no se relacionaban solo con la prominencia de nuevos soportes comunicacionales y el declive de otros, sino con el agotamiento de un paradigma y sus prácticas.

La también periodista española Marta Jiménez Zafra[ii] y la propia Moya avalan la figura del periodista como un agente mediador que debe contextualizar lo que está pasando y contar y analizar el porqué de lo que ocurre y sus antecedentes. Si bien se habla de que la actividad reporteril debe tener una cultura de sentido y de la historia, también debería desanclarse de presupuestos patriarcales que a menudo pasan por “políticamente correctos”.

Al mismo tiempo que se reconoce que los medios constituyen un espacio de producción y negociación, condicionados y condicionantes de matrices culturales y reproductores del poder hegemónico; la prensa ha sido identificada como una de las 12 áreas prioritarias para lograr la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, según la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en septiembre de 1995 en Beijing[iii]

En el caso de Cuba, lo medios de comunicación –y los de prensa en particular- asumen características particulares, pues a pesar de que existe una voluntad política de asumir los temas de género en todas sus aristas (algo que incluso queda explícito en el objetivo 55, aprobado en la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba en 2012), aún conviven productos comunicativos potenciadores de un paradigma diferente de cómo ser hombre o mujer, con otros muy sexistas, que reproducen y naturalizan mitos y estereotipos heredados del patriarcado.

Un diagnóstico acerca de la perspectiva de género en los medios cubanos revela que es un ámbito paradójico y contradictorio que se articula con los procesos sociales, en donde las feminidades y masculinidades, plurales y diversas, se vivencian en una especie de hibridez en la cual coexisten rasgos de viejos y nuevos modelos[iv].

Una primera debilidad de los medios de comunicación –y muchas veces el motivo de los principales problemas de mal tratamiento hacia mujeres y hombres– es la ausencia en la línea editorial de una transversalización de la perspectiva de género, pensada como una herramienta que facilita el abordaje más inclusivo de los mensajes e imágenes.

Se entiende que el Manual de Estilo de cada publicación recoge las nociones para confeccionar los productos comunicativos que rigen determinada institución. Su utilidad permite que, tanto el personal propio como quienes colaboran con el medio desde espacios externos, mantengan normas comunes dentro de la diversidad. No obstante, resulta irregular la aplicación eficaz de una mirada incluyente y de género en las publicaciones.

Según agrupan Moya[v], González y Trinquete[vi] (2015), en los medios cubanos persisten otras tendencias negativas referidas al abordaje de las feminidades y las masculinidades:

  • La ausencia de la multiplicidad y variedad de expresiones de lo femenino y masculino en nuestra sociedad.
  • Aproximación acrítica de formas de hacer y contenidos de otros contextos que son realmente denigrantes.
  • El acercamiento, por vías alternativas, a productos comunicativos foráneos profundamente sexistas y discriminatorios.
  • Esquemático tratamiento del tema de la diversidad sexual.
  • Se evidencia el uso generalizado del lenguaje sexista, a través del cual se invisibiliza la presencia y los aportes de las mujeres. Su rasgo más común fue el uso del masculino genérico.
  • Aunque periodistas y directivos consideran que asumen sus trabajos desde la imparcialidad y sin prejuicios, se evidencian visiones estereotipadas en consonancia con paradigmas hegemónicos y patriarcales.
  • Falta de preparación sobre los temas de género de directivos, periodistas y realizadores, condicionantes que determinan la representación estereotipada de hombres, mujeres y personas con identidades sexuales y orientaciones de género diferentes y, además, la naturalización de patrones sexistas.

Solo algunas publicaciones de corte abiertamente feminista o muy especializadas –como SEMlac Cuba o las revistas de la Editorial de la Mujer, por ejemplo- han incorporado el enfoque de género como práctica habitual –y transversal– en sus producciones noticiosas y en sus rutinas productivas, adoptando el criterio propuesto como estrategia global en la Plataforma de Acción de Beijing.

Según Lisandra Fariñas, una de las periodistas especializadas participantes del levantamiento de datos para el Monitoreo Global de Medios 2020 en Cuba, solo el cuatro por ciento de las noticias analizadas muestran las diferencias entre mujeres y hombres.

Precisamente, desde la visión de género, la violencia simbólica se refiere a la reproducción y socialización en los medios de comunicación y productos culturales de un discurso sexista, patriarcal, misógino, que descansa en prejuicios y estereotipos para presentar la subordinación de las mujeres y lo femenino como natural.

En el discurso periodístico se reconocen aspectos, tanto técnicos como ideológicos, que articulan y engloban desde las rutinas productivas hasta las ideologías profesionales. Estos van desde el tipo de discurso, los temas, el enfoque, las estrategias discursivas, quiénes protagonizan las noticias y el espacio en que se desenvuelven, hasta el sexismo reflejado en el lenguaje[vii].

Luces en el camino

No todas son malas noticias si hablamos de la relación de los medios con la visión de género. Desde la academia existe un debate sobre las representaciones de lo femenino y lo masculino en los diferentes soportes de la prensa. Además, gracias a la capacitación del gremio, crece el grupo de profesionales sensibilizado con el tema.

Ha sido voluntad de la dirección del Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM), de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la planificación de cursos, talleres y encuentros para poner sobre la mesa los asuntos pendientes sobre género y equidad social. Cada año, desde hace más de dos décadas, la Cátedra de Género y Comunicación “Mirta Aguirre”, del instituto, convoca a posgrados de Género y Comunicación y a seminarios sobre Violencia de género y medios. En 2021, debido a la contingencia sanitaria derivada de la covid-19, estas capacitaciones se montaron sobre la recién inaugurada plataforma de educación a distancia Aula Virtual de Periodismo. Vale reconocer que, hasta agosto de 2021, de los cinco cursos montados en la plataforma docente del IIPJM, solo tres tuvieron ediciones dobles debido a su amplia demanda y entre ellos estuvo el Posgrado de Género y Comunicación que, en sus dos ediciones, registró más de 50 personas matriculadas, de las cuales se graduaron 39. Los otros cursos más demandados estuvieron relacionados con la gestión de redes sociales y el periodismo móvil.

Mucho se ha logrado, pero el sexismo se disfraza, se desplaza, aparece y reaparece, se metamorfosea, se maquilla, porque lo que depende del orden simbólico no se articula automáticamente sobre los cambios ocurridos en el orden de la producción y la organización de los roles sociales[viii].

Una posible ruta sobre la cual deben encaminarse el periodismo y la labor de los medios de comunicación cubanos la enfatizan autoras como Isabel Moya y Dixie Edith Trinquete en diversos acercamientos. Entre ellas sobresalen: desarrollar investigaciones sobre género y medios; continuar el proceso de capacitación no solo de profesionales de la comunicación, sino también de personas que dirigen los procesos mediáticos a todos los niveles y educar a las audiencias desarrollando sus habilidades críticas a través de los propios medios u otras vías.

Además, es importante concientizar que la perspectiva de género va más allá de escribir sobre mujeres. La prensa nacional necesita que tanto hombres como mujeres trabajen con visión de género; este acabaría por ser un camino seguro hacia la construcción de la equidad social, desde la comunicación.

[i] Moya, I. (2013). Reinventar el periodismo, hacia una contracultura feminista en los medios de comunicación. España: Euskadi-Cuba

[ii] Jiménez, M. (2011). Redes sociales y medios de comunicación. Madrid, España: Ameco.

[iii] ONU (1995) “Decalaración y Plataforma de Acción de Beijing”.

 Recuperado de: https://beijing20.unwomen.org/~/media/headquarters/attachments/sections/csw/bpa_s_final_web.pdf

[iv] Moya, I. (2013). Reinventar el periodismo, hacia una contracultura feminista en los medios de comunicación. España: Euskadi-Cuba. p.55.

[v] Ídem.

[vi] Trinquete, D. y González, I. (2015). “Investigar en género y comunicación: ganancias y brechas en un camino difícil”. ALCANCE Revista Cubana de Información y Comunicación. Recuperado de: http://ojs.uh.cu/index.php/RCIC/article/viewFile/47/47

[vii] Moya, I. (2010). “Sin contraseña. Discurso mediático y trasgresión”. En: Género y Comunicación. Madrid, España: AMECO.

[viii] Ídem.

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