“La pugilista cubana Legnis posee un gancho potente, que combinado con su jab y acertados movimientos de torso la convierten en candidata a medalla en próximos eventos internacionales”.
Esta descripción, que hoy pudiera formar parte del imaginario de niñas cubanas que sueñan con subir a un ring de boxeo, es de esos relatos deportivos que escapan de la “norma”.
A pesar de esos avances, deberíamos preguntarnos qué es todavía lo más habitual en la comunicación deportiva. Pues que los hombres sean identificados como los fuertes; ellas como las virtuosas. Ellos, los que se “dejan la piel en el terreno” y ellas las que logran —y deben— conciliar su carrera profesional con la familia.
El deporte no escapa de la mirada androcéntrica y patriarcal y, aunque se han logrado avances notables en cuanto a la participación de las mujeres y su empoderamiento en algunas disciplinas, no deja de ser un escenario donde la historia, el presente y el futuro se relatan en masculino.
La tríada periodismo-género-deporte configura un escenario valioso para analizar cómo los relatos mediáticos influyen en la formación de las identidades individuales y colectivas en nuestras sociedades.
Tanto el periodismo deportivo, como las industrias culturales que rodean ese ámbito suelen representar visiones estereotipadas del mundo, donde lo masculino es tomado como la norma y se le otorga mayor protagonismo. Las visiones machistas que reflejan los discursos deportivos justifican asimetrías de género en el acceso, disfrute y realización profesional de mujeres y hombres vinculados al universo atlético, históricamente hipermasculinizado.
No obstante, nuevas generaciones de periodistas, con formación en comunicación y género, construyen discursos alejados del sexismo y los estereotipos machistas. La comunicación deportiva también devela, aunque sin convertirse aún en práctica habitual, las historias de mujeres y hombres que se alejan de cánones machistas.
La presencia de un mayor número de mujeres en el ejercicio del periodismo deportivo, si bien no garantiza de forma automática la existencia de discursos alejados del machismo, responde en parte al empoderamiento creciente de jóvenes que rompen esquemas al insertarse —en muchos casos de forma muy exitosa— en un rol antaño casi exclusivamente ejercido por hombres.
Transformar los discursos deportivos contribuye a eliminar dos cuestiones esenciales: por un lado, la violencia simbólica que suponen las representaciones sexistas; por otro, aporta a la reconfiguración de los imaginarios de amplios segmentos de públicos que comenzarían a ver la igualdad de género en el ámbito atlético como la norma.
¿Qué nos dicen las investigaciones?
En la comunicación deportiva aún se manifiestan privilegios derivados de una mayor cobertura mediática a los eventos protagonizados por hombres, cuyas peripecias atléticas ocupan más del 70 por ciento de los espacios radiales, televisivos o en la prensa escrita e hipermedial. Ellos aparecen más en primeros planos televisivos, como centro de la noticia, y sus actuaciones son más empleadas para las portadas informativas, un elemento importante de destaque editorial. Esto ocurre, incluso, ante actuaciones de similar grado de relevancia.
Las representaciones de las masculinidades suelen situar a los hombres alejados del resto de sus conexiones sociales —familia, paternidad y otras responsabilidades diversas—, mientras que a las mujeres en ocasiones se les vincula a su entorno sexo-afectivo (parejas o exparejas), familias y cuidados (sobre todo, se enfatiza en el hecho de si son madres o no).
En no pocas ocasiones, las mujeres son referidas como dependientes, algo menos usual en el caso de los atletas. Ellas son las “alumnas de”, “las pupilas de”, “las muchachitas de”, mientras que ellos suelen ser los “conducidos por” o “dirigidos por”, en descripciones que denotan una relación más clara de entrenador-adiestrado, alejada del viso paternalista.
Los diminutivos al referirse a las atletas suelen utilizarse para dar, según declaran periodistas, narradores y comentaristas, un matiz de cariño, de cercanía con los públicos, cuando realmente generan un irrespeto a la plena capacidad como deportista (u otro rol) de esas mujeres. A los hombres deportistas se les identifica, por lo general, con constantes alusiones a la fuerza, al valor, la capacidad para reponerse de un mal momento, de tener el control.
Desde la visión machista, los atletas hombres son más atractivos para quienes producen comunicación deportiva cuando compiten aún con el riesgo de lesionarse y se exponen a situaciones límites. En Cuba, se justifica con alusiones a “entrega y heroísmo”, en tanto son capaces de competir lesionados o enfermos, aspectos que se reiteran y se emplean como “gancho” periodístico para atraer la atención. El resultado a veces pasa a un segundo plano y el reconocimiento se obtiene por la exigencia más allá del límite de lo habitual.
La comunicación deportiva tiene en no pocas ocasiones contenidos violentos explícitos, a partir del excesivo empleo de palabras relacionadas con el ámbito bélico (“armada”, “combatir”, “batalla”, “ráfagas”, etcétera) y agresivos (“apabulló”, “liquidó”, “doblegó”, “arrolló”, “salir a matar” y “habrá que morirse en el terreno”), todo ello como reafirmación de las relaciones de dominación-subordinación en el ámbito atlético. A ello se le ha llamado “metáforas de la guerra” o “balacera lingüística”.
Las referencias a los estereotipos de belleza no son tan directas en ocasiones, pero abundan los primeros planos que enfocan los cuerpos (deportistas y aficionadas asistentes a los estadios). Esto parte de la idea de que el suceso deportivo es relatado mayormente por hombres (camarógrafos, directores, etcétera) y tiene como destinatarios principales a otros hombres.
Cambiemos las reglas del juego: recomendaciones
Por lo general, en la prensa deportiva cubana —donde hay avances notables en cuanto a representaciones no sexistas— conviven miradas estereotipadas y patriarcales de la realidad con otras que promueven relatos emancipados del machismo.
Para que cada vez sean más habituales los discursos que contribuyan a la igualdad de género, debemos:
- -Entender y saber explicar las condiciones de partida desiguales con las que hombres y mujeres —y la comunidad LGBTIQ+— se acercan al deporte, lo cual permite hacer análisis contextualizados y justos de cada resultado.
- -Cuando la historia lo permita y contando con la autorización de la persona que protagoniza el relato, visibilizar las discriminaciones padecidas, siempre que ello contribuya a entenderlos obstáculos enfrentados para practicar, competir y alcanzar determinado logro.
- -Distribuir de forma equitativa las coberturas y el espacio dedicado a informar y analizar los acontecimientos atléticos.
- -Utilizar un lenguaje inclusivo. Un ejemplo sencillo: en una nota donde se hace referencia a hombres y mujeres, no decir “los judocas cubanos” sino “el judo cubano” y luego detallar qué actuación logró cada persona.
- -No usar comparaciones de matiz androcéntrico. Ejemplo: “Ella es la Omar Linares del equipo de mujeres”. Esas comparaciones refuerzan la idea de que los hombres y lo masculino son el referente universal.
- -Relatar de forma más asidua y estratégica las historias de mujeres en deportes como béisbol, lucha libre, levantamiento de pesas, fútbol, boxeo, etcétera. Mostrar historias de éxito y superación que pueden servir de referente a nuevas generaciones.
Otras cuestiones a tener en cuenta implican continuar con la labor de capacitar en temas de género a quienes se especializan en deportes y promover estudios históricos y comparativos que permitan determinar tendencias en diferentes marcos temporales de la prensa cubana.
Además, hace falta contar más historias donde los hombres reivindiquen la expresión de sentimientos, emociones y aspectos relacionados con la práctica de una paternidad responsable e incluir al menos un espacio para ofrecer recomendaciones sobre comunicación no sexista y libre de estereotipos en la preparación previa que se brinda a los grupos que participarán en la cobertura de eventos multideportivos. De igual modo, propiciar espacios de intercambio y debate para analizar la construcción de los relatos resultante de esos ejercicios profesionales en esos certámenes.