En los encuentros familiares, últimamente hemos oído varias veces la frase “las feministas se pasan”. Si antes en las comidas familiares se hablaba de las vacaciones, los trabajos y de fútbol, ahora se ha incorporado un nuevo punto en la agenda: los feminismos. “Pasarse” nos ha servido de algo, nos hemos introducido en la agenda pública y en las tertulias de sobremesa. Saber por qué una buena parte de la población considera que “las feministas se pasan” nos puede dar pistas por dónde seguir avanzando.
Porque los cambios generan resistencias
Quienes han jugado al Catan o a cualquier juego de mesa competitivo saben que no quieren perder terreno, eso equivale a perder poder. Con el patriarcado sucede lo mismo. Siglos de privilegio masculino no caen sin resistencias de quien tiene más que perder. Ante el avance del feminismo, una estrategia de defensa de quien tiene el poder es aceptar ciertas victorias (poco nocivas) y frenar las que realmente suponen una pérdida real de poder. Para frenarlo, se pueden seguir muchas estrategias. Siendo las más comunes la desacreditación, considerarlo una exageración o una pataleta de unas cuantas histéricas. Todas estas resistencias se articulan de forma consciente y también inconsciente, desde actitudes diarias y comentarios en las comidas familiares hasta frenar reformas de leyes y evitar el diseño de políticas públicas equitativas.
Por miedo a lo desconocido
Hay una reacción muy legítima que es el miedo a lo desconocido. Los feminismos hemos hecho muy buen trabajo analizando qué no nos funciona, pero tenemos mucho trabajo aún por imaginar cómo sería una sociedad más feminista y aprenderlo a explicar. Hay una buena parte de la ciudadanía que seguramente estaría de acuerdo con muchas de nuestras demandas, pero necesitamos saber cómo explicarlas para que la ilusión sobrepase el miedo. Como siempre hemos hecho, hace falta más pedagogía para llegar a las personas no convencidas y contundencia contra los antifeministas declarados.
Porque pedimos la luna
Y sí, os daremos un poco la razón, a menudo parece que pedimos la luna o que hablamos de cosas incomprensibles. Ninguna lucha ha logrado nunca el cien por cien de lo que pedía y, por tanto, debemos apuntar alto para ganar los mínimos que nos merecemos. No solo para alcanzar un mínimo de resultados, sino porque la lucha por el relato también es importante. Si la generación anterior luchó por el divorcio y no hace mucho por el matrimonio homosexual, hoy las jóvenes están hablando y construyendo una nueva forma más libre de vivir la sexualidad donde muchas más opciones tienen cabida. Quizás hoy no consigamos todo de lo que hablamos, pero abrimos la puerta a pensar, debatir y hablar sobre nuevos términos y un nuevo mundo de posibles que quizás, en el futuro, se acabará alcanzando.
Por desconocimiento y desinformación
Si a veces parece que hablamos un idioma desconocido, es fruto de la falta de conocimiento que existe sobre la trayectoria de la lucha feminista aquí (y en todo el mundo). Es casi incomprensible cómo podemos tener tan poco conocimiento de todos los movimientos sociales que han articulado el mundo como lo conocemos hoy en día y que nos han otorgado los derechos que hoy damos por asumidos. Sabemos poco de los debates y las luchas que se llevaron a cabo hace años, y a menudo nos encontramos repitiendo debates que hace siglos que duran. Nos sorprende escuchar tan a menudo frases como “¡Uy no! ¡Yo no soy feminista! Pero creo que las mujeres deberían tener el mismo salario que los hombres, o las bajas de maternidad son insuficientes…”.
Porque hay debates mediáticos y luchas invisibilizadas
Hay debates que se vuelven mediáticos porque son más fáciles de desacreditar o permiten dividir el movimiento más fácilmente. Que se ponga el foco en el lenguaje no sexista, que genera tantos debates acalorados, y que no se ponga en las condiciones laborales de las mujeres migrantes, tiene una razón de ser. La primera lucha fácilmente permite que se nos tilde de exageradas y “estarnos pasando” y es una buena diana para desacreditarnos. En cambio, el otro debate radica directamente en relaciones de poder complejas, hace referencia a los derechos de las invisibilizadas y nos pone a toda la ciudadanía en el punto de mira. Y eso no es mediático, pero nuestro trabajo consiste en hacer que lo sea. Una de las principales metas de los feminismos es que queremos iguales derechos para todas y en especial, para las que tienen menos.