Los personajes masculinos y femeninos son los hilos de tramas y subtramas que nos mantienen en expectación, durante semanas, siguiendo las vueltas del relato. Sin embargo, que una telenovela tenga decenas de ellos no es garantía de que mostremos masculinidades y feminidades diversas y liberadoras.
En las telenovelas que se alinean con el patriarcado, los modelos de hombres y mujeres propuestos responden a un mismo patrón o molde para cada género y, aunque los personajes se llamen diferente, hablen distinto, tengan disímiles colores de piel, vivan en barrios diversos o pertenezcan a clases sociales contrapuestas, en el fondo responden a estereotipos construidos socialmente sobre cómo debe ser “la mujer” y “el hombre”.
Es así que encontramos en las telenovelas de corte patriarcal el modelo de mujer-princesa que espera y hombre-guerrero que pelea. Ellas suelen ser personajes femeninos que discuten por el macho alfa de la historia que, aunque tengan una profesión u oficio, este no es importante; lo relevante, lo central, es el hombre con quien quieren y pueden o no estar en pareja.
Mujeres tóxicas cuyo proyecto de vida se centra en hacerle la vida imposible a otras mujeres; que no construyen alianzas de ningún tipo, a no ser que les traiga un beneficio concreto (la filosofía del “dando y dando”); personajes femeninos muchas veces voluntariosos, histéricos, caprichosos, mandones, sufridores, manipuladores, que hacen de la casa su feudo y de la relación de pareja –con boda incluida en el último capítulo- el objetivo más importante de su vida.
El patriarcado también se muestra en un estereotipo de mujer pasiva, que es arrastrada por la corriente dramática que los demás personajes proponen. También la feminidad se encierra en un modelo Mujer-Penélope, que espera a que la magia del amor suceda, y Mujer-Doña Inés (término proveniente del personaje literario del mismo nombre creado por Tirso de Molina, que hizo cambiar al seductor y libertino Don Juan), que aspira a transformar a hombres emocionalmente inmaduros, violentos o promiscuos.
El patriarcado también se esconde tras personajes femeninos siempre accesibles, que perdonan todo porque, según los estereotipos sobre el deber ser mujer, nuestra ternura es infinita y todo lo aguanta y lo entiende.
Asimismo, en las telenovelas de corte patriarcal es común encontrar el estereotipo de Mujer-“Policía”, que vigila y persigue las infidelidades de su pareja y, tras una “cana al aire”, le canta las cuarenta, le pone a dormir en el sofá y le perdona días después. Además, personajes femeninos súper mujeres que desean poder con todo, pero es humanamente imposible; mujeres-reproductoras, relacionadas con la maternidad como definición de lo que es “ser mujer”, que perpetúan el mito de que sin hijos una mujer es incompleta; y mujeres-cuidadoras que sienten la responsabilidad de servir y se relacionan con los demás como si debieran salvar, querer, cuidar a todos, porque eso es ser mujer buena en el planeta Patriarcado.
Personajes masculinos: la otra cara de una misma moneda
Si la telenovela patriarcal encierra en moldes estereotipados el ser mujer, hace lo mismo con el hecho de ser hombre. Los personajes masculinos muestran su hombría alrededor de las ideas que marcan la virilidad, el trabajo fuera del ámbito doméstico y el desarrollo profesional.
Hombres violentos, reactivos, a los que cualquier chispa encienden, que se pelean con otros hombres por la mujer alfa de la historia, que no hacen alianzas para poder cumplir con el estereotipo de la competencia. Hombres posesivos del amor, cuyas mujeres son “suyas”, como si estuvieran hablando de un mueble o una ropa. Hombres don Juanes, incapaces de amar en profundidad, pero sí de poseer a diversas mujeres. Hombres-príncipes azules salvadores de princesas. Hombres-ogros en busca de una mujer que los cambie para bien, con su amor infinito. Hombres-rotos que advierten desde el principio que no se enamorarán, ni aunque el guion los obligue en el último capítulo.
Hombres-proveedores-protectores que sienten sobre sí la carga de la responsabilidad de mantener y resguardar a la familia y creen que están solos en eso o son los máximos responsables.
En las telenovelas donde el patriarcado es rey, los personajes masculinos son los que llevan y hacen avanzar la historia; son los personajes activos, los que deciden, los que luchan, los que están en los espacios públicos, los que tienen trabajos remunerados y los vemos salir de casa a realizar esa labor; los que con más frecuencia obtienen los logros y éxitos de esos empleos, los que se alían con otros hombres en pos de disímiles objetivos. Son los que tiene poder y lo detentan.
Masculinidades y feminidades diversas en telenovelas emancipadoras
Aunque la telenovela es uno de los productos culturales que más tiende a reproducir los estereotipos de género, es posible cambiarla. Diseñar relatos que incluyan maneras diversas de ser mujeres y hombres enriquecerá nuestras historias y las hará más liberadoras. Guiones que pongan en pantalla no arquetipos sino personajes femeninos y masculinos complejos, que permitan reflejar la variedad de mujeres y hombres que conforman la sociedad cubana de estos tiempos. Personajes que sufran transformaciones, que se trabajen sus patriarcados y que asuman con mirada crítica sus propios estereotipos mujer/hombre.
Es necesario profundizar y visibilizar diversidades que atraviesan las opciones sexuales, de pareja y de convivencia, las maternidades y paternidades; prácticas de vida en común, resolución de conflictos, alianzas y negociaciones que traspasen el ámbito de la pareja y abarquen lo grupal y comunitario; personajes que sobrepasen las guerras de sexos y se vuelquen a construir barrio, comunidad y país desde sus diversidades.
No siempre es fácil, lo sé. Para cualquiera que escribe guiones de telenovelas es atractivo crear historias desde personajes estereotipados y desde sucesos cotidianos en los que hombres y mujeres luchan entre sí por detentar el poder o por no dejarse someter en sus cuitas de amor romántico. Es más fácil diseñar personajes que pelean por los recursos, que tienen actitudes egoístas, que acuden a maneras patriarcales para lograr lo que quieren: coaccionan, manipulan, se victimizan, no actúan o seducen, en vez de sentarse a expresar asertivamente sus pensares y sentires. Al fin y al cabo, esos rasgos y expresiones patriarcales las vemos y vivimos a diario, existen en la sociedad, son la fuente de la que nos nutrimos quienes escribimos guiones.
Ahora bien, es posible sobrepasar la analogía del espejo, la idea según la cual los y las guionistas solo estamos aquí para reflejar lo que sucede. Podemos también contribuir a cambiar la realidad y pensarnos quizás como una ventana que se abre hacia los y las televidentes. Actuar como ventana nos pondrá ante el desafío de escoger sentidos hacia dónde abrirla y qué hacer pasar a través de ella. Imaginarnos ventana emancipadora por donde entre la diversidad de las personas que somos, atravesada por el respeto, el entendimiento mutuo, por una horizontalidad de poderes y una construcción colectiva de la vida que nos permita estar en alegría y bienestar, podría ser un pequeño paso en la escritura de telenovelas más liberadoras.