Considerado el medio de comunicación a través del cual adolescentes y jóvenes reciben mayor cantidad de información, las ofertas dramatizadas de la televisión cubana no están ayudando a muchachas y muchachos a entender sus conflictos cotidianos o a definir sus comportamientos sexuales.
Con las pantallas saturadas de series juveniles foráneas y telenovelas o policíacos igualmente producidas en otros contextos culturales y sociales, adolescentes interrogados por SEMlac confirmaron que necesitan ver audiovisuales que se parezcan a sus vidas y les ayuden a entender sus conflictos.
Yanabel Naranjo y Sandro Rodríguez cursan su octavo grado, el segundo del nivel secundario, y reconocen necesitar más orientación efectiva sobre su sexualidad desde los medios televisivos.
“Todas mis amigas ven telenovelas y series pero en ellas no se explican las dudas que una tiene en torno a las relaciones sexuales, las ponen y ya. Durante mucho tiempo yo pensé que era muy sucio tocarme algunas partes de mi cuerpo y luego, cuando pusieron los muñequitos de Pubertad, descubrí que eso era normal”, rememoró Naranjo con SEMlac.
“Pero después de Pubertad y Mucho ruido, no han puesto más ninguna serie que nos ayude a entender las cosas que nos pasan todos los días”, agregó Rodríguez.
Efectivamente, las dos propuestas citadas han quedado como importantes referencias de la programación audiovisual dirigida a niños y jóvenes, pero, lamentablemente, también como rara avis en el entorno televisivo nacional.
La primera, producida en los Estudios de Animación del Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficas, con guión de la directora del Centro Nacional de Educación Sexual, Mariela Castro, se sostuvo sobre el libro ¿Qué nos pasa en la pubertad?, escrito previamente por la guionista a partir de preguntas de adolescentes y jóvenes.
Con la intención expresa de “dignificar la adolescencia”, la propuesta, en formato de dibujos animados, apostó a ayudar a los púberes a entender con naturalidad los cambios psíquicos, sociales y hormonales que ocurren en esa etapa de sus vidas.
En tanto, Mucho ruido, transmitida hace ya dos veranos, contó las historias de 16 estudiantes de secundaria, de diferentes procedencias sociales y culturales.
“Les muestra a los adolescentes y jóvenes que tienen toda la capacidad para determinar lo que quieren en la vida y les enseña los recursos que poseen para lograrlo”, aseveró su directora, Mariela López Galano.
López Galano ha reconocido que escogió producir esta propuesta justamente por la carencia en las pantallas de ofertas de factura nacional y por el «bombardeo de series extranjeras” existente.
“Me encanta Hermanos Rebeldes, pero no puedo compararme con esos muchachos que se fueron a vivir solos y lejos de sus padres a la edad que tengo yo ahora”, explicó a SEMlac Dayana Machado, una estudiante de preuniversitario (bachillerato), de 17 años. Hermanos Rebeldes (One Tree Hill) es una serie estadounidense por capítulos que cuenta las historias de un grupo de estudiantes durante su estancia en el instituto
En el mismo camino reflexiona Roberto Alejandro Marín, de 18 años y estudiante de técnico medio en Informática.
“Es difícil que esas series te ayuden a reaccionar ante un problema determinado, pues la vida y la manera de hacer amigos o novias de esos muchachos no tiene nada que ver con la de nosotros. ¿Por ejemplo, qué hace uno de nosotros cuando quiere tener relaciones sexuales con la novia y comparte el cuarto con el hermano, o simplemente los padres te dicen que ‘en la casa, no’? Esos problemas no los tienen los protagonistas de las series como Hermanos Rebeldes”, advirtió Marín.
El problema les toca de cerca. En la actualidad, el espacio estelar de las aventuras y series juveniles del Canal Tele Rebelde basa su oferta en series extrajeras, principalmente norteamericanas, algunas de ellas en reposición.
La citada Hermanos Rebeldes, más La familia Ingalls y El joven Hércules están entre ellas, algunas con referentes aún más lejanos, no solo geográficos sino también temporales, pues fueron producidas en las décadas del 70 y el 80 del pasado siglo.
Solo por poner un ejemplo, en el caso de La familia Ingalls, la serie transcurre en la frontera occidental estadounidense, hacia la segunda mitad del siglo XIX, con gran insistencia en los más puros preceptos de la moral cristiana y los valores familiares de la época.
El sitio web Series Clásicas de TV, alojado en el portal Yahoo, la calificó de “atrapante y lacrimógena, inocente pero conservadora”. ¿Cómo convertirse en referente de adolescentes de la era de la tecnología, las relaciones sexuales desprejuiciadas y los viajes al cosmos?
La polémica sobre la programación, además, cobra vigencia ante la cercanía del verano y los meses de vacaciones escolares, momento en que la programación televisiva se rediseña y crece.
Público complejo
Diversa y heterogénea, la población adolescente y joven de Cuba, entre los 10 y 24 años, representan el 20 por ciento de los poco más de 11,4 millones de habitantes del país.
Ya en la pasada década del noventa, investigaciones diversas confirmaron la presencia en este grupo poblacional de nuevos valores alrededor del amor y la sexualidad. Según el libro Cuba: jóvenes en los 90, del Centro de Estudios sobre la Juventud, quedaron atrás mitos como el de la virginidad y el de las relaciones sexuales sólo en el matrimonio y la relación de pareja se concibe desde posturas más abiertas.
Además, especialistas sostienen que la edad en que estas muchachas y muchachos tienen sus primeras relaciones sexuales ha ido descendiendo y se enfrentan a ellas, muchas veces, sin conocimientos ni protección suficiente.
Basta decir que el uso de anticonceptivos se inicia como promedio a los 18 años, según la Encuesta Nacional de Fecundidad desarrollada en 2009 por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE).
Sin embargo, estudios realizados entre adolescentes de la enseñanza media y citados por el médico Jorge Peláez, presidente de la Comisión Nacional de Ginecología Infanto Juvenil, ubican la edad promedio de inicio de las relaciones sexuales entre los 14 y los 15 años para los varones, y entre los 15 y los 16 años para las muchachas.
El reto es grande e involucra no solo a artistas y realizadores. Descrita por especialistas como una edad de cambios muy bruscos, en la adolescencia comienzan a perfilarse, además, las conductas y valores que luego establecen las bases para el desarrollo de la personalidad.
En ese camino, al margen de velar por la efectividad de las ofertas de los medios de comunicación, el papel de la familia a la hora de apoyar a muchachas y muchachos a pasar esta etapa de sus vidas es imprescindible.
La psicóloga y terapeuta sexual chilena Renata Ortega, durante mucho tiempo asesora del ministerio de Educación de su país en la política de sexualidad responsable, afirma que el tema fundamental está en que la familia entregue una visión de la sexualidad, que habilite a los hijos a tener una mirada crítica frente a lo que presenta la TV.
La doctora Beatriz Torres, presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el estudio de la Sexualidad (Socumes), coincide con esa experta.
En su opinión, las familias pocas veces educan para el placer, desde los afectos, y apenas se crean climas de confianza para tratar asuntos de interés para los jóvenes en materia de sexualidad. Se les conmina y censura, pero pocas veces se les instruye o atiende.
Mayo de 2011