Poner fin a los estereotipos que deben desterrar las emprendedoras cubanas es uno de los mensajes clave de Mujeres
los poderes vitales del éxito, obra de las realizadoras Ingrid León y Lizette Vila, presentada el pasado 13 de junio en el espacio mensual Moviendo Caracoles, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
La obra insiste en demostrar que el proyecto de país en Cuba requiere tanto de estas mujeres como de cualquier profesional ubicada en el sector estatal.
Cuando nos empoderamos, todo cambia, dicen las dueñas de sus negocios y jefas de sí mismas entrevistadas para el audiovisual, quienes se han construido una empresa en la sala de su casa, mientras sustentan a la familia y siguen encargándose de las labores domésticas del hogar.
No se trata solo de soñar, sino de realizar los sueños, incitan desde las experiencias propias contadas desde la pantalla de un documental que, más que dar a conocer la realidad de estas luchadoras, invita a pensar junto a ellas en qué reside la clave de su conquista.
«El éxito es disfrutar lo que hago». «El que no arriesga no triunfa». «Hay que elegir sentirse bien». «Si haces lo que te gusta, el sacrificio tiene otro sabor». Estas frases suenan diferentes cuando se dicen desde las historias de vida de quienes sortean obstáculos para darle un lugar a sus talentos, entre las formas de gestión no estatal que intentan ubicarse actualmente en el mercado cubano.
Para mirar críticamente estos conflictos femeninos en el nuevo escenario de la economía nacional, el Proyecto Palomas -en su rol de casa productora de audiovisuales para el activismo social- dio vida al material que narra los emprendimientos de 25 mujeres.
Los relatos no fueron escogidos al azar. Detrás de cada uno yace la vivencia de jóvenes y más experimentadas, profesionales y no muy letradas, atrevidas y tímidas, y toda clase de caracteres que llegan a la pantalla para decir que pueden y también cómo lo logran.
La importancia de un oficio en momentos de crisis se une a la capacidad de lideresas que abandonan sus profesiones, con tal de empoderarse como mujeres y ciudadanas, en un contexto lleno de oportunidades por descubrir, aunque desde posiciones que no siempre se corresponden con su formación.
El espacio en la Uneac fue oportunidad para ver dos obras en una: la que se mostró en la pantalla y el debate que la sucedió, aderezado por unas 50 personas.
Lizette Vila habló de diversidad cuando nadie lo hacía, comentó el Doctor Avelino Couceiro Rodríguez, presidente de la sección de Crítica e Investigación de la Uneac, al referirse a la reconocida creadora, quien moderó un panel espontáneo, pero rico en criterios y razones.
Con la presencia de muchas de las protagonistas del documental, el auditorio dialogó sobre el modo en el que el nuevo escenario nacional da lugar a fenómenos como la violencia económica, que limita el acceso femenino a empleos estereotipados.
«Yo esperaba más de la vida, porque quería ser periodista», confesó Melvis Sarduy, quien ejerció por años esa profesión y ahora es arrendataria de viviendas para turistas. En su vida se impuso la competencia con su esposo, también periodista, y ella debió quedarse a atender la casa, compartió Sarduy.
«Cuando llegaban profesionales a Cuba desde otras partes del mundo, contaban que dedicaban tiempo a su pasión, pero vivían de negocios. Eso asombraba», razonó la locutora Rosalía Arnáez, presidenta de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Uneac.
«Hoy aquí está pasando lo mismo. Los tiempos cambian el contexto y hay que adaptarse al trabajo en diferentes dimensiones», dijo.
No obstante, «hay un dolor ciudadano ante los problemas de género. Eso se ve en todos los espacios que se están dedicando a debatir sobre estos temas», razonó la profesora de la Universidad de La Habana, María Borges. Apuntó, además, que es preocupante la ausencia de una respuesta estatal.
«Lo que queremos es que nos vean», confirmó Nayvis Díaz, jefa del taller de bicicletas VeloCuba y dueña de una impresionante historia en la que ha sabido involucrar a otras jóvenes emprendedoras, incluso ante causas medioambientales y de activismo social.
«El documental nos ha dado mucha fuerza», reconoció una de las jóvenes de Vitria, Irena Martínez, quien aún permanece sin un local de trabajo, desde hace casi dos años.
En un aparte con SEMlac, el activista social Nacho Ruiz destacó que las mujeres han salvado la desigualdad por género y se han convertido en modelo de lucha. «Es necesario romper estereotipos desde la base, cuando sean niñas y niños», instó.
«El documental tiene muchas lecturas para idear propuestas públicas que faciliten el acceso de las mujeres a estos espacios económicos y de empoderamiento», sostuvo a SEMlac Graciela Morales, representante de la Fundación Nicolás Guillén en República Dominicana.
Para eso sirve el arte, coincidieron en el debate, para adelantarse a la conciencia social.