El acceso a la tecnología no es garantía para cerrar la brecha sexista en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, constata un reciente estudio en la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) de Cuba.
Ese centro educativo posee instalaciones y medios tecnológicos de los más avanzados, que favorecen el desarrollo intensivo de las ciencias computacionales, y se ha preocupado desde su fundación por mantener una matrícula equilibrada entre ambos sexos.
Sin embargo, estos recursos se aprovechan de manera diferente por hombres y mujeres, debido a prejuicios machistas vinculados al quehacer científico, aseguran las profesoras Liudmila Amat Reyes y Marianela Padrón Zayas en el artículo «La UCI, una mirada con enfoque de género desde las tics».
Las mujeres decaen en los resultados docentes, se han reportado porcentajes atendibles de bajas femeninas por solicitud propia y asumen roles secundarios en los proyectos de software y en el empoderamiento docente y productivo, asegura el examen publicado en las memorias del evento «Mujeres del siglo XXI», efectuado en La Habana a fines de noviembre pasado.
«A pesar de los avances reales en el uso de las TIC, los prejuicios patriarcales se transfieren a los nuevos entornos de educación y trabajo», confirman Amat y Padrón.
El texto devela la falta de un programa coherente para combatir las diferencias de género en la institución académica, cuando el desarrollo la universidad y su novedosa concepción de procesos productivos con estudiantes han hecho aflorar diferencias de género.
Mitos como que a las mujeres «no les gusta programar» o no son buenas en ello, se mantienen en la UCI y calan en la subjetividad de las estudiantes, consideran las científicas.
«Los ingenieros y consultores de alto nivel en el campo de la informática, los creadores de software, son mayoritariamente hombres», advierten.
En la UCI, el mito se apoya en los resultados docentes que muestra un desnivel entre géneros, sobre todo por las asignaturas de la disciplina Técnicas de Programación.
Por otra parte, cuando una mujer es líder de un proyecto de software, no suele vincular en su equipo a otras mujeres «porque las directivas reproducen patrones patriarcales impuestos por la sociedad contemporánea», añaden las investigadoras.
Ellas comienzan a ser mayoría en roles menos atractivos y remunerados, como el de Calidad de Software y Documentación, los trabajos manuales, la prestación de servicios masivos y el desarrollo y diseño web.
El Departamento Productivo Soluciones Informáticas para Internet (SINI) de la UCI tiene más mujeres en los apartados de ideoinformática, pero en el área de desarrollo existen seis hombres y solo una mujer, mientras son jefes de proyectos cinco hombres y dos mujeres.
Por otra parte, casi ninguna asignatura potencia paradigmas femeninos en las ciencias, lo que se complementa con un vocabulario sexista que habla de «científicos», «filósofos», «ingenieros» y «programadores», siempre en masculino.
Entre las dificultades para el desarrollo profesional declaradas por profesoras y alumnas de la UCI encuestadas para la investigación, aparecen la inseguridad y baja autoestima debido a la interiorización del mito sobre las pocas cualidades femeninas para la vida científica.
No se toman en serio a las programadoras preocupadas por su aspecto físico, pero en el caso opuesto se les considera «agresivas y desagradables», concluyeron. La decisión de ser madre es tomada como una falta de compromiso con la ciencia, que supone una triple carga para las mujeres en una sociedad que les asigna la responsabilidad familiar.
Según Amat y Padrón, tanto estudiantes como profesoras de la UCI dedican energía e inteligencia a superar estas barreras androcéntricas, en detrimento de la creación científica.
Ellas disponen de menos tiempo para desarrollar sus habilidades porque asumen la mayoría de las tareas domésticas y de cuidado de las personas dependientes.
Realizar un uso efectivo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación es el reto a conquistar por las mujeres en este ámbito, sostiene el estudio.
«Las oportunidades que crean estas innovaciones tecnológicas dependen de la utilización que se haga de ellas y de la forma en que afecten el desarrollo profesional y la vida de las personas», reconocen las especialistas.
Equilibrar la balanza exige cambios profundos en la actitud de las mujeres y en las estructuras patriarcales de la ciencia, «para hacerlas más democráticas, más participativas, más transparentes», consideran.