Convivimos con muchos hombres que se preocupan por la equidad de género y la construcción de una sociedad más justa. Ellos estarán de acuerdo en que el sexismo en los centros de trabajo todavía es un problema. En definitiva, es fácil comprender que todos nos beneficiamos cuando se desafían falsas creencias y prejuicios. Pero cuando un hombre que defiende los derechos más obvios escucha un comentario sexista en el trabajo, el instinto le mueve a enfrentarse a él, cuestionando o refutando las suposiciones y falsos estereotipos.
Sexismo benévolo y sexismo hostil
Una encuesta realizada por Negin Sattari, Sarah H. DiMuccio, Joy Ohm y Jose M. Romero a 7.210 hombres en trece países muestra que, en muchos casos, hombres implicados en conseguir una igualdad justa, responden a los comentarios sexistas con un “sexismo benévolo”: actitudes, prácticas y acciones que parecen positivas, como ofrecer una ayuda, en muchas ocasiones innecesaria, hacer halagos o sugerir soluciones. Eso puede socavar el objetivo de ponerse de parte de las mujeres, a menudo con el pretexto de darles apoyo y afecto.
Tanto el sexismo benévolo como el sexismo hostil refuerzan los estereotipos de género establecidos sobre las identidades y los roles sociales. Mientras el segundo defiende los prejuicios de género tradicionales y castiga a las mujeres que los desafían, el primero lo hace a través de acciones bien intencionadas. Las tácticas son diferentes, pero las posibles consecuencias para las mujeres trabajadoras son las mismas: probables impactos negativos en la salud mental, sentimientos de incompetencia y menos apoyo profesional.
Las conductas inconscientemente sexistas no deben percibirse como una barrera disuasoria para abandonar una lucha imprescindible en el ámbito laboral, pero sería deseable que cada vez más personas aprendieran a reconocerlas.
Reforzando creencias perjudiciales
Para comprender la clave del sexismo benévolo podemos leer este ejemplo: hay una plaza en un puesto de administrador de sistemas de red y se discute si promover a Angelina, un miembro relativamente nuevo del equipo. Colin afirma que no cree que ella pueda ganarse el respeto del equipo, formado en su mayoría por hombres, porque es demasiado atractiva, por lo que es reacio a ascenderla.
En respuesta a este comentario tan sexista, Jakob dice: “Colin, no deberías decir eso: la apariencia de Angelina no tiene nada que ver con su inteligencia y su capacidad para este trabajo. Aunque es verdad que el ambiente podría ser demasiado agresivo para ella”.
Jakob señala el comentario sexista de Colin, pero expone un comentario que tiene el mismo efecto, negarle a Angelina el ascenso, expresado con un brillo positivo de cuidado y preocupación por su bienestar. Él puede pensar que la está protegiendo de un desafío desagradable, pero en realidad eso es sexismo benévolo.
En estas situaciones, Jakob y otras personas que quieren denunciar el sexismo podrían plantearse si su respuesta refuerza una de las tres falsas creencias que parecen positivas pero que en realidad son insidiosas sobre el género: “los hombres son responsables de las mujeres”, “los hombres y las mujeres son diferentes y complementarios” o “la vida personal de los hombres depende de las mujeres”.
En el primer caso, la creencia se hereda de una tradición patriarcal que presupone que los hombres deben proteger y proveer y las mujeres necesitan la protección y el apoyo. Ofrecer ayuda no solicitada a las mujeres, como encargarse de cuestiones financieras o hacerse cargo de lo tecnológico, quizá sea un comportamiento bien intencionado, pero estas acciones paternalistas asumen que las mujeres son frágiles, menos competentes e incapaces de tomar sus propias decisiones.
Es lo que sucede cuando, por ejemplo, no se le encarga a una mujer la dirección de un proyecto de alta visibilidad o una asignación internacional atractiva porque le supondría enfrentarse a circunstancias complejas, en lo familiar (sobre todo si tiene hijos pequeños) y en lo logístico.
Con la segunda sentencia, se presupone que hombres y mujeres, por naturaleza, son aptos para distintas responsabilidades y roles en la sociedad. Quizá nos suene esto: las mujeres son más solidarias que los hombres y, por lo tanto, deben ser responsables de cuidar a la familia, a la comunidad y, en el trabajo, al equipo. Esta creencia puede parecer inofensiva o incluso halagadora, pero es la base de muchas limitaciones históricas en las oportunidades de las mujeres fuera del hogar y la que se encargó de canalizarlas hacia papeles de apoyo en el trabajo.
Finalmente, la tercera creencia incluye la castrante idea de que la supervivencia de los hombres está en manos de las mujeres. Enfatiza la dependencia de los hombres, pero también asume que el papel principal de las mujeres en la sociedad es satisfacer las necesidades de afecto de éstos. Desde este punto de vista, las mujeres son finalmente reducidas a objetos sexuales que carecen de valor como personas independientes, incluso en el lugar de trabajo.
Lo podemos observar cuando se comenta: “menos mal que están las chicas en el equipo para mantener cierto orden y armonía”.
El sexismo benévolo aparece en cualquier entorno, incluso en ciencia
Muchas personas no estamos de acuerdo con estas creencias cuando se expresan explícitamente, pero la mayoría las hemos internalizado tanto que es muy difícil notar hasta qué punto están incrustadas en comentarios que hacemos o que hacen otros.
De hecho, en la investigación sobre cuándo y cómo es probable que los hombres de todos los niveles interrumpan un comentario sexista en el lugar de trabajo, entre el 29 por ciento y el 74 por ciento de los hombres, dependiendo del país, indicaron que probablemente responderían con una o más de las cuatro opciones etiquetadas como sexistas pero benévolas (de un total de 23 opciones), como, por ejemplo, “le pediría a mi colega masculino que proteja más a las mujeres” o “comentaría que es más fácil tratar con las mujeres que con los hombres”.
Cuando se observaron las características de este grupo de hombres, se descubrió que el estereotipo se mantenía incluso para los que se consideran defensores de los derechos de las mujeres en el trabajo. Salió a la luz que las respuestas benévolamente sexistas oscilaban en los siguientes términos (dependiendo del país):
– Entre el 40 por ciento y el 82 por ciento de los hombres que estaban muy comprometidos con la lucha por la igualdad, hacían comentarios sexistas inconscientemente.
– Entre el 33 por ciento y el 82 por ciento de los hombres que confiaban mucho en su capacidad para combatir el sexismo caían en falsas creencias.
– Entre el 39 por ciento y el 84 por ciento de los hombres que eran conscientes de los beneficios personales y sociales de combatir las diferencias de género, mantenían estereotipos.
Para los hombres que se enfrentan directamente con posturas sexistas en otros hombres, también resultó un porcentaje entre el 37 por ciento y el 78 por ciento que utilizaba sexismo benévolo en su respuesta. Lo alarmante fue que, en todos los países, cuanto más alta era la posición de un hombre en la jerarquía corporativa, más probable era que su respuesta tuviera una forma sexista benévola. Estos hombres no solo están perjudicando a las mujeres a las que quieren apoyar, sino que también suponen malos referentes para otros hombres en puestos similares.
¿Qué pueden hacer los hombres para promover la equidad en el trabajo, en el departamento, en sus clases o en el laboratorio?
Es una realidad que muchos hombres apoyan la inclusión y la justicia, la igualdad y los derechos de todas las personas, pero quizá no cuenten con estrategias para identificar el sexismo benévolo en sus propias acciones. Los investigadores propusieron varias cuestiones que los hombres, especialmente los líderes, que quieren combatir el sexismo, pueden utilizar.
En primer lugar, llamaron a ser conscientes de sus palabras en cada momento, estar atentos a los paternalismos y mostrar interés en la información que les llegue sobre el sexismo benévolo, cómo se desarrolla en el lugar de trabajo, cuáles son sus efectos y cómo a menudo está relacionado con el sexismo hostil.
“Es importante reflexionar sobre cómo las ideas sexistas con benevolencia fortalecen los estereotipos y los prejuicios rígidos para las personas de todos los géneros”, apuntaron.
Verificar las propias suposiciones sobre cómo las personas deberían o no deberían actuar y vivir en función de su género y visualizar cómo interrumpir los comentarios sexistas sin caer en la trampa del sexismo benévolo son otras estrategias identificadas por el estudio.
Además, al escuchar que otros hacen comentarios sexistas con benevolencia, sería bueno desafiarlos. Por ejemplo, si un colega quiere “salvar” a una mujer de un proyecto complejo, se le podría ayudar a verlo desde otro punto de vista preguntando: “¿Cuáles son las consecuencias de no involucrarla en este proyecto? ¿No sería mejor preguntarle a ella directamente en lugar de suponer que no lo querrá?”.
Promover conductas equitativas resulta fundamental, al centrarse en las competencias de las compañeras o de las contratadas en lugar de hacerlo en rasgos como la apariencia. Es efectivo dar feedback relacionado con los resultados del trabajo y los objetivos conseguidos en lugar de elogiar las características supuestamente inherentes a las mujeres, como la calidez o la simpatía.
Se pueden sacar conversaciones sobre sexismo en el lugar de trabajo para reflexionar y ver otros puntos de vista. Lo mejor es abordar estos temas con curiosidad y humildad, que siempre son buenas aliadas; no sirve de nada culparse a uno mismo o a los demás por haber metido la pata con algún comentario. Es mejor poner el foco en el deseo de aprender.
Con tantos hombres comprometidos a favor de la igualdad, irá apareciendo un gran impulso para el cambio. Tomar conciencia del matiz inherente al sexismo benévolo es un paso decisivo para corregir sutilmente el rumbo y hacer realidad ese cambio.
Fuente: Pikara Magazine