Que se desnuden ellos

En los años 70 un grupo de artistas decidió romper con la imagen que históricamente habían dado los hombres a su cuerpo, a su deseo, a la maternidad y a su propia vida. Decidieron entonces liberarse de ese cuerpo impuesto, de ese canon de belleza que históricamente el hombre había explotado hasta la saciedad. Ninguna se sentía representada: ¿Se pueden explorar otros códigos distintos a los históricamente utilizados por los hombres para representar a la mujer? ¿Cómo se ve la mujer a sí misma? ¿Cómo mira la mujer al hombre a través del arte? Aquellas mujeres, a las que se les habían cerrado las puertas de academias y talleres, empezaron a desarrollar y explotar un arte que rompió con paradigmas y roles sexuales y logró hacer visible el arte realizado por mujeres. El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) ha acogido unas jornadas que han puesto en valor la labor de estas artistas, desconocidas para el público en general, pero fundamentales en la evolución del arte del último siglo.

El CAAC, que dedica estos días, una de sus salas a una de estas artistas, Tala Madani, «es uno de los pocos centros del Estado con una programación paritaria». Así lo expresó la catedrática de Arte Contemporáneo de la Complutense de Madrid, Estrella de Diego, en el arranque de este taller sobre «otras posibles historias del arte», a modo de denuncia. Quería poner el acento en que «sigue habiendo muy pocas mujeres» que tengan las puertas completamente abiertas para exponer sus obras o vender su trabajo.

De hecho, no fue hasta 2007 cuando se organizó la primera exposición, WACK: Arte y la Revolución Feminista, que documentó la primera gran retrospectiva del arte y la revolución feminista. Tres décadas después de ese cambio de paradigma que protagonizaron artistas como Judy Chicago, Joan Jonas, Mary Kelly, Mary Yates y Sylvia Sleigh, entre otras mucha. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la historia nos devuelve a un periodo donde «el arte está muy despolitizado en cuanto al género y no todo está ganado», considera Estrella de Diego

«¿Cuántas mujeres tienen que desnudarse para entrar en el Metropolitan?», denunciaban en los años 80 el grupo de artistas feministas, Guerrilla Girls. «Menos del 3% de los artistas de las secciones de arte moderno son mujeres, pero el 83% de los desnudos son femeninos», denunciaban. En 2013, sólo un 10,3% de las obras de los fondos de los principales museos españoles de arte contemporáneo era de mujeres artistas. «Ahora vivimos un poco engañados, porque si analizáramos los tantos por cientos no estamos donde debiéramos estar». «¿Por qué hay tantas licenciadas en Historia del Arte y y tan pocas catedráticas?», criticó de Diego.

EL HOMBRE, EL SEXO Y LA MATERNIDAD VISTOS POR LA MUJER

Estrella de Diego puso el acento en que fueron estas artistas feministas las que rompieron con la visión artística que el hombre había dado a la maternidad, al deseo sexual femenino y a su propio cuerpo en los años 70. Hasta entonces sólo el ojo masculino había escrutado estos temas porque «las mujeres estaban expulsadas como artistas». Cuenta de Diego que las mujeres eran hasta tal punto invisibles como creadoras, que a muchos de los grandes bordados de las iglesias españolas les falta algún trozo: a falta de un pedazo de tela con qué limpiarse, los arrancaban. Aquellos bordados, hoy admirados, no tenían nombre ni autor: ¿para qué conservalos entonces?

Estas artistas de los 70 rompieron moldes a través de la subversión y de la desmitificación de los cuerpos. Querían llamar la atención. Por eso retrataron vaginas, penes, tampax. Querían mostrar a esa mujeres pariendo con dolor, el conflicto con el hijo, besándose entre sí -haciendo visible el lesbianismo-, mostrar sus cuerpos imperfectos, en ese intento por recrear una imagen de la deformidad y la imperfección que rompía con el discurso del poder que las dibujaba perfectas: perfectas madres, esposas y mujeres. «No puedo ser tantas cosas: madre, artista, esposa… ¿No puedo ser sólo quien soy?», reivindicaba en sus obras Eva Hesse en 1964.

Pero si hay una contribución fundamental de estas artistas pioneras en la historia del arte fue su visión del hombre. «Estas mujeres fragilizan lo masculino», explica de Diego, «algo que fue muy bueno para ellos», ya que les despojó de esa perfección heroica que el arte les había otorgado históricamente. «Representaron algo que no estaba recogido en la pintura».

Así, artistas como Sylvia Sleigh (Gales, 1916 – Nueva York, 2010) «despojaron a la pintura de la rigidez de una mirada eminentemente masculina», a través de «una perspectiva inoportuna, irritante, profundamente personal y feminista»-según la definió el CAAC en una exposición que le dedicó hace unos meses-. Estas creadoras representaron al hombre en su cotidianidad, sin misticismos. Su aportación, como la del resto de artistas feministas de la época, fue fundamental en la construcción de una nueva historia de la representación, del desarrollo de los lenguajes estéticos feministas desde los años 60 en adelante, aunque el papel de estas mujeres no haya sido valorado en su justa medida hasta aquel 2007, en aquella primera exposición WACK! Art and the Feminist Revolution, organizada por el MoCA de Los Ángeles.

¿Es esto verdaderamente arte? ¿Lo colgaría en su casa?, preguntó una de las asistentes a las jornadas a la catedrática de Arte: «Frente a la simple contemplación, el arte también busca el análisis», contestó De Diego. «Al final de los grandes relatos, la mirada de la Ilustración se rompe en los 70″. «Ya no están escondidas, ni hay que buscarlas, simplemente están ahí… y nada sería igual sin esas mujeres que dieron tanta caña».

Tomado de Andaluces.es

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