En los últimos tiempos estamos asistiendo, con gran preocupación, a lo que parece responder a un nuevo patrón de exaltación de la sexualidad de las niñas: niñas presentadas en los medios como miniadultas, sexualmente excitantes, con preocupaciones y conversaciones sobre manicura, pedicura, tallas, bolsos, tacones y maquillaje.
Este patrón responde sin duda a necesidades del mercado de consumo. Como dice la terapeuta Elena Mayorga «hoy en día, los niños y, sobre todo, las niñas están siendo utilizadas y «sexualizadas» como medio para vendernos a los adultos y a ellas mismas, todo tipo de productos, desde sopas y coches, hasta muñecas, videojuegos, ropa, joyas y casas. Se está exponiendo a nuestros hijos y sobre todo a nuestras hijas como ‘mercancía sexual’ y eso en un mundo donde los abusos a menores aún son moneda común en muchos lugares, es un hecho extremadamente grave y peligroso».
Además este patrón de hipersexualización de las niñas responde a otras necesidades e intereses. Como denuncia la psicóloga Olga Carmona «Las niñas van asumiendo con naturalidad perversa su condición de objetos sexuales». Así, se desarrollan mujeres frágiles, extremadamente vulnerables, inmersas en una batalla constante consigo mismas de la cual es imposible que salgan victoriosas.
Esto tiene graves consecuencias en la vida, la salud y la autoestima de las niñas y adolescentes: indirectamente, este patrón de hipersexualización en las niñas podría estar relacionado con la aparición de trastornos de la conducta alimentaria durante la adolescencia. El modelo de extrema delgadez que se impone como meta incita a las adolescentes a tratar de alcanzarlo poniendo en riesgo su salud.
Por otro lado, esta hipersexualización hace que se infravaloren social y personalmente el resto de ámbitos que componen la identidad femenina, lo cual conlleva a que las mujeres inviertan menos energía en el desarrollo de otras facetas de su ser para poder dedicar todo su esfuerzo a cultivar su imagen corporal. De esta manera, quedan mermadas o poco desarrolladas otras capacidades importantes de las mujeres, más relacionadas con lo mental y espiritual que con lo físico.
Spa y salones de belleza infantil: manicura, pedicura, maquillaje, peinados… para que las niñas pueden sentirse princesas, o alimentar su sueño de «vivir en un castillo»…
También nos preocupan los cada vez más frecuentes mundos virtuales para niñas, donde se presenta una famosa forma de ser mujer, un «modelo de éxito» construido sobre la base de una representación estereotipada de lo femenino, presentada a través de imágenes de niñas ligadas a la moda, el hogar, lo rosa, la imagen, la frivolidad…
Solemos responsabilizar del problema a la publicidad, la industria de la moda y los juguetes, el cine y la televisión, etc. Es cierto que los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la difusión de estereotipos dañinos pero, además, no queremos dejar de llamar la atención acerca del papel de los padres y las madres en el impacto que tiene este patrón de hipersexualización en el desarrollo personal de sus hijas. Como dice la psicóloga Mónica Serrano, es fundamental que las madres sean conscientes de que ellas son el principal modelo femenino de sus hijas y que si ellas se liberan del patrón de hipersexualización estarán liberando también a sus hijas.
Del mismo modo, el papel de los padres, como figura masculina de referencia, también es fundamental. La forma de valoración del padre a las mujeres es captada por las niñas como modelo de valoración del sexo opuesto en general.
Fuente: Mujeres para la salud