Margaret Gallaguer es una investigadora irlandesa pionera en temas de comunicación y género, que basó gran parte de sus estudios en el vínculo entre la discriminación de género y el derecho a la libertad de expresión de las mujeres.
En la siguiente entrevista analiza qué puede esperarse de la recientemente creada en Bangkok Alianza Global en Medios y Género (GAMG) y luego se refiere a la necesidad de que las mujeres podamos disfrutar de la libertad de expresión y a las razones por las que es fundamental que ocupemos el 50 por ciento de los puestos en los medios, desde los más bajos hasta aquellos en los que se toman las decisiones.
¿Cómo evalúas la creación de la GAMG en el contexto del poco compromiso internacional que ha habido los últimos 18 años con el Capítulo J de la Plataforma de Acción de Beijing referido a medios de comunicación? ¿Crees que la alianza servirá para que este compromiso aumente?
Yo creo que la creación de la GAMG es un paso positivo. El Capítulo J ha sido una de las áreas más descuidadas de la Plataforma de Acción de Beijing y la GAMG puede potencialmente crear visibilidad, incidencia y presión para que los temas vinculados a los medios sean tomados seriamente. Si luego la GAMG ayudará o no realmente dependerá de su liderazgo, compromiso y recursos. Es aún demasiado temprano para saber esto. Habrá que ver qué pasos dan UNESCO y otros grupos que integran la Alianza para que efectivamente ésta sea conocida, qué espacio se les da a las discusiones sobre género y medios en los encuentros y eventos internacionales, y qué recursos se destinarán para dar los primeros pasos –por ejemplo, la creación de una base de datos internacional para compartir información, o unir las bases de datos existentes- de tal manera que la Alianza tenga un sentido y sea algo más que palabras.
¿Cuál crees que es el mejor argumento para defender los derechos humanos de las mujeres cuando las empresas de comunicación invocan el derecho a la libertad de expresión para no modificar sus contenidos?
La libertad de expresión es un valor fundamental del sistema de medios en el marco de sociedades democráticas. Pero los derechos y la libertad no son neutrales. Desde hace décadas, las investigaciones vienen demostrando que los profundos desequilibrios en el contenido de los medios y en la toma de decisiones significan que el derecho a la comunicación de las mujeres está siendo severamente limitado por capas de limitaciones estructurales, económicas y culturales vinculadas a temas de género. En febrero del 2010 fue aprobada la Declaración sobre las Diez amenazas a la Libertad de Expresión por parte del Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el representante para la Libertad en los Medios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el Relator Especial en Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Relator Especial en Libertad de Expresión y Acceso a la Información de la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (ACHPR por sus siglas en inglés). En esa Declaración fueron identificados los diez desafíos de la libertad de expresión para la siguiente década. Uno de ellos es la «discriminación en el disfrute del derecho a la libertad de expresión». El reporte dice que las mujeres «luchan para que sus voces sean escuchadas y para acceder a información que sea relevante para ellas». Poca representación, insuficiente cobertura, y la prevalencia de información estereotipada son citadas como obstáculos para el igual disfrute de la libertad de expresión. Debemos convencer a los medios de que existe un vínculo entre el desequilibrio de género dentro de ellos en relación al contenido y a la estructura laboral y los principios de la democracia y la libertad de expresión que los medios defienden.
¿Por qué este vínculo es fundamental?
Precisamente por lo que dije: sin un igual disfrute de la libertad de expresión las voces de las mujeres no pueden ser escuchadas. La igualdad de género en los medios depende de romper con los prejuicios internos del sistema de medios sobre la poca relevancia que se debe dar a las mujeres, tanto en la estructura laboral como en los contenidos. Cuando las mujeres sean capaces de ejercer plenamente su derecho democrático a la comunicación –para hablar, ser escuchadas y ser tomadas seriamente- habrá una mejor comprensión de cómo operan los prejuicios de género y de los pasos que sean necesarios dar para el logro de la igualdad.
La importancia de la igualdad en la estructura laboral de los medios se vincula a un principio democrático de igual representación. ¿Crees que además puede haber un efecto en los contenidos si más mujeres estuvieran trabajando en los medios?
La igualdad en las salas de redacción, y en las organizaciones de medios en general, es un tema vinculado a la igualdad en los derechos laborales de las mujeres, a la participación y a la toma de decisiones. Cuando hay barreras estructurales –o incluso de actitud- para que las mujeres periodistas asciendan en sus carreras, esto puede ser abordado como un problema de discriminación en el empleo. En muchos países hay legislación que prohíbe la discriminación basada en razones de género, y esto puede ser usado para combatir la discriminación de género en las salas de redacción. Pero creo que es un error asumir que hay un vínculo directo entre la presencia de las mujeres en los medios y el logro de la igualdad de género en los contenidos mediáticos. El tema del contenido –cómo se elige cada nota, qué aspectos son priorizados, las limitaciones con las que trabajan las y los periodistas– es algo mucho más amplio. No puede estar atado simplemente al género de los individuos que producen el contenido. Para modificar el contenido de los medios necesitamos un análisis mucho más profundo de toda la problemática, de la cual el género es sólo una parte.