Cómicas televisivas. Revolución a carcajadas

Que el humor es un gen masculino es algo que, interiormente, todavía se piensa. La frase, en cambio, no se sostiene en términos generales y mucho menos en los espacios televisivos. La evidencia de grandes humoristas mujeres en la pequeña pantalla es tan abrumadora que la ascensión parece imparable.

Profesionales como Lina Morgan, Eva Hache o Ellen DeGeneres han allanado el camino y las mujeres ya no son sólo «las que ríen». Sin embargo, el humor hecho por mujeres sigue siendo una mezcla transgresora y una potente arma para cambiar conceptos, mentes y actitudes.

Para la inmensa mayoría, las mujeres no tienen las mismas aptitudes cómicas que los hombres. Sólo hay que acudir a foros y debates en la red donde abundan las preguntas con respuesta incluida tipo «por qué las mujeres son menos graciosas».

El peso de la crítica, en cualquier tipo de profesión, siempre es más agudo y tirano cuando hay una mujer detrás de ésta. Lo mismo ocurre en el mundo de la comedia. Sin embargo, los cómicos –y nos centramos en el caso del Estado español- siempre han acudido a la imitación femenina para hacer su humor. Y es que la ridiculización de lo femenino como recurso ha sido una de las herramientas históricas más eficaces para que la grandeza del imaginario masculino ocupe su podio a costa del femenino.

Las series como Girls, protagonizadas por mujeres y con temáticas polémicas conducidas desde el humor, se han convertido en una tónica a la que, cada vez menos, el público masculino se resiste.

Por otra parte, en el humor ocurre como en todas las jerarquías hechas a base de prácticas masculinizadas basadas en la complicidad, el afán por echarse flores y la excusa constante: los hombres heteronormativos no son tan duros entre ellos y, además, se ríen las gracias. Un punto más por el que el humor protagonizado por mujeres (en este artículo no se considera que haya un humor femenino) haya estado condenado a las sombras hasta, podemos decir, bien poco.

Actualmente –y mucho en parte por la influencia de Estados Unidos, donde la cantera y la formación en humor nos lleva ventaja- es habitual ver a grandes genias del arte de hacer reír protagonizando franjas televisivas multitudinarias: caso de la archiconocida Ellen DeGeneres –promotora abierta de la igualdad de derechos- que nos dejó claro hace muy poco «por qué no le debes pedir a una feminista que promocione tu producto claramente discriminador». Con ello hizo alusión a los bolígrafos BIC diseñados para mujeres (BIC for her): «¡Hemos usado bolígrafo para hombres todos estos años!», ironizaba en su monólogo.

La cómica fue nombrada a comienzos de la década de los 80 la «persona más divertida de EEUU» por el canal Showtime. En algunas declaraciones realizadas ha reconocido que «es difícil para las comediantas femeninas destacar» y que esto le parecía «raro», además de –añadía- «una vergüenza». Para remediarlo, Ellen DeGeneres ha trabajado para tener un equipo paritario entre sus guionistas.

El motor del humor para las mujeres parece actualmente imparable. Se las tiene en cuenta a la hora de abrir galas que tienen repercusión a nivel mundial: es el caso de DeGeneres en los Óscars y del dúo cómico Tina Fey & Amy Poehleren los Globos de Oro. En España tenemos el ejemplo de Rosa María Sardá o de Carmen Machi también como anfitrionas de los Goya.

The power of Girls

El humor de Tina Fey & Amy Poehler no deja títere con cabeza y las crítica ácida al elenco de actrices y actores del momento es uno de los puntos fuertes de su show. Concretamente, en la última entrega de Globos de Oro pusieron el acento en la supuesta censura «sugerida» por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA) sobre sus provocaciones directas y en directo.

Con frases del tipo «Meryl Streep no ha venido esta noche, tiene la gripe. Me han dicho que lo hace increíblemente bien»; su espectáculo no se olvida de la cuestión de género y de la presión que viven las actrices de Hollywood sobre el estándar normativo que se impone sobre sus cuerpos: «Matthew McConaughey ha hecho un trabajo fabuloso este año. Por su papel en Dallas Buyers Club perdió 20 kilos. O lo que las actrices llaman «salir en una película».

En la entrega de este año, lanzaron sus dardos sobre George Clooney: «Gravity está nominada a Mejor Película. Es la historia de cómo George Clooney preferiría perderse en el espacio y morir a estar un minuto más con una mujer de su edad».

Ésta no es ni por asomo la única presencia femenina en comedia que triunfa en EE.UU. Las series protagonizadas por mujeres y con temáticas polémicas conducidas desde el humor se han convertido en una tónica a la que, cada vez menos, el público masculino se resiste. Orange is the new black es seguida con gran expectación por mujeres y hombres y Girls está triunfando de manera insólita con una jovencísima Lena Dunham a la cabeza: creadora y protagonista de la serie. En ésta se pueden ver guiones mordaces que entran a la perfección con un ritmo inteligente y personajes que se mueven entre la ficción más absoluta y la realidad más absurda.

Muchas fueron las que, en este sentido, allanaron el camino. Cómo olvidarse de las Golden girls (Las chicas de oro en España) una serie creada por Susan Harris y que ponía en pie con la excusa del humor temáticas tan importantes como la vida sexual entre personas mayores o cómo viven su estigma social las mujeres divorciadas o viudas a esas edades. Importante la lección en construcción de redes: mujeres que vivían unidas sin la presencia de hombres proveedores detrás.

Cómicas nacionales, de Lina Morgan a Eva Hache

Si propusiéramos ahora un listado con mejores profesionales de la comedia en el territorio español, sin duda Lina Morgan y Eva Hache saldrían entre los primeros puestos.

La primera, nacida en plena Guerra Civil, es uno de los ejemplos de cómo las mujeres pueden hacer carrera empresarial a base de humor. Fue lo que Lina Morgan hizo. Innovadora como ninguna, la actriz se adaptó a las exigencias del régimen franquista y logró transmitir en escena su «humor blanco», usando como herramientas la música y el baile.

Morgan tenía mucha más formación en danza de la que podríamos imaginar: de ahí que pudiera hacer esos movimientos imposibles que llevaba al extremo para hacer personajes femeninos que andaban entre la tontería y la picaresca. Además se convirtió en una de las caras más queridas de la Revista y la comedia musical.

Su paso por televisión quedó en la memoria colectiva con series como Hostal Royal Manzanares, donde la actriz llevaba a escena uno de sus personajes más recurrentes: la «pueblerina entrada en edad» que acababa dando lecciones de libertad a todas aquellas personas de la capital que presumían de ella. Morgan conseguía una magia sobre las tablas que pocas actrices han logrado: y es que las carcajadas sonaban tan sólo verla aparecer en escena. Fue una de las pocas que sobrevivió a la transición y que tuvo que adaptar su humor para seguir estando viva profesionalmente.

Programas como Un, dos, tres; Genio y Figura, Homozzaping o El Club de la Comedia; o series como 7 vidas, Aquí no hay quien viva o Aída han sido y son fundamentales a la hora de crear una marca propia frente al humor de otras latitudes. Beatriz Carvajal, Las hermanas Hurtado, Las Virtudes, Yolanda Ramos, Amparo Baró, Carmen Machi, Anabel Alonso, Antonia San Juan, Silvia Abril, Paz Padilla o la propia Eva Hache son nombres que suenan ya a grandes del humor.

La tónica aquí ha pasado desde la ironía sutil en una compostura y presencia física que las mujeres debían mantener tanto en el franquismo como en los años posteriores a la transición, a la pérdida total del papel contenido; e incluso a la puesta en escena de una sexualidad elegida por ellas y sin tapujos. Algo que nos libra, de paso, de los sketches humorísticos donde el cuerpo de las mujeres era usado a modo de florero para satisfacción del chiste hecho por y para hombres.

Un caso también destacable, esta vez de México, es el de la cómica Cessy Casanova que escenifica sin rubor en sus monólogos todo lo que las mujeres, a su entender, tienen que aguantar en su rol normativo de amas de casas y esposas. Es habitual que empiece su actuación con saludos del tipo «Gracias muchachas. ¿Alguien tuvo la desgracia de venir con su marido? […] Los hombres… tema no importante pero cotidiano».

Ni qué decir que, al contrario, los chistes sobre «la desgracia de aguantar a las mujeres» abundan tanto en México como en cualquier otro país. Como asegura la clown Virginia Imaz, «las mujeres hemos sido, al igual que en otros menesteres, más a menudo objetos que sujetos del hecho humorístico […], tema para reír de las diferentes comunidades humanas, junto con otros colectivos, excluídxs».

Humor y mujeres, sinónimo de subversión. Muller reideira, o puta o peideira

Y es que aunque mucho se ha logrado, las cifras todavía son escalofriantes. En 2009, se evidenciaron datos referentes al humor británico: ni rastro de mujeres entre los más de 400 espectáculos cómicos del Fringe Festival. Los «rumores» de misoginia se apaciguaron simplemente por visibilizar que Emma Thompson fue en 1981 galardonada como reina de la comedia británica. Sin embargo, nadie explicó cómo las mujeres comediantas más brillantes de Gran Bretaña como Sarah Millican, Laura Solon o Lucy Porter fueran borradas del mapa.

Las mujeres hemos sido receptoras de los mensajes humorísticos. Hemos aprendido de qué reír y dónde y cuándo hacerlo, siempre de una forma discreta y tapándonos la boca con la mano, para mantener en todo momento la compostura social.

El pasado año, dos monologistas andaluzas, Olga Salut y Virginia Muñoz, lamentaron públicamente las barreras que existen para las mujeres en el mundo del humor además de los prejuicios que tienen que afrontar. En una entrevista a eldiario.es aseguraron que estaban cansadas «de que el tema del monólogo estuviera tan cerrado a las mujeres»: «Cuando llegamos a un bar se nota en la actitud corporal de la gente ya que sale un hombre a hacer un monólogo y el público está predispuestos a reírse pero cuando sale una mujer inconscientemente se retraen un poco en la silla y no te dan la confianza plena que tienen los hombres», aseguraba Virginia Muñoz en la entrevista.

Existen muchas razones culturales e históricas de peso para que las mujeres hayan sido relegadas al papel de «las que ríen las gracias». Para empezar, hacer humor requiere tomar las riendas de la interacción interpersonal apelando «al otro». Las mujeres hemos sido «domesticadas» para ser quienes responden al juego de la seducción, no quienes lo provocan. Por ello, la «masculinidad» intrínseca de las mujeres que hacen humor se ridiculiza e incluso molesta con frases tipo «las mujeres que son graciosas se esfuerzan por suplir sus carencias estéticas».

Como explica una vez más Virginia Imaz, las mujeres «hemos sido receptoras de los mensajes humorísticos. Hemos aprendido de qué reír y dónde y cuándo hacerlo, siempre de una forma discreta y tapándonos la boca con la mano, para mantener en todo momento la compostura social».

Asimismo, defiende, que las mujeres que hacen humor escenifican la transgresión al ocupar un espacio público y simbólico de manera activa: «La mujer juguetona, dicharachera, alegre, se ha malinterpretado como mujer frívola y viciosa. En gallego hay una refrán donde se aprecia que la censura del humor es más fuerte cuando se aplica sobre las mujeres: Muller reideira, o puta o peideira».

La propuesta que nos hace Imaz es la de «contrarrestar un humor con otro: desenmascarar los prejuicios que hay en un chiste con otro; hasta llegar a un absurdo en el que los roles genéricos se inviertan». Asimismo, apunta, «no conviene desperdiciar ni una sola ocasión para la risa».

Añadimos, «si no podemos hacer reír, tu revolución no me interesa».

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