Mujeres horizontales, muy bien paradas delante y detrás de cámara. Como iniciativa de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género, el programa Ni reinas ni cenicientas se emite por el canal Capital de Bogotá, desde agosto, bajo la dirección de Fabiola Calvo Ocampo. Son historias de vida, de sueños, de derechos vulnerados, de luchas y conquistas.
El último programa del año 2012 fue un especial en el que su directora – desde los espacios de la ciudad en que se grabaron en cada ocasión – presentó fragmentos de capítulos ya emitidos, y – como siempre – les dio voz directa a sus protagonistas. Su presencia frente a la cámara fue una novedad; el formato clásico del ciclo no tiene presentador ni presentadora; cada mujer se relata en nombre propio. Y fue también un anticipo: para el 2013 planean hacer un programa mensual de debate. De eso y mucho más hablamos con Calvo Ocampo.
– ¿Por qué Ni reinas ni cenicientas?
– Porque nuestra red presentó esta propuesta al canal público de la ciudad, en el marco de un gobierno local con enfoque en los derechos humanos. Llamó la atención el formato tipo documental, sin salida fácil. Un programa pedagógico para informar sobre los derechos de las mujeres y sobre cómo son vulnerados, con el aporte de expertas y expertos, pero con absoluto protagonismo de las historias y sueños de mujeres, en su mayoría, desconocidas.
– «Las parceras de la vida» fue el primer capítulo, ¿Qué las llevó a comenzar por ahí?
– Primero te cuento que el término parceras es aquí como decir mi cuate, mi amigo. Y nosotras queríamos empezar a hablar de violencias y en las habitantes de calle se concentran todas las violencias contra las mujeres. Además, teníamos un personaje entrañable que nos abrió todas sus puertas y nos permitió desmitificar; porque no sé qué diablos pensamos en general de las personas habitantes de calle, pero no las vemos como personas ni nos planteamos si aman, si tienen parejas, las imaginamos promiscuas.
Gladys Durango, «La Guajira» es el personaje entrañable al que se refiere Calvo Ocampo. Llegó a la calle a los nueve años, después de haber sido violada por el marido de su madre y otros nueve hombres. Hoy dice: «Yo … mi hogar es y será la calle». Y no duda en mostrarlo, cada agujero y cada piedra significan tanto para ella. En uno guarda los zapatos, en otra conoció a Julio Rodríguez Sánchez, su pareja desde hace muchos años. Nury Amparo León, hoy facilitadora del Hogar El Camino, sentencia: «La vida de la calle para la mujer es lo peor que hay, somos maltratadas por todo el que le da la gana. El hombre se cae y se vuelve a levantar, no queda marginado como nosotras».
Mientras habitó la calle, ella no supo que tenía derechos. Maltrato, drogas, violencia física, abusos sexuales son común denominador en el discurso. Sin embargo, no todas sueñan lo mismo, porque como bien dice «La Guajira»: «todas juntas, pero no revueltas».
Y de eso se trata Ni reinas ni cenicientas, ni más ni menos.
– En la presentación del programa mencionaste lo difícil de la elección del nombre y cómo finalmente decidieron titularlo por lo que no somos.
– No te imaginas lo difícil que fue. Se trata de las mujeres y sus derechos, pero la intención es que sea comprensible y el mensaje llegue a todo el mundo, no sólo a intelectuales o mujeres. No somos reinas ni queremos serlo. Eso tiene una connotación política, no queremos quitar a unos para poner otras, el sentido es que queremos trabajar en igualdad, en derechos, buscamos la equidad y el compromiso por una sociedad democrática. Que no queremos ser cenicientas, eso es más evidente, no queremos que se pisoteen nuestros derechos, queremos la igualdad en derechos manteniendo las diferencias.
– ¿Cómo se traduce en política pública el enfoque de derechos humanos del gobierno de Bogotá, en especial en el área de género?
– Hay en la ciudad una «política pública de mujer» que incluye la exigencia para todas las instituciones del distrito de hablar y escribir con lenguaje incluyente y no sexista. Pasa que para que esto no quede en el papel, se debe dar seguimiento y formación pedagógica. Desde la red pretendemos llevar adelante esa labor y ya hemos logrado algunas incidencias. Los gobiernos, los medios y la sociedad todas tienen la obligación de cumplir con la normativa internacional inclusiva a la que Colombia se ha adherido y es, en consecuencia, mandato constitucional. En el programa, el canal público y la red estamos haciendo una apuesta nacional pionera.
– ¿De qué manera se organiza en la red la realización de un ciclo de televisión como éste?
-Nuestra red es horizontal, pero también es «sui generis». Funcionamos en comisiones; para esta propuesta estamos vinculadas con el canal en forma directa tres personas: directora, realizadora y productora. El lanzamiento lo hizo la red en pleno junto a la oficina de prensa del canal. Además la voz en off la grabamos en la productora de la pareja de una compañera de la red, la reportería callejera la hace otra compañera, la fotografía fija, otro compañero. La red toda está implicada con el programa a través de distintos apoyos.
Y hubo muchos capítulos e historias. En «Hoy tengo para el diario» cuatro mujeres contaron su modo de hacer y de estar en las plazas de mercado de Bogotá del mismo modo que en «Brujas y Magas» una partera urbana, una Madre Abuela Blanca, una crononauta y una gitana expusieron sus saberes. Desde la plaza, el campo o el consultorio, hacen cultura y la trasmiten de generación en generación. A través de las cámaras de Ni reinas ni Cenicientas, todas y todos podemos conocerlas y verlas quizás por primera vez, a pesar de habérnoslas cruzado – en Bogota, Buenos Aires o donde sea – infinitas veces. Y si de cámara hablamos, tampoco eso ha sido fácil para las realizadoras. Es que no hay mujeres camarógrafas en el canal y entonces ellas debieron prestar su ojo a las lentes para enfocar sin grietas.
– ¿Qué devolución han tenido del público?
-Fíjate que hay cosas curiosas: tuvimos programas muy fuertes, como «La paz a ritmo de género», cuyas protagonistas fueron una ex guerrillera, una mujer que trabaja por la paz en los barrios populares y una coronela del ejército. Sin embargo, el programa de mayor rating fue «Hoy tengo para el diario»; no solo fue el más visto de nuestro ciclo, sino el más visto del canal. Nos ven mujeres de sectores populares, pero también hombres y mujeres intelectuales, funcionarios y funcionarias del distrito y nacionales, estudiantes. Hay profesores que trabajan en sus clases con nuestro programa. La gente nos escribe y nosotras escuchamos; en «Yo me postulo», una de las protagonistas es la persona más joven que participa en puestos de elección popular en Bogotá, una chica de unos 16 años. A ella llegamos por sugerencia de quienes nos escriben. Aunque la retroalimentación no es todavía la que pretendemos, ya hay signos claros de su ejercicio en los comentarios, críticas y observaciones que recibimos.
– ¿Ha tenido influencia en el canal la llegada de un ciclo como éste?
-El programa es parte de la franja estrella del canal, la de análisis. Hemos logrado poner en práctica la transversalidad. Te doy algunos ejemplos: en la semana del 25 de noviembre (Día Internacional de lucha contra la violencia de género), a instancias nuestras, todos los programas del canal fueron dedicados o al menos hicieron referencia a temas específicos sobre la violencia contra las mujeres. La directora del programa Sexo sin censura nos llamó para que diéramos un curso de formación a todo su equipo. Así estamos haciendo incidencia dentro del mismo canal.
– ¿Cómo arranca el ciclo en el 2013?
– Vamos a mantener el formato de la voz directa, sin presentadora; para que no haya dudas sobre quienes son las protagonistas. Además, vamos a hacer un programa mensual de información y debate. Con esos especiales, que voy a conducir, queremos dar los primeros pasos para meternos en la dinámica de la discusión.
En enero tendremos uno sobre el proceso de paz de Colombia y nos preguntaremos si las mujeres no participan o si es que no trasciende su participación. Además, en nuestro formato habitual, abordaremos la economía del cuidado, la incidencia de las nuevas masculinidades en el avance de los derechos de las mujeres y las mujeres y la minería, entre otros tantos.
En Ni reinas ni cenicientas hubo un «Érase una vez» en el que una princesa de papel no quiso casarse con el príncipe. Y no lo hizo. En Colombia hay una red que pretende cambiar paradigmas. Y lo hace.
Ni reinas ni cenicientas puede verse en Canal Capital.
Fuente: Comunicar Igualdad