Por: Ines María Martiatu Terry
Mientras trabajaba para la selección de una antología posible con el tema raza y narrativas femeninas, me vino a la mente una frase que se repetía en los parques habaneros de mi infancia: “el que más mira menos ve”. Se trataba de los jugadores callejeros que practicaban apuestas con chapitas y siempre le ganaban a los transeúntes porque dicen que las manos son más rápidas que los ojos.
Si miramos con atención, podremos descubrir los juegos de manos de editores, críticos y antologadores para invisibilizar y excluir ciertas narrativas femeninas que tienen la problemática racial en el centro de sus preocupaciones. He tenido en cuenta para estas notas y considerado narrativas en plural, documentos, cuentos, fragmentos de testimonios y fragmentos de novelas. También ha sido amplio el concepto de raza que no solo se refiere al color de la piel o al tema racial en sí, sino al contexto ideotemático y cultural que lo acompaña.
Las narradoras ya conocidas que trataron el tema raza en la literatura cubana no son pocas. Debemos comenzar por las negras esclavas o libres que suscribieron documentos para reclamar sus derechos ante las autoridades coloniales y de hecho nos dejaron un testimonio de lo azaroso de sus vidas. O la osadía y claridad de una Gertrudis Gómez de Avellaneda que no solo se atrevió a impugnar el orden patriarcal con una actitud francamente feminista, sino que con su novela Sab1, nos ofrece un ejemplo de un texto atrevido al presentar el amor controversial de un hombre negro hacia una mujer blanca en una sociedad donde el mestizaje había tenido un solo signo, el de la mujer negra o mestiza abusada, violada o envuelta en relaciones interraciales producto de la necesidad y permitidas por la hipocresía de aquella sociedad. Lydia Cabrera con sus insuperables Cuentos negros de Cuba se acerca al erotismo, a la sexualidad de la mujer afrodescendiente sujeta a una ética muy alejada de la judeocristiana y que mucho nos tiene que decir al presente. Los estudiosos de la obra de Cabrera y los que la incluyen en antologías, muchas veces ignoran estos cuentos, reseñan y publican preferentemente fábulas de animales o referentes a la mitología. Marta Rojas, con sus novelas históricas casi todas enmarcadas en la etapa colonial en Papeles de blanco y otras mantiene el siempre presente tema del mestizaje y el blanqueamiento. En María Valdés o la colina de la Universidad, Lourdes Casal desde su título parafrasea el de la novela de Cirilo Villaverde Cecilia Valdés o la loma del Ángel, introduciendo de nuevo el tema del incesto. En los cuentos del volumen Kele kele, Excilia Saldaña relee los mitos yorubás desde una perspectiva de género. Lázara Castellanos profundiza en un universo fundamental con su novela Estudio de familia. El índice del Diablo es un cuento de Miguelina Ponte donde una familia llevada por el prejuicio deja desangrarse a un hombre que consideran un delincuente solo por ser negro. En Cuentos de negras viejas de antes, Georgina Herrera se sitúa a medio camino entre la oralidad y la escritura. Reyita, sencillamente, de Daisy Rubiera, es un importante testimonio de una mujer negra que abarca casi toda la república hasta llegar a la Revolución. Ambas autoras parten de una tradición que solamente la oralidad puede rescatar dando voz a la “gente sin historia”. Con la novela Perro viejo, Teresa Cárdenas, desde el presente, revela las huellas que la esclavitud dejaba en la autoestima y la afectividad del esclavizado. “La tía Victorina” es un cuento inédito de Carmen González Chacón en que, acudiendo a recuerdos familiares recrea los contradictorios sentimientos de la mujer esclava ante una maternidad producto de la violencia sexual del amo. Sobre las olas y otros cuentos, de mi autoría, presenta a la mujer negra y mulata en su diversidad, sin caer en estereotipos. Aparecen escritoras, pintoras, madres de familia de clase media, algo que no es usual en nuestra narrativa. Mayra Montero en la novela Como un mensajero tuyo, logra introducir las relaciones entre las religiones y culturas china y africanas en una sugerente trama con el insólito protagonismo del gran tenor Enrico Caruso.
Solamente estos ejemplos nos sirven para demostrar que el tema racial ha sido abordado por las narradoras negras o no, desde el siglo XIX y que su variedad y calidad literarias ofrecen el mayor interés y merecen un lugar dentro de los estudios y publicaciones de la narrativa cubana contemporánea. El crítico y ensayista Alberto Abreu se pregunta “¿Qué marcas y procedimientos escriturales, más allá de las referencias al mito y al etnotexto, nos permiten aseverar que estamos ante la presencia de una escritura y una cosmovisión del mundo que emana de un sujeto negro?” y de la mirada de un sujeto mujer blanco o negro, agregaría yo.
La educación que subalterniza a la mujer y doblemente a la negra por su condición de mujer y de negra y la representación del cuerpo negro racializado está en la génesis misma del orden colonial. Sin embargo, como reacción aparecen ya los reclamos en las primeras manifestaciones de las feministas negras en el siglo XIX. La investigadora María del Carmen Barcia nos refiere las palabras que la poetisa África Céspedes, escribe ya en 1889, sobre los ataques a la moral de la mujer negra:
“… a nosotras, las de raza negra, se nos considera en las últimas capas de ese infamante juicio” —y continúa—. La poetisa hace consideraciones muy progresistas sobre aquellas mujeres que se vean obligadas, por su situación económica, a ejercer la prostitución y explica que en esos casos las mujeres eran solo víctimas.”2
En el testimonio Reyita, sencillamente, la protagonista cuenta el rechazo que por el color de su piel fue víctima hasta de su propia madre.
“Para mi mamá fue una desgracia que yo fuera —de sus cuatro hijas— la única negra. Siempre sentí la diferencia que hubo entre nosotras; porque el afecto y el cariño de ella hacía mí no era igual al que sentía por mis hermanas.”3
El tema de la prostitución se hace recurrente en la lírica del rap cubano.
“La llaman puta.
La sociedad no lo refuta,
prostituta quien se revuelca por dinero.
de pronto estás haciendo fila, arañando algún empleo […] vas una y mil veces y nada, duermes escuchando el sonido de las puertas que te cierran en la cara.
la sociedad tira el anzuelo y tú muerdes la carnada.”4
La labor investigativa para localizar autoras y textos me llevó desde libros publicados hace mucho o poco tiempo hasta una zona muy interesante y novedosa, la de las escritoras más recientes, la mayoría de ellas inéditas.5 Por las características de la política editorial y otras razones que sería demasiado extenso explicar aquí, publicaciones, antologías, premios, les han sido vedadas muchas veces lo que ha dado por resultado un canon conocido de escritura femenina que las desconoce.
Localizar a las inéditas, ir conformando una red de relaciones en que ellas nos han ido llevando de una a otra. Averiguar si una poetisa o periodista también es narradora, ir conociendo esa producción todavía subterránea es una labor ardua pero placentera al mismo tiempo. Ellas generosamente han ido compartiendo conmigo sus textos e inquietudes, me van dando a conocer una literatura que ya es capaz de mostrar sus características propias y de la cual, por supuesto, me siento parte. Todo ello sin renunciar a la herencia de las que las precedieron.6 Los puntos de partida de cada una y el entorno ideotemático en que se mueven, es variado aunque existen algunas confluencias entre ellas. La mayoría parte de experiencias personales muy sensibles, heridas recibidas en la infancia y en la adolescencia, una mirada valiente e incisiva a la problemática social contemporánea y la conciencia de la posición subalterna en que se encuentra la mujer negra, herencia colonial que se expresa en todos los ámbitos de la vida social, escuela, familia, relaciones sexuales, medios de comunicación.
No es casual que algunas de estas narradoras estén ligadas al Movimiento Hip Hop. Ellas coinciden muchas veces en la articulación de un discurso feminista negro en el que se tocan cuestiones que afectan a la mujer negra en la sociedad cubana y que casi no aparecen en el resto de las prácticas culturales con esa relevancia y valentía. La elaboración de un imaginario propio, la relectura de la historia. El tema de la autoestima y la reivindicación de la belleza como factor de identidad. En este sentido, un aspecto siempre presente es el pelo. Las marcas que deja la violación de este cuerpo racializado y el doloroso proceso para restituir y asumir una identidad constantemente agredida y subvalorada. Una cruzada contra la droga, la opresión patriarcal, la prostitución, la violencia doméstica, el mercantilismo, la falta de espiritualidad y la aceptación de la diversidad sexual son algunos de los asuntos más significativos que comienzan a hacerse visibles en las obras de estas mujeres narradoras.
Carmen González Chacón, poetisa y narradora, es directora del proyecto Alzar la voz de mujeres raperas. Yohamna Depestre, narradora, fue fundadora del proyecto Omni Zona Franca con el cual se ha presentado y grabado sus cuentos. Dos excepciones que desmienten los límites generacionales, son los conciertos y grabaciones de la destacada poetisa Georgina Herrera recitando sus poemas acompañada del background de grupos de rap con los que ha tenido muchísimo éxito. Y también la participación en eventos y los trabajos que he publicado sobre el fenómeno de la mujer en el Hip Hop.
Los traumas de la niñez en familias casi siempre disfuncionales por una herencia de pobreza que viene desde la época colonial y que han sido impactadas por los diferentes momentos de crisis que ha sufrido la sociedad cubana contemporánea, como el llamado período especial aparecen en el cuento Los cabellos de Melanie, de Thais Guillén. Los sufrimientos de una niña en medio de las desavenencias y el rechazo de los padres están en En el borde, de Isnalbys Crespo. El hacinamiento y la lucha por un espacio en precarias condiciones habitacionales llevan al absurdo y la tragedia de Abikú, de Yohamna Despestre. Las frustraciones de los migrantes del interior de la Isla en una Habana que se les muestra hostil. Siempre soñando con el negocio ideal y con el temor a que los devuelvan a su provincia de origen sin poder haber realizado The Cuban dream, es el tema de un cuento de Yusimí Rodríguez. En el libro Agua de lavanda, de Elvira Mora, aparece la magia resultante de la mezcla de sus ancestros chinos y africanos. No falta aquí la narrativa de Odette Casamayor, residente en EE.UU. En el cuento Entre cubanos, más allá de una historia de amor está la angustia por rescatar una identidad transformada ya, producto de la traslocación del sujeto. Se trata de reinventarla con rumbas en el Central Park de Nueva York, tamales chorreantes de grasa, carne de puerco y la violencia de un sexo sadomasoquista que pretende expresar supuestamente la condición del macho y la hembra cubanos.
Lo escrito en estas breves notas es una aproximación a un campo en que todavía queda mucho por estudiar. Esta producción de narradoras negras o no que han tratado y tratan el tema raza desde una perspectiva femenina, ha escapado de manera deliberada a la “vista” de los que quieren ignorarla. Porque, volviendo al comienzo, sabemos que “el que más mira, menos ve”.
La Habana, junio de 2011.
Notas:
1- Sab (1841), primera novela abolicionista, precede en el tiempo a La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher-Stowe, (1852).
2- Dra. María del Carmen Barcia Zequeira, Mujeres en torno a Minerva. En Revista La Rábida, No. 17, 1998, Huelva. España.
3- Daisy Rubiera, Reyita, sencillamente, Ediciones Verde Olivo La Habana, Cuba, 2000.
4- La llaman puta, de Magia López, integrante del dúo de rap Obsesión.
5- Muy pocas de ellas han logrado publicar un libro. Son excepciones Teresa Cárdenas, Premio Casa de las Américas con la novela Perro viejo y que ya había publicado otros libros también premiados. Tres de las escritoras con un solo libro publicado son Yohamna Despestre con D-14, Premio Pinos Nuevos; Isnalbys Crespo con Paisajes en el borde, y Elvira Mora con Agua de lavanda.
6- La primera oportunidad para pronunciarme acerca de esta narrativa y otros asuntos referidos a la creación de las escritoras negras y/o sus temas fueron las respuestas a la entrevista de la periodista y bloguera Sandra Álvarez para La Gaceta de Cuba enero-febrero de 2010. El primer gesto en respuesta a esta situación de invisibilidad y el único posible de inmediato fue abrir un blog en el propio mes de febrero de 2010, www.afrocubanas.wordpress.com en que trato de publicar los trabajos de todas. En otro orden de cosas, no es ajena a estos mismos propósitos la próxima aparición del libro Afrocubanas. Historia, pensamiento y prácticas culturales, compilado por Daisy Rubiera y la autora de este artículo, en proceso de edición por la editorial de Ciencias Sociales.
Tomado de Negra cubana tenía que ser