«Y tú, ¿cómo aprendiste a follar?». Con esa pregunta arranca el video publicitario de uno de los festivales de cine erótico más importantes de Europa. No fue en la escuela, tampoco en casa donde, a lo sumo, te dijeron que hay que usar preservativo. ¿Dónde, entonces? La respuesta está en el porno clásico, el llamado «porno machista».
El video, una idea del festival Salón Erótico Barcelona, rápidamente se volvió viral. Lo que plantea es que «en una sociedad sin educación sexual, el porno es tu libro de instrucciones». Del porno mainstream o clásico aprendemos que una mujer que usa escote está buscando ser penetrada, que una mujer alcoholizada y sola es una presa obligada para el instinto cazador y animal del hombre, y que la definición de una violación es un tanto flexible. Sobre el final, define: «El porno más machista seguirá siendo la única clase de educación sexual a la que asistirá tu hijo, y mientras siga así seguiremos fabricando violadores en manada». La elección de la palabra «manada» no es casual. Hace referencia al caso de una joven que denunció a cinco hombres por haber abusado de ella en 2016, luego de la Fiesta de San Fermín. Los hombres (entre ellos había un miembro de la Guardia Civil y otro del Ejército español) eran parte de un grupo de Whatsapp llamado «La Manada». «Lo que vemos en la pornografía clásica es la cultura falocéntrica», explica la psicóloga, sexóloga y escritora, Adriana Arias. «Está centrado en la fantasía masculina y la mujer es el objeto encargado de cumplirlas. La estética y el desarrollo del porno clásico es la violatoria».
Y desarrolla: «No hay amorosidad, sensibilidad ni piel sino que el cuerpo se genitaliza: hay tetas, anos, vaginas. Y lo que ‘prende’ es lo fuerte: la penetración invasiva, el grito, el golpe. El deseo o el placer de la mujer no existen». Lo que existen son orgasmos fingidos, múltiples y a los gritos, como un modo de ponderar y agradecer la performance del otro. Muchos usuarios de Twitter pusieron el grito en el cielo cuando vieron el video. «No se le puede pedir al porno que eduque», se quejaron. Arias explica el problema: cuando no hay educación sexual integral -como pasa en España y también en la Argentina- queda un vacío y al vacío lo llena el porno, accesible para cualquiera desde un teléfono celular. No es solo que naturaliza lo que se conoce como «la cultura de la violación». Los mismos hombres se quejan en las consultas sexológicas de que no pueden sostener ese perfil de «macho que avasalla, portador de un pene enorme» que propone la pornografía. «Son ellos en el porno clásico los responsables de hacernos tener múltiples orgasmos, algo que, como no sucede, frustra».
La educadora feminista Laura Velasco, integrante del Frente por la ESI (Educación Sexual Integral), profundiza: «Cuando la educación sexual no se aborda desde una perspectiva de género y de Derechos Humanos, lo que ocurre es que se siguen reproduciendo estereotipos». Son estereotipos que vienen de los medios de comunicación masiva, del cine y también desde la industria del porno.
«En el porno se reproduce una relación de dominación por parte del varón, que por lo general es heterosexual, blanco y de clase media. La mujer no es sujeto de deseo sino el objeto que provoca el deseo. El hombre es quien tiene un deseo sexual irrefrenable, impulsivo, animal —sigue Velasco—. ¿Qué vemos cuando nos encontramos con casos de abusos, acosos y violaciones? Que a la mujer se la revictimiza con esa idea: ‘ella provocó’ vestida de determinada manera y ‘el hombre no pudo contener su impulso sexual'».
El porno clásico, además, «refuerza esta idea de que es excitante tener sexo con una menor de edad, la colegiala», sigue. Eso también es una violación. Si «los valores» de este tipo de porno siguen filtrándose entre las grietas con libertad es por el ancho de las grietas: en la última encuesta que el Frente por la ESI hizo entre jóvenes de 4° y 5° año se evidenció que la mayoría tenía dos horas de educación sexual integral en todo el año. Casi siempre un taller con foco biologicista (centrado en qué anticonceptivos usar para prevenir enfermedades de transmisión sexual).
Llamó la atención, cuando el video se viralizó, que un festival dedicado al cine porno criticara, precisamente, la matriz del cine porno. Sin embargo, forma parte de un reclamo cada vez más extendido llamado «Change porn» («Cambiemos al porno»). Así lo manifestó el año pasado la reconocida directora de porno feminista Erika Lust:
«El porno mainstream tiene valores que para mí son muy problemáticos. Es un porno muy agresivo con las mujeres, sexista, habla de someter, de castigar, no de tener una relación sexual sino de coger mujeres, avasallar adolescentes. Es un porno en el que el hombre siempre es dominante y la mujer es la que acepta, y eso no representa para nada la forma en la que yo vivo la sexualidad y la imagen que quiero dar a otras generaciones».
Para ella hay que cambiar el porno por el rol que cumple en la sociedad. «El porno se ha convertido en el medio que usan los adolescentes para aprender sobre sexualidad. Fíjate que un tercio de todo el tráfico en Internet está destinado a ver porno. En la gran mayoría de las escuelas, si hay educación sexual está enfocada en el miedo a contagiarte algo, a quedarte embarazada o a ser violada, nunca en el placer. Antes de tener una relación sexual, los adolescentes aprenden viendo este tipo de pornografía, ¿y qué les enseña? Que el rol de las mujeres es conseguir que los hombres sientan placer y eyaculen». No es Lust la única directora del llamado «porno feminista». También están Vex Ashley, fotógrafa y licenciada en Bellas artes, que plantea un porno «sin machos alfa y mujeres sin rostro». Lo mismo hace Tristan Taormino que, además de ser directora de cine porno, es educadora sexual.
El porno feminista –siempre lo aclaran– no es un porno de besitos, príncipes que llegan a caballo y sexo frente al hogar a leña: es igual de explícito pero con planos menos ginecológicos y donde el placer es compartido.
Fuente: Infobae