El Test Bechdel y el Principio de la Pitufina

A ver, el Test Bechdel, ¿han oído hablar de él?, ¿no?, ¿debo reñirles un poco por ello?, ¿soy yo quién para reñirles?, ¿me hubiera gustado a mí que me riñeran por no conocer el Test Bechdel cuando aún no lo conocía? Y otra cosa, ¿les hablo del test o les cuento quién es Bechdel? Oh, está bien, vale, vale, vale. Empecemos por el principio.

Sitúense: un día normal, por la tarde, a poder ser el día del Espectador, ustedes van al cine, al cine normal digo, nada de ciclos iraníes, cine de autor, o cahiers du cinema: vamos al cine a desconectar, a no pensar, a ser parte de la marabunta. Total, que se meten en el cine, la película comienza y de repente, ¿qué ven sus ojos? En toda la película no hay más que dos hombres (¿cómo?) que en ningún momento hablan entre ellos (¿qué?) y, si lo hacen, es para hablar de una de las protagonistas femeninas (¿perdón?) Se frotan los ojos, comprueban que no se han confundido de sala, que la película no es “Matemos a los hombres porque apestan”, ni a su alrededor hay una horda de feministas rapadas, muchas de ellas lesbianas, escupiendo su odio al patriarcado: ¿qué es lo que ha ocurrido entonces? No

entienden nada, claro, pero, pacientemente, acaban de ver la película y piensan que mañana será

otro día.

Pero vuelven al día siguiente – ¡qué cinefilia la suya! – y más de lo mismo: en este caso, los dos únicos hombres de toda la película ni siquiera se comunican entre ellos, qué siesos… Y ahí vuelven ustedes una tercera vez – ¡arriba el séptimo arte! –, ahora solo hay un hombre, y ni tan siquiera habla, simplemente está en casa, dando de comer a las hijas de la protagonista mientras viste una cómoda pero sexy ropa de andar por casa.

¿Se imaginan que el mundo fuera así?, ¿se imaginan qué locura ir al cine y que todas las películas, o al menos casi todas, fueran así? ¿O encender la tele, poner cualquier canal y que, de nuevo, volviera a suceder todo lo narrado? Pues eso es lo que se encarga de hacernos ver el Test Bechdel, que si le dan la vuelta al género del ejemplo que acaban de leer, y sustituyen “hombres” por “mujeres”, esto es lo más normal del mundo: en la mayoría de las películas que vemos (que veo yo, que ven ustedes, que ven sus hijos, que verán sus nietos) rara vez hay dos personajes femeninos; si los hay, no tendrán relación ni comunicación entre sí y, en el extrañísimo caso de que hablaran, sería para hacerlo de su relación con uno de los hombres de la historia. El test Bechdel nos demuestra, con tres sencillas preguntas (1- ¿hay al menos dos mujeres en la cinta?; 2- ¿hablan entre ellas?; 3- ¿de algo que no sea un hombre?), que prácticamente todas las películas que vemos dejan a las mujeres fuera de la historia o, lo que es casi peor, las normalizan en su papel de novias, madres o esposas que no tienen ningún tema que hablar con otras mujeres salvo de los hombres.

Sí, amigas, sí, es así en casi toooodas las películas que han disfrutado: la saga de La Guerra de las Galaxias, Vértigo, El señor de los anillos, Ciudadano Kane, Los vengadores, Shreck, Up, Buscando

a Nemo, Terminator, Slumdog Millionaire, Watchmen, Los Cazafantasmas, Regreso al Futuro, Toy Story, El gran Lebowsky, Clerks, Austin Powers, Piratas del Caribe… ¿Sigo? Oh, diablos, es tan deprimente…

¿De dónde sale este maldito test? El Test Bechdel (o test Bechdell/Wallace) surge de una tira cómica, la titulada ‘The Rule’, perteneciente a la serie Dykes to watch out for (en España traducido como Unas lesbianas de cuidado) escrita por Allison Bechdel. En la tira mencionada, una amiga de la protagonista dice que ella solo ve películas que cumplan las ya mencionadas reglas:

Como queda ampliamente demostrado con esa delirante fantasía que abría este artículo, la regla, aplicada a la inversa, se cumple en casi la totalidad de los casos (los hombres como protagonistas

son la normalidad) pero aplicada en femenino, da una cantidad alarmante de películas que sitúan a la mujer, de forma normal, como elemento sin importancia, secundario e incluso omitido.

El Principio de la Pitufina: personajes masculinos diversos y ‘la chica’

Si solo con este test ya basta para deprimirse y no querer volver nunca al cine, aún existen más variantes. Permítanme regodearme en su horror y seguir avanzando en la senda de no retorno de los test que desinflan para siempre la mierda sexista de cine comercial que nos han acostumbrado a tragar como si tal cosa.

El Principio de la Pitufina (término acuñado en un ensayo escrito por Katha Pollitt para el New York Times Magazine, en 1991) analiza las películas en las que solo sale un personaje femenino (caracterizado de la forma más estereotipada posible), como contrapunto a un grupo de personajes masculinos. Obviamente, toma su nombre de las historietas de Los Pitufo’ pero puede verse en gran parte de la ficción que conocemos: La propia Pitufina, La Cerdita Peggy de Los Teleñecos, Romy en La vuelta al Mundo de Willie Fogg, la Princesa Leia en La guerra de las galaxias, La Viuda Negra en Los Vengadores, Bonnie en El Coche Fantástico… Es decir, esta representación femenina patriarcal, sexista y tremendamente peligrosa está presente en prácticamente todas las ficciones con las que nos hemos criado y con las que, a buen seguro, se estará criando la siguiente generación.

Pero, adelante, señoras, ¡no existe el miedo!, ¡sigamos avanzando por el sendero de la sabiduría y dejemos que, cual platónicos seres de las cavernas, la luz del conocimiento hiera nuestras pupilas! La siguiente gran bofetada a la sociedad no sexista e igualitaria en la que la mayoría de la gente afirma vivir es El test de la lámpara sexy.

Este test, propuesto por la también escritora de comics Kelly Sue DeConnick, postula que en la gran mayoría de las películas los (escasos) personajes femeninos existentes pueden ser sustituidos por

lámparas bonitas sin que el desarrollo de la acción se resienta por ello. Cierto que este test a veces cojeaba porque las mujeres eran, en algunas películas, si no personajes bien construidos, – ¡válgame dios, qué exceso, a dónde vamos a parar! – sí, al menos, portadoras de información. Así que el test se amplió a El test de la lámpara sexy con un post-it y vuelve a resultar escalofriante el ingente número de películas en el que se puede sustituir a los personajes femeninos por dichas lámparas con post its sin que la narración varíe lo más mínimo.

En fin, que espero no haberles molestado mucho y que, cada vez que se enfrenten a la ficción televisiva, cinematográfica, literaria… sigan pensando “qué bien vivir en una sociedad igualitaria donde apenas quedan rastros de machismos”. Mientras, sus hijas estarán en casa, delante del espejo, pintándose la cara de azul o tratando de colocarse una bombilla con un post it en el velo del paladar, ansiosas por empezar a ensayar el papel que la sociedad les otorga.

Fuente: Pikara Magazine

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