La violencia de género preocupa y mucho a la sociedad. Sin embargo, aunque los más jóvenes están sensibilizados respecto a estas agresiones, siguen manteniendo roles y estereotipos de género, lo que puede derivar en una situación de maltrato hacia la pareja. Además, las redes sociales, donde pasan gran parte de su tiempo permiten, a través de su (mal) uso, el desarrollo de mecanismos de control que pasan desapercibidos entre adolescentes y jóvenes, y que son, muchas veces, considerados una muestra de “amor”.
Estos mecanismos constituyen lo que se denomina violencia de control, un tipo de violencia de género que supone una forma de limitación de la libertad que afecta a la privacidad del otro y a sus relaciones personales al margen de la pareja, y que provoca dominación y relaciones desiguales entre jóvenes que han mantenido o están mantenido una relación afectiva.
Las conductas violentas entre parejas jóvenes y adolescentes en redes sociales, y debido a la baja percepción que estos colectivos tienen de lo peligroso de este comportamiento, son más frecuentes de lo que nos gustaría. En redes sociales, entornos virtuales y comunidades on line, las dificultades de identificación de la violencia de género, posiblemente por escudarse en el anonimato, son altas y los jóvenes advierten la impunidad de estos comportamientos y los reproducen.
La necesidad de popularidad que marcan los estándares físicos y de comportamientos en redes, añadidos a la mencionada sensación de impunidad que produce el entorno virtual, permiten que la violencia de control se asiente y perpetúe. Además, sus víctimas, mayoritariamente mujeres, la solucionan bloqueando al agresor cuando es desconocido, y no denunciando, lo que alimenta este tipo de violencia de género entre jóvenes y adolescentes. De hecho el 18 por ciento de las mujeres y niñas han experimentado algún tipo ciberacoso antes de cumplir 15 años y hasta el 11 por ciento lo sufre desde que alcanzó esa edad.
Porque, al menos, el 20 por ciento de los jóvenes reconoce controlar las redes sociales de su pareja y casi un 40 por ciento considera este comportamiento normal, lo cual arroja luz sobre aspectos como el “mito del amor romántico”: las y los jóvenes mantienen un patrón patriarcal de relaciones de pareja basado en la posesión y los celos y cuyos efectos negativos siempre son más acusados sobre ellas. Esta normalización de actitudes proteccionistas, de los celos, y de la exigencia de entrega total es el origen de la violencia de género.
Por otra parte, y según un informe que ha difundido el Centro Reina Sofía de Adolescencia y Juventud que estudia las actitudes de jóvenes de entre 15 y 29 años, más de la mitad de los estos, el 56 por ciento, defiende estas actitudes patriarcales; los jóvenes tienen una visión tradicional de los roles de género: ellos son posesivos y ellas deben guardar lealtad y fidelidad. Así, un 39 por ciento se tipifican como “tradicionales y sexistas”, mantienen posiciones más machistas en general y “se caracterizan por defender planteamientos sexistas, no igualitarios y estereotipados respecto al género. Un 17 por ciento se definen como “negacionistas y conservadores”, negando la importancia de que los dos miembros de la pareja puedan tomar decisiones conjuntas y la necesidad de tener un espacio propio, y defienden que el amor implica la renuncia a una o uno mismo. En estos dos últimos grupos, son una mayoría de hombres.
Además un estudio del CIS, realizado en la misma franja de edad, arroja un resultado que apuntala los datos del informe mencionado más arriba y es que “uno de cada tres jóvenes considera inevitable o aceptable en algunas circunstancias controlar los horarios de sus parejas, impedir que vean a sus familias o amistades, no permitirles que trabajen o estudien o decirles lo que pueden o no pueden hacer”.
Esta percepción de las relaciones de pareja se traslada al entorno virtual. Añadamos que muchos jóvenes no saben reconocer violencias machistas, como pueden ser el control del teléfono móvil o la cesión de contraseñas, y el drama está servido: las violencias de control afectan de forma relevante la adolescencia y la juventud, dos grupos sociales vulnerables por su familiarización con las tecnologías, el mal uso de las mismas y el hecho de creer que estos comportamientos son irrelevantes.
Datos del Ministerio de Sanidad (2017) estiman que el porcentaje de jóvenes de entre 16 y 19 años que ha sufrido violencia de género por parte de sus parejas ha ascendido a un 25 por ciento en el último año (frente a la media de la población en general, que es del 9,6 por ciento) siendo el mecanismo más normalizado entre los jóvenes el cibercontrol.
De todos los datos expuestos se desprende la importancia de reconocer si, en el ámbito de la pareja, uno de los miembros muestra una necesidad de controlar las actividades del otro. Los comportamientos posesivos y obsesivos dentro de la misma pueden llegar a extremos peligrosos de control. Aprender a reconocer actitudes abusivas y a responder ante ellas, sobre todo en casos del entorno más próximo, son claves para prevenir cualquier tipo de maltrato:
Interfiere en tus relaciones en Internet con otras personas.
Espía tu móvil.
Te obliga a enviarle imágenes o videos íntimos con el peligro que esto supone de difusión a terceros.
Controla lo que haces en redes sociales (censura fotos, controla likes o retuits, o te condiciona para elegir amigos o seguidores)
Te coacciona para que le facilites tus claves personales: apelando a un falso romanticismo y como prueba de amor y confianza.
Te obliga a que le muestres un chat con otra persona.
Te exige saber dónde estás mediante la activación de la geolocalización.
Muestra enfado por no tener siempre una respuesta inmediata online.
La juventud, y sobre todo las y los adolescentes, están experimentando nuevas formas de relación gracias a las nuevas tecnologías y a la facilidad de conexión y comunicación que propician las redes sociales virtuales. El afán de popularidad, la presión por la belleza física estandarizada y el amor romántico, reforzados por las redes sociales, contribuyen a consolidar la violencia machista entre los jóvenes.
De nuevo, el secreto para erradicar esta violencia de género del SXXI radica en la educación en igualdad y en un buen uso de las TIC, las habilidades de autorregulación y las creencias de los adolescentes, de las que hay que eliminar, con paciencia y pedagogía, ideas patriarcales y masculinidades tóxicas.
Adolescentes y jóvenes son los que ven, también en el entorno virtual.