Las feministas hemos asumido la disputa del escenario público y mediático, no solo para denunciar la opresión de las mujeres, la desigualdad y las violencias del patriarcado, sino también para luchar por otro sistema de relaciones, construir nuevos significados y maneras de decir.
Si hablamos de feminismo y comunicación en Cuba, es imprescindible recordar un antecedente esencial: de 1993 a 1996 existió la Asociación de Mujeres Comunicadoras, MAGIN, la primera, y hasta el momento única asociación que centrara sus acciones en el ámbito de la comunicación desde una perspectiva feminista. Las magineras, como todavía se les conoce, gestaron espacios de debate y formación, intercambios académicos, investigaciones y productos comunicativos diversos.
La primera década del siglo XXI fue un tiempo de cosecha e impulso que puso en evidencia cambios importantes en la relación entre género y comunicación: una comprensión más profunda acerca de los nexos entre ambos campos desde el punto de vista epistémico, político, cultural y profesional.
Hoy pueden mapearse más de cincuenta experiencias (entre cátedras, colectivos, organizaciones, publicaciones, instituciones, plataformas comunicativas, programas y líneas de trabajo) que asumen la perspectiva de género o se reconocen feministas y que mantienen una presencia comunicacional heterogénea.
A los artículos, publicaciones especializadas, piezas creativas, campañas de bien público, audiovisuales e incluso la presencia en las redes sociales le han aportado la perseverancia, la labor pedagógica y el quehacer del feminismo académico cubano. Desde las universidades y centros de investigación se ha mantenido una tradición histórica que ya supera el siglo de existencia, desde el ámbito académico también se ha construido un cuerpo de conocimientos vital para la diversidad de propuestas comunicativas actuales.
Los estudios de género y comunicación contribuyen a caracterizar la construcción simbólica de la sociedad patriarcal cubana en distintos períodos de tiempo, a partir de la comprensión de los mecanismos, relaciones, estructuras y prácticas mediante los cuales se producen las representaciones mediáticas machistas.
El sistema de comunicación nacional sigue bajo escrutinio como un aparato discursivo y cultural que configura, reproduce y actualiza la “naturaleza” del patriarcado, incluyendo nuestras particularidades criollas.
Pero la comunicación pública va ampliando su presencia, no solo como categoría de análisis desde la perspectiva de género y/o feminista, sino también como herramienta y eje mediante el cual se conciben procesos y proyectos. La creatividad feminista se abre paso en organizaciones, colectivos de mujeres e incluso académicas que encuentran en el escenario mediático un espacio de resistencia, articulación y acción.
Ese vuelco hacia la comunicación tiene muchas motivaciones, entre ellas la necesidad permanente de alzar la voz, amplificar los impactos en distintos públicos, ganar visibilidad mediática y la “democratización” que promete el escenario virtual frente a las dificultades de integrar la agenda feminista a la agenda mediática. El contexto nacional media profundamente los tópicos y características de las intervenciones feministas en el escenario comunicativo. Sobre todo a partir de 2010, momento que coincidió con el inicio de cambios en el orden económico y político y que tuvo un clímax durante el debate constitucional de 2018 y el referéndum popular en 2019.
Esas transformaciones políticas y económicas se expresan en un contexto comunicativo en el cual conviven formatos clásicos con las plataformas digitales; donde circulan publicaciones estatales, privadas y colectivas; donde se produce y consume una comunicación “alternativa” que escapa no solo del control estatal, sino que expresa cambios en la concepción de los procesos de distribución y consumo.
En medio de esas complejas circunstancias, procesos y tensiones, se puede rastrear una agenda de género y quehacer feminista que incluye, entre otros problemas y asuntos: la situación de las mujeres en el contexto socioeconómico nacional y las brechas de género que desempolvan las actuales transformaciones económicas; las violencias machistas como punto de convergencia; el activismo por el reconocimiento y ejercicio de los derechos de las personas LGBTIQ; la denuncia de los fundamentalismos religiosos y los aportes de un ciberactivismo interseccional que hace más visible la lucha contra el heteropatriarcado racista.
Sobre algunas de estas líneas temáticas quiero comentar brevemente porque, desde mi experiencia como periodista y mis “sospechas” como feminista, son ejes que distinguen los feminismos en Cuba, también desde un fuerte componente comunicacional.
Las violencias machistas nos convocan
Un recorrido por los—aún escasos—espacios de debate sobre género y feminismo, una sistematización de las demandas de colectivos de mujeres y feministas en Cuba, la consulta de medios especializados y algunas publicaciones territoriales, la revisión de los programas de postgrado en género y comunicación, los lineamientos del Partido, plataformas en redes sociales, la Constitución de la República, en todos puede encontrarse: la violencia por motivos de género contra las mujeres y las niñas como problemática que necesita de respuestas integrales y urgentes.
Semejantes confluencias no son casuales, han necesitado de años y mucho esfuerzo para concretarse. Hoy contamos con referentes internacionales imprescindibles para el abordaje integral de la violencia machista en Cuba; existe un acumulado de persistencia, compromiso y resultados de investigación académica y se pluraliza cada vez más el activismo feminista.
Si hacemos un poco de historia, podemos constatar cuánto se ha hecho en los últimos años y el lugar de la comunicación pública y las nuevas tecnologías en ese proceso.
Aunque hay un mayor recorrido en la denuncia de una comunicación heteropatriarcal, binaria y discriminatoria, florece la idea de que la comunicación es un eje estratégico en todo proceso, incluyendo el abordaje integral de la violencia machista y que un solo discurso o propuesta no es suficiente para abarcar todas las dimensiones y la complejidad de esta problemática.
A las conferencias, talleres, investigaciones, libros y grupos de trabajo se sumaron listas de correos, cartas públicas, grupos en Facebook, campañas de recolección de firmas, espacios para la construcción de agendas comunes, campañas nacionales con reconocida visibilidad y el uso de las redes sociales virtuales para el acompañamiento a mujeres víctimas.
El tratamiento mediático de las violencias machistas ha ido en ascenso, aún atado a visiones fragmentadas desde medios estatales y nacionales, pero poco a poco va superando el escaso seguimiento, va saliendo de espacios informativos de menos alcance a otros habituales y posicionados.
Medios especializados y locales presentan un mayor recorrido sobre las expresiones, ámbitos, mitos, consecuencias y causas estructurales de la violencia machista. El acceso a la información de interés público, a las fuentes y la inclusión orgánica en la agenda mediática nacional siguen siendo retos a superar.
Otro desafío es la cobertura informativa y la denuncia de femicidios en Cuba, asumida en su mayoría por medios digitales no estatales y a través de las redes sociales. Es necesario compartir herramientas desde la comunicación para la denuncia de estos delitos, el seguimiento de los casos y el análisis de sus causas estructurales.
Activismo LGBTIQ…transgresiones en red
Redes sociales, blogs personales y publicaciones colectivas son plataformas que unen a activistas LGBTIQ en Cuba. En esos grupos y espacios nacieron transformaciones y revoluciones importantes para los feminismos y la sociedad cubana.
Por muchos años hemos hablado, principalmente, desde los aportes del feminismo académico. Pero a través de diferentes grupos e identidades se van revelando y haciendo más visibles— precisamente a partir de medios de comunicación—diversos discursos y prácticas feministas que se desarrollan en la isla: ciberfeminismo, afrofeminismo, feminismo lésbico, posicionamientos desde la teoría queer, etc.
Quienes denuncian, reflexionan, reclaman, proponen y producen conocimientos —desde lo teórico y lo vivencial— no lo hacen, exclusivamente, desde una categoría académica. Pensamiento crítico y experiencia se mezclan en la producción sobre sexualidad, derechos, género, feminismo, lucha antirracista, política nacional, etc.
El activismo LGBTIQ en Cuba es diverso y plural en sus voces y de manera general lo distingue su rol en el observatorio sistemático y crítico del contexto mediático y social, atento a la producción y socialización de contenidos diversos, líder en la convocatoria a establecer agendas, así como en la interpelación pública a la discriminación homofóbica en cualquiera de sus manifestaciones.
El activismo de gays, lesbianas, trans y queers en Cuba nos convoca a ser más creativas y transgresoras, construir y posicionar nuevos discursos y apostar por las redes sociales virtuales como un espacio en el que podemos hacer comunidad.
Para ello debemos sortear no solo los obstáculos tecnológicos y aprehender las herramientas y lenguajes digitales. Al igual que los colectivos LGBTIQ, nos encontramos ante una paradoja compleja; llamadas a convertirnos en “nativas digitales”, no podemos quedarnos solo en el espacio virtual. No creo coherente un ciberfeminismo que se regodee en el soliloquio y la visibilidad mediática.
Tampoco se trata de diluir el contenido político, la ética transformadora y la complejidad de los análisis y propuestas para maquillarlos con la estética de las redes, convocar a la emoción que fideliza públicos y garantiza likes. Aunque la solución no es mantener un discurso docto y rígido, que no conecte con la vida cotidiana de la gente.
Movimiento antiderechos en Cuba: un reto para la comunicación feminista
Como movimiento, quizá aún no. Pero el contexto latinoamericano nos enseña que el fundamentalismo religioso, el conservadurismo y el movimiento antiderechos se han constituido como actores políticos articulados internacionalmente, con preparación, objetivos políticos y una agenda común. El debate constitucional fue el escenario para lanzar mediáticamente y mostrar algunos de los rostros del conservadurismo religioso y posturas antiderechos en Cuba. La posible aprobación del matrimonio igualitario en nuestro país es solo la puerta de entrada para el desarrollo de un programa político —con sustento religioso— que atenta contra los derechos sexuales y reproductivos de mujeres e infantes, la igualdad de género y los derechos de las personas LGBTIQ, pero que trasciende estos intereses.
Fueron precisamente voces y colectivos LGBTIQ quienes dieron la primera alerta sobre los discursos fundamentalistas y su rápida migración del púlpito al escenario público, principalmente a través de productos comunicativos y presencia en las redes sociales.
Esos análisis y alertas necesitan pasar también a la agenda de los medios nacionales, a la formación y quehacer de periodistas feministas y con perspectiva de género. Para ello no basta, me atrevo a decir, con nuestra indignación y empuje feminista. Necesitamos conocer, formarnos, dialogar para desarrollar propuestas creativas que lleguen a los públicos y desmonten con información y argumentos las matrices ideológicas que atentan contra los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y personas LGBTIQ en Cuba, matrices ideológicas que demonizan el feminismo y manipulan su diversidad y aportes a partir de una categoría como “ideología de género”; estrategias discursivas que buscan la empatía con un sector de la población en el que aún perviven estereotipos, mitos y prejuicios machistas y homofóbicos.
Definitivamente, este será un tema que nos convocará en el futuro inmediato, teniendo en cuenta la inclusión del Código de las Familias en el programa legislativo y su presentación para consulta popular y referéndum en 2021.
Retos…
Los aportes y maneras de hacer de los feminismos en Cuba están marcando la comunicación pública y mediática del momento; no creo que este resultado tenga vuelta atrás. Pero re emergen viejas resistencias hacia la palabra con F y todo lo que representa. Para avanzar, lo primero es no detenerse y nunca renunciar a esa posición incómoda que cuestiona, devela, propone y transforma. Quiero terminar apuntando algunos retos de hoy:
– Poner a dialogar, encontrar y contrastar la Agenda Feminista con la Agenda Pública y la Agenda de los Medios.
– Garantizar la pluralidad, sostenibilidad y pervivencia de espacios y proyectos comunicativos que asumen una crítica feminista.
– Ampliar los espacios de formación y transformación que posicionen la teoría y el pensamiento feminista como enfoque esencial para una comunicación emancipadora y de calidad. Se trata de un posicionamiento ético, político, teórico y profesional.
– Llevar la comunicación feminista a la toma de decisiones y las políticas comunicacionales.