Su nombre pudo ser Aparecida, Manuela, Luciana, Claudia… Su acento era distinto, sus manos tenían las marcas inconfundibles de la tierra donde creció. Venía de un mundo donde ser mujer había sido ignorado, pero su entusiasmo me contagió mucho más cuando supe que apenas le faltaba un mes para graduarse en la tecnicatura de comunicación y trabajaba en una radio comunitaria de Salta, un pueblecito del norte argentino.

Después supe que no era la única. Hay muchas mujeres vinculadas a las radios y a experiencias de comunicación en toda Argentina. Se trata de procesos de encuentro que se vienen dando desde hace años entre campesinos, productores familiares, cooperativistas, docentes, estudiantes, artistas populares e integrantes de organizaciones sociales, redes, instituciones y radios comunitarias para ejercer el derecho a la comunicación.

En un país como Argentina, donde los grandes medios históricamente han monopolizado la palabra (la difusión, el consumo de información, el entretenimiento y la publicidad comercial) y han dejado sin posibilidades de respuesta y participación a cientos de argentinos —recuérdese los tiempos de la dictadura militar—, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, puesta en vigor a finales del pasado 2013, le da la oportunidad a hombres y mujeres de ejercer su derecho a la comunicación para transformar una realidad que los moviliza.

La voz de las mujeres emerge también como un nuevo actor social y político que cuestiona el sentido hegemónico que los medios masivos tradicionales han venido construyendo, sobre todo la televisión, que en estas últimas décadas transita hacia el modelo digital y permitirá multiplicar el número de canales de señal abierta. Esto, como es lógico, supone una frontal batalla entre quienes buscan consolidar su dominio empresarial y quienes propugnan un modelo que posibilite democratizar el acceso a los canales y a las frecuencias radiales.

Si bien la Ley de Medios argentina significa un importante salto de avance en la construcción de un paradigma comunicacional y tecnológico que no solo supone la inversión en tecnologías, sino también su apropiación social y fomento en espacios comunitarios (el 33 % de las localizaciones radioeléctricas planificadas, en todas las bandas de radiodifusión sonora y de televisión terrestres, en todas las áreas de cobertura para personas de existencia ideal sin fines de lucro1), ello introduce nuevas oportunidades para las organizaciones sociales vinculadas a los medios radiales y audiovisuales comunitarios, ya que por primera vez pueden ejercer su derecho a disputar frente al poder mediático dominante su propia mirada como pueblo, su sentido de ser país, recuperando sus identidades, cultura y aportando nuevos contenidos y lenguajes.

Los medios masivos, sobre todo la televisión, el cine, Internet, tienen una incidencia decisiva en comportamientos humanos, ya que por su carácter mediador son constructores de sentidos desde lo cultural y lo social, generadores de convenciones, estereotipos; ellos fabrican amigos y enemigos, condicionan gustos, valores estéticos, hábitos de consumo, estilos de vida, entretenimiento, modas, sexualidad, creencias e incluso conflictos y maneras de resolverlos… De ahí que las «nuevas zonas liberadas» de los monopolios mediáticos en Argentina deberían convertirse en espacios para afianzar y hacer crecer una mirada crítica y una elaboración de mensajes y sentidos propios, desde cada grupo y comunidad.

Educar para comunicar

La apuesta por articular un sistema de comunicación que pueda hacer contrapeso al sistema hegemónico exige desarrollar capacidades. Este fue el motivo que juntó a colegas de diferentes organizaciones, ciudades y pueblos de Argentina con quienes llegamos desde Brasil, Colombia, Uruguay y Cuba para participar en el Encuentro de Comunicación en los Territorios de América y el Caribe, un foro en el cual compartimos experiencias diversas de formación y por el derecho a la democratización de la comunicación.

Uno de los aciertos de esta iniciativa fue, precisamente, recolocar el tema del derecho a la comunicación como un derecho humano. Visto también desde el prisma de las mujeres, pues son muchas las que trabajan con la palabra como herramienta básica de comunicación, desde la palabra como lugar de lucha por el sentido y porque tomar la palabra significa la posibilidad de que esa palabra sea escuchada.

Cuando las mujeres se apropian del micrófono y utilizan la cámara comienzan a dar cuenta de su realidad. Desde ellas mismas, la palabra y la mirada, empiezan a romper fuertes naturalizaciones acuñadas por los grandes medios masivos (jóvenes iguales a peligrosos, desocupados iguales a vagos, mujeres y campesinos iguales a ignorantes). Y no solo eso, sino que el ejercicio de «poder comunicar» las lleva a superar, en sus propias prácticas, cuestionamientos sobre las visiones tecno-mercantiles asociadas a la problemática de la comunicación audiovisual como un tema puramente técnico, para darse cuenta de que las respuestas deben situarse en el plano de los derechos, de la educación y la capacitación, en la defensa de los bienes comunes de información, conocimiento y cultura y en el rescate de los saberes locales. Resumiendo, en la búsqueda de la equidad de género, el compartir de modo horizontal el poder con el compañero que junto a ella es también un actor, un sujeto social protagónico y responsable en la construcción de su realidad.

Como parte de la cultura patriarcal, el dominio de los temas tecnológicos, de la gestión de las frecuencias radioeléctricas y de las propias prácticas comunicativas en las radios comunitarias fue, durante un tiempo, dominio predominantemente masculino. Pero las brechas de género se han ido cerrando y las mujeres han establecido su propia huella. El movimiento de mujeres ha creado una amplia gama de espacios informativos y de intercambio. Y, cada vez más, se las ve discutiendo problemas del barrio, recuperando la palabra de la comunidad mediante el diálogo, las emociones, los procesos grupales de formación, fortaleciendo todos los canales de comunicación, haciendo propuestas, desarrollando acciones y luchas, disputando sentidos.

Por esa razón, la Ley de Medios en Argentina tiene a las mujeres como aliadas. Sobre todo porque ellas son conscientes de que, como política pública, la ley genera nuevas fuentes y capacidades de trabajo y de superación profesional en el campo de la información, el manejo de las tecnologías, la digitalización de los soportes para audio y video en la web. También las empodera como sujetos y no objetos de la comunicación, a partir de una comprensión cada vez más profunda de que no basta defender el derecho a tener voz, sino que es necesario aprender a disputar los espacios y sentidos frente al dominio «casi» exclusivo de los medios de comunicación y de las mentalidades patriarcales que los controlan.

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