Reflexiones a partir de las preguntas formuladas por la Dra. Beatriz Torres, Presidenta de la Sociedad Multidisplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES), para el panel «El abordaje de la sexualidad por los medios de comunicación masiva”, celebrado en La Habana el 29 de abril 2011.
En los años setenta del siglo pasado, uno de los ritos de iniciación a la adolescencia en mi generación era que te dejaran entrar en el cine a ver una película para “mayores de doce años”. Ese hecho te alejaba, definitivamente, de las funciones para fiñes[1]de las matinés dominicales y te introducía en un mundo que a veces no entendías muy bien, de comedias del llamado período del “destape” del cine español post franquista. Escondías entonces la añoranza por el Mago Chili Chala[2] y soñabas con ir más allá y llegar a la taquilla del cine y entrar a ver una de las prohibidas, y hago énfasis en la palabra, las prohibidas para menores de 16. Hoy, cuando el video, el DVD, el mp4 y los Ipods se han adueñado de nuestras vidas retando a todas las censuras, las películas siguen acompañadas de esos letreros que advierten: ¡Cuidado, hay sexo!
He recurrido a articular nostalgia y presente para tipificar, sintética y esquemáticamente, la continuidad de los presupuestos en la relación entre los medios y las industrias culturales en general, con el tema de la sexualidad: a pesar de haber transcurrido varias décadas y encontrarnos en pleno auge de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la sexualidad, fue y es, un tema incómodo para el poder mediático hegemónico.
Aunque la sexualidad está presente siempre, en una y mil variantes en los medios, pues está presente en la vida, es a la vez expresión de los demonios, prejuicios y estereotipos que en cada sociedad y contexto histórico particular han rodeado la concepción sobre los cuerpos, los juicios de valor sobre lo considerado femenino y masculino, en realidades androcéntricas, falocéntricas y patriarcales. El cuerpo y la sexualidad son espacios donde también se ejerce la dominación.
Pero si compartimos con Marta Lamas que:
“No se puede concebir a las personas sólo como construcciones sociales ni sólo como anatomías. Ambas visiones reduccionistas son inoperantes para explorar la articulación de lo que se juega en cada dimensión: carne (hormonas, procesos bioquímicos), mente (cultura, prescripciones sociales, tradiciones). El cuerpo es más que la envoltura del sujeto. El cuerpo es mente, carne e inconsciente, y es simbolizado en los dos ámbitos: el psíquico y el social.”[3],
coincidiremos en que la esencia del asunto va más allá de clasificaciones de productos audiovisuales para tal o cual edad en dependencia de desnudos, más o menos, explícitos. En mi opinión, debemos detenernos en cuál es la sexualidad que se desea “naturalizar” desde los medios, y los mecanismos de control que se ejercen sobre los cuerpos y las subjetividades, a través de estas prácticas legitimadoras de una sexualidad considerada “normal”.
Este debate universal, en el caso cubano, adquiere connotaciones específicas por el papel y el rol que se le concede al sistema de medios de comunicación en el ámbito de la información, la responsabilidad social y el entretenimiento en una sociedad que tiene como fin la realización plena del ser humano, un ser humano, permítanme la reiteración, sexuado. El reto se vuelve aún más complejo cuando se asumen estos presupuestos con una producción nacional insuficiente y en muchas ocasiones con realizaciones poco atrayentes, no solo en el audiovisual, sino también en las publicaciones impresas.
El debate con frecuencia se detiene en qué temas resultan o no pertinentes, cuán explícita es la representación de esa sexualidad, cuántos milímetros de piel se exhiben, si el desnudo debe ser frontal o de espaldas, si es pertinente cortar o poner el beso entre dos hombres que se aman en la serie Seis pies bajo tierra[4] al ser trasmitida por Cubavisión.
Pero, sin restarle importancia a estas preocupaciones, pienso que debemos comenzar por el principio, o sea, por reconocer la propia amplitud del término sexualidad, la multiplicidad de seres humanos e identidades y la necesidad de que esa variedad sea narrada a través de los medios, legitimadores de los imaginarios en nuestros días.
Y no me refiero, solamente, a las formas más explícitas o a los programas de orientación o educación sexual, sino a las representaciones de lo femenino y lo masculino pues todo ello es, en mi opinión, expresión de la sexualidad y conforma modelos.
Pudiéramos, en ese sentido, realizar, para el análisis, una división de los productos comunicativos: los que abordan directamente y con intencionalidad asuntos sobre sexualidad y los que representan la sexualidad como parte de su constructo narrativo.
Entre los primeros, la temática se aborda utilizando diferentes herramientas del discurso mediático: los programas, espacios o secciones considerados de tipo educativo que generalmente presentan expertos/as o documentales y se consideran más científicos; los de tertulia o talk show donde generalmente se socializan experiencias individuales y si participan especialistas se incorporan al debate sin un papel jerárquico, en ellos predomina lo vivencial; y los que recrean la realidad a través de la ficción.
En los medios cubanos, si bien en la prensa impresa y la televisión existen varios espacios con expertos/as, en el caso de los documentales prima el uso de materiales foráneos. Mientras, en el patio existen valiosos trabajos sobre estos temas, en mi opinión con un tratamiento de género mucho más sólido y con menos efectismos, como los de las realizadoras Lisette Vila o Marilyn Solaya, por solo mencionar dos que abordan la diversidad sexual; pero se exhiben solo en muestras temáticas en los cines o salas de proyección de audiovisuales, lo que reduce la audiencia potencial.
Tal vez, esta ausencia en nuestra pantalla chica de materiales documentales de producción nacional sobre estos temas; o cierta visión idealizada que tenemos a nivel de imaginario colectivo de nuestra sociedad; o la factura no siempre bien lograda de la ficción, en particular las telenovelas y series; o la suma de todos estos elementos y otros; provoca que no se reciba con agrado, en ciertos sectores de la audiencia, aspectos de la sexualidad que consideran “problemas”, como el amor entre mujeres en la recién finalizada telenovela Aquí estamos[5], mientras que no ocasiona ningún escándalo la relación sentimental entre dos doctoras en la serie norteamericana Anatomía de Grey[6].
“Aquí estamos”, telenovela cubana concluida hace unos meses, causó la polémica pues trajo a colación conflictos de la sexualidad en la primera juventud. Además, introdujo en la trama la relación amorosa entre dos lesbianas.
Esto devela la necesidad de continuar hablando del tema en todos los espacios y utilizar todos los géneros. Por supuesto que los medios solos no pueden exterminar la homofobia, pero pueden contribuir de manera importante.
Sin embargo, el respeto a la libre orientación sexual no debe ser solo objeto de campañas alrededor de una fecha, ni mucho menos “gancho” para crear polémica. Debe articularse de manera armónica en todo el sistema de medios de comunicación.
Tampoco ha de reducirse el tema de la sexualidad a la orientación sexual o a las infecciones de trasmisión sexual o el VIH/sida. El derecho al disfrute del placer sexual por parte de las mujeres, el autoerotismo, las prácticas que no solo descansan en la penetración o el culto falocéntrico, la educación de los sentimientos, entre otros, son tópicos que deben problematizarse desde los medios y que están, generalmente, ausentes.
Por otra parte, están los productos comunicativos que en sus narraciones incorporan el cuerpo y su erotización como los videos clips que, en Cuba, continúan siendo en su mayoría androcéntricos y sexistas, con representaciones mayoritariamente de una sexualidad heteronormativa asumida para el placer masculino. Pero ese será tema de otro comentario.
[3] Lamas, Marta. Género algunas precisiones conceptuales y teóricas en Feminismo. Transmisiones y Retransmisiones. Ediciones Taurus. México 2006. Pág. 111
[4] Al ser trasmitida en la televisión cubana fue editado el beso entre dos hombres. Ver Espinosa, Norge. Besos robados, cuerpos ausentes, En http:://artículos.sld.cu/sexualidadiversidad/category/diversidad-sexual
[5] Telenovela cubana que causó mucha polémica por los temas tratados y el tono con que lo hizo. Aunque no comparto la forma en que se abordó el amor entre dos de las protagonistas, considero debe respetarse que los realizadores se acercaran a esta temática. Para conocer más sobre la polémica puede consultarse De Armas, Paquita. Polémica causada por telenovela cubana en http://teleyradio.blogia.com
[6] Serie norteamericana. Ver www.anatomiadegrey-spain.com